The Holy See
back up
Search
riga

PRESENTACIÓN DEL MENSAJE DEL SANTO PADRE

 PARA LA CUARESMA 2001

 En la Sala de Prensa de la Santa Sede, en la mañana del día 9.02.2001, se llevó a cabo la Rueda de Prensa de presentación del Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2001, sobre el tema "La caridad no toma en cuenta el mal" (1 Cor 13,5).

 Publicamos a continuación la intervención de S.E. Mons. Paul Josef Cordes, Presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum", y la de la Sra. Rose Busingye, nacida en Uganda y Responsable de "Meeting Point" de Kampala (una ONG ugandesa que apoya a los enfermos de SIDA y a sus familiares).

 

INTERVENCIÓN DE S.E. MONS. PAUL JOSEF CORDES

Estimadas Señoras y Señores,

Hace dos semanas el Santo Padre me envió a El Salvador. Se me encargó llevar ayuda material y consuelo a las víctimas, a los Pastores y a los voluntarios en aquella zona afectada por el terremoto. Ésta, es una tarea que en los últimos tiempos he podido realizar con frecuencia, una tarea onerosa, pero gratificante. Cada vez se experimenta la gran sensibilidad del hombre de hoy hacia aquellos que sufren. También en El Salvador, me sorprendió la cantidad de ayudas económicas que los Estados y las organizaciones católicas pusieron a disposición de las víctimas. Es verdaderamente elogiable el hecho de que el lamento de los pobres encuentre respuesta a tan grande escala.

Sin embargo, en la visita no sólo me confortó la generosidad y la compasión del ser humano. Sabéis que hasta 1992 el país fue desgarrado por una guerra civil: dos fuerzas políticas, Frente y Arena, se enfrentaron y lucharon hasta la muerte. Las heridas aun no se han cicatrizado y, a veces, todavía se perciben enemistades y tensiones. En algún comité local, que en realidad debería coordinar las ayudas, se obstaculizan. En la distribución de las ayudas surgieron sospechas y acusaciones de querer favorecer a los amigos del partido.

Es una experiencia realmente entristecedora: ni siquiera la desgracia logra cubrir los fosos ideológicos. Pero también una enseñanza importante: la miseria y la destrucción nacen en el corazón mismo de los hombres. He vivido experiencias similares en mis anteriores visitas a los Balcanes, a Ruanda y a Mozambique.

Hoy presentamos el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de este año, para la preparación de la Pascua. Lleva el título: "La caridad no toma en cuenta el mal". Tal vez la opinión pública está un poco asombrada por el hecho de que tiene un acento tan espiritual. Normalmente estamos acostumbrados al llamamiento del Papa a dar nuestra limosna. En cambio, empieza con las palabras: "Subimos a Jerusalén" - Jerusalén, nombre del lugar y sinónimo de la salvación definitiva, para todos los hombres mediante la cruz de Cristo y su resurrección. De tal manera, el Santo Padre subraya cómo la verdadera felicidad del hombre tiene un fundamento espiritual: proviene de Dios y se actúa en su Hijo. Nuestra lucha contra la miseria humana, al desear el bien del hombre, no debe olvidar esta dimensión. Y para el creyente, el pecado en las tragedias grita con más fuerza que el niño en lagrimas, aunque éste último nos conmueva más.

El Papa concretiza después las consecuencias del mal en nuestro corazón; habla de los "... fosos de odio y de violencia surgidos entre pueblos y pueblos... entre grupos y fracciones de una misma nación" (n. 3). Por ello, hace un fuerte llamamiento a la disponibilidad de reconciliarse - con Dios y con el prójimo. Cita la famosa frase del apóstol de las gentes: "La caridad no toma en cuenta el mal" (1 Cor 13,5). Indica así, en el tiempo cuaresmal, una oportunidad especial para perdonar y vivir la verdad de esta frase. "Mediante el Sacramento de la reconciliación, el Padre nos concede en Cristo su perdón y esto nos empuja a vivir la caridad, considerando al otro no como un enemigo, sino como un hermano" (n. 5).

Ciertamente, este acento espiritual sería malentendido si este texto se leyese con una tendencia hacia el espiritualismo. La reconciliación con el prójimo, que Dios concede, se manifiesta en la buena acción. No es casualidad si el Mensaje recita: "Un corazón reconciliado con Dios y con el prójimo es un corazón generoso" (n. 5). Así Juan Pablo II nos anima a la habitual colecta cuaresmal, que no se debe descuidar. Quien predica el amor de Dios, tiene que encargarse de que también éste mismo sea experimentado. Precisamente, en situaciones de necesidad, el don recibido, necesario para sobrevivir, despierta una nueva esperanza y confianza en el futuro. Nuestra rueda de prensa posee, por tanto, junto a la presentación de las palabras del Papa, un segundo acento.

Con ocasión de una peregrinación, el Ayuntamiento de Millán, regaló al Santo Padre cien millones de liras para destinar a África. La suma fue pagada a "Cor Unum", que pretende llevar a cabo un proyecto de asistencia para los niños huérfanos del SIDA en Uganda.

El "International Herald Tribune", del pasado 6 de febrero, habla en la actualidad de 12 millones de niños huérfanos. ¿Quiénes son estos huérfanos? Se tratan de menores de 18 años, que han perdido uno o ambos padres, y que viven de manera precaria: o porque han sido dejados solos a sí mismos, o infectados por el virus, o debilitados han contraído enfermedades. En algunos casos, ellos mismos son la cabeza de familia[x1], al tener la responsabilidad de hermanos más pequeños.

El Santo Padre se ha hecho voz de las víctimas de esta terrible enfermedad. Escribe en la Exhortación Apostólica "Ecclesia in Africa": "La lucha contra el SIDA debe ser entablada por todos. Haciéndome eco de la voz de los Padres sinodales, yo también pido a los operadores pastorales que lleven, a los hermanos y hermanas afectados por el SIDA, todo el consuelo posible, tanto material cuanto moral y espiritual" (n. 116). Dando séquito a estas indicaciones, la Iglesia católica se compromete en el sector bajo diversas  formas:

- formando operadores pastorales y sanitarios y a jóvenes mismos;

- intentando prevenir mediante la sensibilización y la educación al amor responsable vivido en la familia;

- curando y asistiendo en el campo sanitario con el empeño de personal médico, actuando programas de asistencia a las víctimas y creando centros de rehabilitación y de acogida de enfermos, además del sostén de sus familiares;

- atendiendo pastoralmente a los enfermos y a sus familiares, sobre todo aquellos que viven en estado de soledad y de abandono, como son por ejemplo los huérfanos de padres muertos por el SIDA.

CAFOD, CRS, Misereor y muchas otras agencias católicas de ayuda y asistencia actúan, desde 1988, en este campo de manera coordenada. Desde el principio, una de las categorías que se ha tomado más en cuenta ha sido la de los niños. En particular, además de los cuidados sanitarios, es importante proceder para superar la discriminación y el miedo ligados a la enfermedad, que marginan a las víctimas. Reitero que para la Iglesia es importante un acercamiento global al problema, que no se limite a la simple terapia o prevención, sino que considere la totalidad de la persona y que apunte a la responsabilidad de cada individuo. Entonces la educación, la relación con la comunidad, el asumir responsablemente la vida matrimonial y familiar, se convierten en determinantes.

Es sabido que Uganda es uno de los Países más afectados por esta plaga. Por ejemplo, a finales de 1997 la incidencia de la infección de HIV en los adultos ugandeses era de un 9,51%. Fueron 1.700.000 los niños que en aquel período se quedaron huérfanos a causa de la enfermedad. Por otro lado, en Uganda, gracias a la prevención, se han dado grandes pasos hacia adelante en la lucha contra la enfermedad: en alguna zona rural el porcentaje de chicas entre los 10 y los 20 años con infección de HIV ha bajado de un 4,4% en 1989-90 a un 1,4% en 1996-97, dato de las Naciones Unidas de julio del 2000 (UNAIDS). Hemos querido favorecer un proyecto de recuperación en un País tan afectado, para manifestar que con la buena voluntad y con la ayuda de muchos es posible obtener resultados serios en este sector.

INTERVENCIÓN DE LA SRA. ROSE BUSINGYE

El mensaje hecho vida: un trabajo con los huérfanos de SIDA

Yo quiero agradecer al Santo Padre. Me permito decir que es también el padre de aquello que hago desde el principio. El testimonio que nos da sobre el valor humano, sobre el valor de la persona, nunca en mi vida me lo había demostrado nadie. Yo aprendo de esta infatigable insistencia sobre la conciencia de lo que el hombre es. Quiero agradecerLe, no tanto porque nos está proporcionando fondos, sino porque permite que mi persona no esté dividida.

Si la fe determina mi trabajo, entonces la unidad de mi persona está salvaguardada. Es decir, el sentido de responsabilidad frente a algo más grande.

Como todo, mi trabajo se refiere al hombre, es necesario que la fe revista la modalidad de mi obrar que engendra el sujeto justo y así uno sabe como tratar bien al otro.

Está de moda hacer proyectos diversos y es tan fácil confundir o sustituir al hombre con aquello que debemos o logramos hacer por él, que cuando las cosas no cuadran somos violentos con él y también con nosotros mismos.

Aquello que importa es el valor positivo, que la técnica ha utilizado, que el hombre no sea un objeto mecánico de mecanismos usados.

El hombre es una situación de necesidades. Si no percibimos esto, si no poseemos esta sensibilidad, es como pasar cerca de él con indiferencia.

En Uganda todos hacen proyectos, sea para distribuir preservativos, para defender los derechos humanos, para derrotar la pobreza, para defender las mujeres, los niños, etc., pero todos están frente a los proyectos, no ante las personas. La persona no es nadie, está reducida a sus problemas.

Por ejemplo, uno tiene SIDA o dolor de cabeza, nos situamos frente al SIDA, no frente a la persona con SIDA. No se cura un pedazo de hombre, se cura un hombre. Tocar una parte del hombre implica la totalidad de su organismo.

Yo trabajo con los enfermos de SIDA, niños, adultos y los huérfanos. Es una aventura, también divertida; me encuentro ante los deseos, caracteres, necesidades, tradición, comportamientos diferentes. Es interesante trabajar justo con aquello que se llama "hombre y sus necesidades".

¿Por qué ayudar a la gente? ¿Quiénes son para nosotros? ¿Y yo, quién soy?

El Meeting Point (M.P.) es una experiencia concreta de un grupo de amigos que se han encontrado frente al problema del HIV/SIDA, o porque les afecta personalmente, o a sus familias o a los amigos más queridos, deseando descubrir un sentido en el sufrimiento y en la muerte.

El objetivo de M.P. es el de no dejar solos ante la enfermedad y la muerte a los enfermos de SIDA, y esto ocurre a través de una compañía madura y cotidiana, y que tiene en cuenta todas las necesidades.

Nosotros ofrecemos, ante todo, una relación humana, una amistad que se profundiza con el tiempo y, gracias a esto, los enfermos, los niños descubren cómo hacer frente la realidad con libertad y con alegría, antes desconocida, y también nosotros crecemos con ellos.

Para Alice, 46 años, Hiv/Sida desde hace 10 años: desesperada. Buscaba medicinas para morir enseguida. No sabía que hacer con ella. Antes de ir a trabajar pasaba a visitarla, a veces estaba allí sin palabras, no podía ni consolarla. Después de una semana me dijo llorando: "Sabes, tenía a mi marido, tengo 6 hijos. La relación con mi marido era la única relación en donde me encontraba bien, me daba sentido. Ahora ya no está, es como si todo hubiese perdido sentido. Ya no tengo consistencia, estoy perdida, soy nada, quiero morir, ayúdame a morir enseguida. No se lo diré a nadie. Desde entonces han pasado 8 años. Muchos me acusan de haberle dado medicinas especiales, pesa casi 90 kilos y dice: "Basta con mirar a alguien que tiene el sentido de la vida y también ella vive ". Ahora hace de voluntaria en el Meeting Point, porque quiere hacer lo que yo hago.

Nuestra amistad con los enfermos y con sus familias es una escuela en donde aprendemos cómo amar verdadera y totalmente la vida de las personas y su destino. El preservativo y el miedo son un modo negativo, sin solución, de enfrentarse al desafío de la epidemia.

Nosotros ofrecemos una relación psicológica a los pacientes, a los jóvenes unas normas sanitarias y un correcto comportamiento sexual. Ya os he dicho que es una aventura trabajar con los adultos, los jóvenes y los niños; hay tanto que descubrir y hoy no se puede decir: "he entendido qué es lo que necesita el hombre".

Ha sucedido que me sentía satisfecha del tiempo, de los fondos, de la comida, de las medicinas que daba a mis pacientes. En cambio, ocurrió lo contrario, no obstante todo, a un cierto punto los niños en vez de ir al colegio se quedaban en la basura, rechazando hablar o se inventaban enfermedades para no ir a la escuela, se escondían debajo de las camas o detrás de la casa, o no querían comer. Los enfermos no querían tomar las medicinas, ni siquiera comer. Me entraban ganas de dejarlo todo y de marcharme. Así me vino esta pregunta: "¿Pero quiénes son ellos para mí? ¿Pero quién soy yo para ellos?

Hasta hace algún tiempo, en Uganda, cada uno sabía que pertenecía a la tribu, al clan, a la familia: sabía que era alguien. Ahora todo esto ha perdido significado: las familias están deshechas, las tribus ya no se ocupan de los intereses comunes, sino sólo de intereses particulares. Antes, el niño pertenecía a toda la tribu, era de un pueblo y así poseía una consistencia y una dignidad.

Ahora los niños, las mujeres se encuentran indefensos, sin dignidad, hasta convertirse en seres melancólicos, sin ganas de vivir y sin expectativas.

Ya no poseen un valor para sus familias, como de otra parte la mujer ya no posee valor para el marido, y el marido para la mujer. ¿Para quién se vive? ¿Para quién se casa? ¿Para quién se hacen los hijos?

Perdiendo el sentido de sí mismos, se pierde el sentido de todo. Habiendo perdido el punto que les daba sentido, ya no saben porque tienen que ir al colegio, o porque tienen que tomar las medicinas, o hablar, etc. Al final no se fían de nadie.

El trabajo que hemos intentado hacer ha sido, ante todo, establecer una relación con ellos: está claro que nosotros no estamos allí para sustituir a sus padres, pero también está claro que nosotros les queremos, que son importantes y que poseen un valor para nosotros. No se puede transmitir una idea de dignidad, expresada en la formula "ser alguien", sino desde el interior de una relación.

El M.P. está presente en los suburbios de Kampala, Hoima e Kitgum. Kampala es una ciudad construida sobre 7 colinas y a los pies de cada una hay una slum (barracas). Nosotros recorremos cada mañana estas slum. En la ciudad hay un gran número de enfermos de Sida, y crece, siempre más, el problema de los huérfanos. Si no se atienden, viven por las calles.

Al crecer la población, también la enfermedad se difunde y provoca una grande confusión de juicios y de sentimientos, en los que prevalecen el miedo, la vergüenza y el rechazo de los enfermos por parte de los parientes. Esto crea dificultad. No hay familias que acojan a los huérfanos, cuyo número aumenta.

De hecho, los más afectados por el SIDA son las mujeres y los hombres de edades entre los 20-45 años, o sea, la parte más activa de la población. La mayor parte de ellos muere tras largos sufrimientos y a menudo en pobreza, al haber tenido que abandonar el trabajo, y sin ayuda.

Actualmente estamos ayudando a casi 600 enfermos registrados en el Meeting Point, y a casi 1.000 huérfanos en toda la ciudad de Kampala.

Asistimos a los enfermos también desde el punto de vista médico, a través de visitas a domicilio y llevando medicinas a aquellos que no pueden hacer frente al gasto de un ingreso hospitalario.

Para los huérfanos una gran ayuda es el pago de las tasas escolares, para que muchos de ellos puedan asistir, al menos, a las escuelas primarias. Distribuimos alimentos y otros bienes de primera necesidad: mantas, jabón, cacerolas, etc.

Atendemos a las viudas y a los enfermos, también desde el punto de vista legal (problemas de herencia, adopción, etc.)

No estoy aquí para describirlo todo. Lo que me interesa comunicaros, y que me está más a pecho, es este hombre, aquello que se refiere al hombre. Sé que lo sabéis, pero trabajando con ellos, y partiendo de mí misma, es más evidente ver la debilidad porque yo no puedo estar de pié sola. Así es mucho más fácil intuir la grandeza del hombre y el inmenso valor que cualquiera de ellos posee.

El hombre es algo que posee dentro una complejidad y una variedad de conmoción, de rabia, de ira, de reacción, de ternura que es inconcebible en cualquier otro fenómeno de la naturaleza. Entonces, el tiempo que gastamos, el dinero, la comida, las medicinas, son instrumento para decirles que poseen un valor más grande que todo el valor del mundo, y que son responsables de ello y de su vida. No se trata de una responsabilidad colectiva: si no pasa a través de cada persona, no sirve de nada, es totalmente inútil. Por esto, es necesario contar con personas responsables a los que poder mirar. Para ser precisos al usar instrumentos hacia la persona, es necesario sentir mucho amor por la persona, sentir mucha estima por la persona.

Frente al dramatismo de la vida que tenemos en Africa: enfermedad, guerra, conflictos, para alcanzar nuestra felicidad se precisa de alguien que sienta pasión por nuestra dignidad, que sienta respeto por nuestra persona.

Mi maestro me decía que la novedad del mundo es si el hombre "pertenece", porque es en el pertenecer que todo cambia. De esto puede nacer una nueva sociedad, una nueva civilización.

Esto he visto pasar en mi vida y en la vida de las personas que atiendo. Parecía una cosa abstracta, en cambio he visto a las personas cambiar, a los enfermos que creía imposible que cambiasen, cambiar, y también me cambian a mí.

Los niños que me llaman mamá, porque han encontrado la vida; Vicky, prostituta, dice: "No se que es el M.P., pero lo que se es que hay personas que me quieren, y es por ellas que quiero vivir"; los niños de Akello; las mujeres en los campos de refugiados.

Vaya, ya he dicho que el pertenecer parece una cosa abstracta, en cambio es la conciencia de aquello que el hombre es, la responsabilidad hacia su dignidad cambia el rostro del mundo y puede alcanzar hasta romper también las estructuras. Lo que deseo es que el objeto de mi trabajo sea Uno, o sea la relación con un amigo. Y esta precisión de posición puede hacerme cambiar y crear una cosa nueva dentro de las estructuras.

Gracias

Ciudad del Vaticano, 9 de febrero 2001

 

top