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LA FUNDACIÓN JUAN PABLO II PARA EL SAHEL CELEBRA SU 25° ANIVERSARIO


Durante la reunión del Consejo de Administración de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel, que comenzó el 10 de febrero de 2009, se recordó también el 25° aniversario de la creación de esta institución papal. Con la presencia del Cardenal Roger Etchegaray, Presidente emérito del Pontificio Consejo Cor Unum; de Monseñor Karel Kasteel, Secretario de ese mismo Dicasterio y Observador de la Santa Sede; de los prelados que componen el Consejo; de otros Obispos; de personalidades del mundo diplomático y de altos exponentes de la sociedad civil de Burkina Faso, tuvieron lugar actos culturales y de solidaridad, que culminaron en la misa solemne del domingo 15 de febrero en Uagadugu. También en los demás países del Sahel se tuvieron diversos actos para celebrar este aniversario. No se trata sólo de una acción de gracia debida por el trabajo realizado por la Fundación, sino también de una etapa importante para que los beneficiarios directos y las poblaciones de Burkina Faso, Cabo Verde, Chad, Gambia, Guinea-Bissau, Mali, Mauritania, Níger y Senegal sientan cada vez más como propia esta institución.

La Fundación nació después de la primera visita a África del Papa Juan Pablo II, el cual, en mayo de 1980, desde Uagadugu, pronunció las siguientes palabras: «desde este lugar lanzo al mundo entero este solemne llamamiento… Elevo mi voz suplicante… Me hago voz de los que no tienen voz, la voz de los inocentes (Homilía en la catedral de Uagadugu, n. 7: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de mayo de 1980, p. 17).

Con un Quirógrafo del 22 de febrero de 1984, el Sumo Pontífice decidió dar «una forma más orgánica, permanente y eficaz a los socorros de la Iglesia, destinados al Sahel con un espíritu de caridad, de auténtica promoción humana y de colaboración (Carta de Institución: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de abril de 1984, p. 9). Por tanto, erigió esta Fundación, encomendando su actividad a los Episcopados de los nueve países del Sahel (Burkina Faso, Cabo Verde, Chad, Gambia, Guinea-Bissau, Mali, Mauritania, Níger y Senegal), una formula considerada ejemplar también para realizar la comunión eclesial. Además de la Secretaría General en Uagadugu (Burkina Faso), el Papa estableció que la custodia de los fondos y la sede legal de la Fundación permanecieran en el Pontificio Consejo Cor Unum, el cual informa periódicamente al Sumo Pontífice. Por último, constituyó el capital de la Fundación con el dinero enviado para los países del Sahel por los fieles de Alemania, respondiendo a su llamamiento hecho desde Uagadugu. Durante estos últimos años, para la realización inmediata de los proyectos, también la Conferencia Episcopal Italiana ha contribuido de una forma notable.

La Fundación Juan Pablo II para el Sahel está activamente comprometida en la gestión y protección de los recursos naturales, en la lucha contra la sequía y la desertización, en el desarrollo rural y en la lucha contra la pobreza, haciendo participar activamente a las poblaciones locales. Por eso, se ocupa de formar a animadores («cuadros medios»), agentes sanitarios e ingenieros civiles, fontaneros, mecánicos, agricultores, criadores y silvicultores («cuadros técnicos»). Una característica importante de la Fundación es su apertura a las diferentes religiones de los habitantes, convirtiéndose así en un instrumento de diálogo interreligioso.

Sólo en 2008, en los nueve países sahelianos, financió 208 proyectos por un valor total que supera los dos millones de dólares. Se trata de iniciativas ejemplares, que cambian la vida de aldeas enteras, involucrando a la comunidad local, como se puede notar en los ejemplos que siguen.

En África se concentra el 39% de las analfabetos del mundo, de los cuales el 52% son muchachas y mujeres. A esto la Fundación ha respondido con la creación de escuelas comunitarias, como la de Wamina, a 550 km. De Bamako en Mali. Gracias al apoyo de la Fundación, los bancos de fango se han transformado en bancos verdaderos, han llegado libros y ha sido posible formar a los maestros. Así, se han creado redes educativas que implican a las familias y a la comunidad, transformando el sistema educativo en escuela de vida al servicio de los niños y de los adultos.

Según la FAO, el 38% de la producción mundial de carne es carne de cerdo. En el sur de Senegal (Casamance) hay muchos criaderos de cerdos, pero estos animales con frecuencia se ven afectados por enfermedades. La Fundación ayuda a la Asociación “GIE Gedeon” a construir un criadero modelo, lejos de la zona habitada, que se rige por normas higiénicas rigurosas para mantener a los animales limpios y sanos. Los ganaderos aprenden a mantener pura la raza de los animales y a producir forraje de calidad, y logran obtener ganancias de casi dos mil dólares al año.

En Cabo Verde, el desafío principal es la fuerte erosión del terreno. En la zona de São Felipe, en la isla de Fogo, la Fundación ha financiado la construcción de cuatro diques, que han permitido reducir este fenómeno y utilizar el agua recuperada para devolver a la agricultura y a la ganadería zonas que se estaban desertizando. La vegetación, importante para evitar la extinción de muchas especies animales, se ha extendido inmediatamente. En Campanas, la Fundación ha financiado la plantación de un bosque de árboles frutales, eucaliptos y acacias, que sirven para combatir el hambre y producir leña, un bien valioso y necesario.

En Burkina Faso, la Fundación contribuye a formar a los agricultores en técnicas que protegen las plantaciones de la sequía: el zaí, que enseña a realizar agujeros llenos de abono donde se siembran las plantitas y donde se acumula el agua que necesitan; la medialuna, semicírculo de seis metros que frena la lluvia y hace crecer el forraje para los animales; los minidiques, que retienen el agua de lluvia; la eliminación del desierto con el sistema "Bofix Exafuze", que hace crecer la vegetación en las dunas. Además, promueve la creación de bancos de cereales, indispensables para preservar la biodiversidad, y la difusión de cultivos apreciados, como la mantequilla de karité o de Arzintiga, el árbol del paraíso, que da aceite, frutos leguminosos y flores comestibles. Asimismo, difunde la apicultura, que favorece la polinización de las flores y la producción de una miel muy pura, que carece de residuos de pesticidas.

En Níger, en Dakoro, a 650 km. de distancia de Niamey, la Fundación sostiene “Sahel Care” que actúa en quince aldeas donde se plantan 18.350 árboles y se crean viveros para repoblar de árboles la zona. La producción agrícola aumenta y el hambre disminuye, se difunden las técnicas de silvicultura que protegen el medio ambiente, se introducen los cultivos de plantas compuestas y los cultivos hortícolas, que ya son posibles porque se ha aumentado el caudal de las faldas acuíferas.

En Mauritania, en la periferia de Nouakchott, en los barrios donde viven sólo personas pobres y marginadas, gracias a la Fundación se ha creado un centro de formación profesional para mujeres, que cuenta con guardería, donde las madres pueden dejar a sus hijos para poder aprender no sólo un oficio, sino también las nociones de alfabetización y de economía domestica que les permitan mejorar la vida, la higiene y la alimentación de sus hijos. Sus excelentes manufacturas son muy apreciadas por los turistas, y las ganancias obtenidas sirven a las mujeres para emprender una actividad al final de su formación.

En Guinea-Bissau, la Fundación sostiene la lucha contra la malnutrición, especialmente peligrosa para los recién nacidos y las mujeres embarazadas, gracias a la elaboración de productos multivitamínicos a base de fruta local, y gracias a la difusión de la medicina natural, de tradición secular en el país.

En Chad, en la diócesis de Moundou, el 50% de la población está constituido por niños menores de 14 años, cuyo destino a denudo es aumentar el número de desempleados de las periferias de las ciudades. Para sacarlos de las calles, la Fundación financia una grana escuela en Bengoh, donde el agua para los cultivos llega gracias a una bomba moderna, alimentada por paneles solares fotovoltaicos.

En Gambia, en la diócesis de Banjul, desde 1996, la comunicación entre parroquias y el desarrollo sostenible dependen de las ondas de radio. Gracias a la ayuda de la Fundación, resulta posible renovar los equipos para garantizar la difusión capilar de diversas transmisiones educativas, destinadas a los jóvenes, a las mujeres y a los agricultores.

Estas son sólo algunas de las obras realizadas por la Fundación en beneficio de una de las regiones más pobres del planeta. Es consolador saber que los beneficiarios, además de la ayuda material, aprecian de modo especial la cercanía espiritual del Pastor universal de la Iglesia a través del instrumento privilegiado de esta institución pontificia. Con esta finalidad, la Fundación quiere seguir progresando de forma efectiva en los próximos años.

Paul Josef Cardinal Cordes
Presidente del Pontificio Consejo Cor Unum
y Representante Legal de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel
 

 

Se agradece a L'Osservatore Romano

(edición en lengua española, n. 8 p. 12 del viernes 20 de febrero de 2009)

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