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MENSAJE DE MONS. MAURO PIACENZA
A LOS PARTICIPANTES EN EL XVII CICLO DE CONFERENCIAS
DE LA “CÁTEDRA DE ARTE SACRO” DE MONTERREY (MÉXICO)
(5 – 7 de septiembre de 2006)

 

San Agustín afirma que «la palabra Ángel designa la tarea, no la naturaleza. Si se pregunta el nombre de esta naturaleza, se contesta que es espíritu» (Enarratio in Psalmos, 103, 1, 15).

La teología católica ha determinado en los Ángeles al menos tres funciones: la celebración de la liturgia celeste, de la que la terrenal es imagen; la de manifestar a los hombres la voluntad de Dios, como viene descrito en muchos pasajes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento; y, por último, la de custodiar a cada uno de los hombres, los cuales les fueron confiados por el mismo Dios, desde el momento del nacimiento y hasta la muerte (cfr. Catecismo de la Iglesia católica, Ciudad del Vaticano 1992, pp. 98-100). Como se ve, su actividad va destinada tanto a Dios como a los hombres.

El arte cristiano, preguntándose desde el principio cómo debía representar a los Ángeles, ha creído idónea la figura humana, porque también el Verbo de Dios se ha hecho hombre (cfr. Concilio Niceno II, Mansi XIII, 166), y porque tales criaturas espirituales van dirigidas a los hombres.

Ni siquiera el arte moderno, a pesar del laicismo que le ha atravesado, ha dejado nunca de representar a los Ángeles, dando forma, por medio de ellos, al deseo de espiritualidad y separación de las cosas terrenales, además que a las inquietudes acerca del tiempo y la eternidad del hombre contemporáneo. No son raras, en efecto, representaciones de Ángeles en las obras de algunos maestros contemporáneos: Marc Chagall, Paul Klee, Salvador Dalí, Giacomo Manzù y otros. Sin embargo se manifiesta con frecuencia la tentación, en los artistas contemporáneos, de una búsqueda espiritual, aunque sea sincera y profunda, pero desvinculada de toda relación con la Revelación cristiana. Corresponde a esta actitud «religiosa», la representación de un ángel carente de toda referencia a Cristo y, por este motivo, evanescente y desencarnado.

Me parece particularmente interesante la idea de haber organizado un curso monográfico para desarrollar el tema de los Ángeles, porque se puede decir que el modo de tratarlo será, en cierto sentido, paradigmático y revelador de la profundidad y calidad de la búsqueda espiritual personal.

Quizás no exista otro tema iconográfico más familiar y, al mismo tiempo, más complejo y difícil que el de los Ángeles y, en particular, el de los Arcángeles. Pienso que casi todos conozcan la oración del Ángel de la guarda y sepan reconocer al Ángel de la Anunciación a la Virgen María. Pero seguro que serán muchos de ustedes los que desconozcan los abundantes pasajes bíblicos en los que se menciona a los Ángeles.

Ante esta presencia «discreta» –que sin duda es característica de los Ángeles–, la tipología angélica con frecuencia ha sido indicativa de importantes tomas de posición de la teología, como en la cuestión cristológica de los siglos IV-V. Además, la devoción a los Arcángeles ha sido una de las más significativas y populares desde la alta Edad Media. El período de la llamada Contrarreforma, corresponde con la difusión de una rica y variada iconografía, que se ha consolidado en la consideración de la particular relación que estos seres espirituales tienen con los hombres, no sólo como protagonistas de los principales momentos de la historia de la salvación, desde la creación a la redención y al juicio final, sino, también, en relación a los hombres, a sus necesidades y a las etapas de su vida, desde la concepción hasta la introducción en la vida eterna.

Como es ya costumbre, desde hace algunos años, aprovecho con gran satisfacción la oportunidad de dirigir un saludo a los participantes en la XVII Cátedra de Arte Sacro, que se celebra en la Universidad de Monterrey (México). La presente edición, que será impartida del 5 al 7 del presente mes de septiembre, tratará precisamente del sugestivo tema: “Los Ángeles en la Teología”, siendo dictada por el P. Heinrich Pfeiffer, S.J., de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Deseando unos frutos abundantes para las sesiones de la XVII Cátedra de Arte Sacro, les aseguro que les tendré presentes en la oración, pidiendo al Señor para que cada uno de Ustedes pueda vivir en la vida cotidiana el gran respiro de lo sobrenatural, que nos recuerda de modo tan elocuente la presencia de los Ángeles. Ellos son reales, como también es real aquél sobrenatural por el que fuimos creados.

1 de septiembre de 2006

MauroPiacenza
Presidente de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia
Presidente de la Comisión Pontificia
de Arqueología Sagrada

 
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