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JEAN-PAUL II                  -                    JOHN PAUL II
                          GIOVANNI PAOLO II             -              JUAN PABLO II

 

Essere portatori di luce e di speranza

Nel cuore di un mondo che cambia, nel quale persistono e si aggravano ingiustizie e sofferenze inaudite, voi siete chiamati ad una lettura cristiana dei fatti e dei fenomeni storici e culturali. In particolare, dovete essere portatori di luce e di speranza nella società di oggi. Non lasciatevi ingannare da ingenui ottimismi, ma restate fedeli testimoni di un Dio che certamente ama questa umanità e le offre la grazia necessaria perché possa lavorare efficacemente alla costruzione di un mondo migliore, più giusto e più rispettoso della dignità di ogni essere umano. La sfida, che la cultura contemporanea rivolge alla fede, sembra proprio questa: abbandonare la facile inclinazione a dipingere scenari bui e negativi, per tracciare percorsi possibili, non illusori, di redenzione, di liberazione e di speranza.

Discorso ai partecipanti al Congresso della Conferenza Mondiale degli Istituti Secolari, 28-8-2000.

 

Cultural dialogue between Islam and Christianity

I have an especially warm recollection of my meeting with Grand Sheikh Mohammed Sayed Tantawi. We both expressed the wish for a new era of religious and cultural dialogue between Islam and Christianity. (…) In a world deeply marked by violence, it is bitterly ironic that even now some of the worst conflicts are between believers who worship the one God, who look to Abraham as a holy patriarch and who seek to follow the Law of Sinai. Each act of violence makes it more urgent for Muslims and Christians everywhere to recognize the things we have in common, to bear witness that we are all creatures of the one merciful God, and to agree once and for all that recourse to violence in the name of religion is completely unacceptable. Especially when religious identity coincides with cultural and ethnic identity it is a solemn duty of believers to ensure that religious sentiment is not used as an excuse for hatred and conflict.

To the new Ambassador of the Arab Republic of Egypt, 7-9-2000.

 

Respecter les diverses cultures

Le Canada est un grand pays et il comporte de nombreux groupes humains différents, qui contribuent à la richesse nationale. Il importe que toutes les cultures, dont certaines sont parmi les plus anciennes du Continent, soient pleinement reconnues et puissent prendre une part active à la vie sociale, dans le respect de leur spécificité et dans un souci naturel d’équité et de solidarité fraternelle. En effet, respecter les cultures, dont les membres sont appelés à agir avec harmonie et en syntonie, c’est favoriser le développement des personnes, l’entente entre toutes les composantes du pays, la cohésion sociale et l’intégration des forces vives de la nation, afin que toutes concourent au bien commun et à l’édification de la société.

À l’Ambassadeur du Canada près le Saint Siège, 12-10-2000.

 

The inviolable dignity of the human person

It is significant […] that, after their liberation from an alien ideology and totalitarian forms of government, the new democracies of Eastern Europe turned to the Council of Europe as the focus of unity for all the peoples of the continent, a unity which cannot be conceived without the religious and moral values which are the common heritage of all the European nations. Their desire to become parties to the European Convention on Human Rights reflects the will to safeguard the fundamental liberties which had for so long been denied them. In this respect, my conviction has always been that the peoples of Europe, East and West, deeply united by history and culture, share a common destiny. At the heart of our common European heritage – religious, cultural and juridical – is the notion of the inviolable dignity of the human person, which implies inalienable rights conferred not by governments or institutions but by the Creator alone, in whose image human beings have been made (cf. Gen 1:26). […]

The Fiftieth Anniversary of the Convention is a time to give thanks for what has been achieved and to renew our commitment to making human rights ever more fully and widely respected in Europe. It is therefore a time to recognize clearly the problems that must be addressed if this is to happen. Fundamental among these is the tendency to separate human rights from their anthropological foundation – that is, from the vision of the human person that is native to European culture. […]

For all the problems now evident and the challenges which lie ahead, we must be confident that the true genius of Europe will emerge in a rediscovery of the human and spiritual wisdom intrinsic to the European heritage of respect for human dignity and the rights which stem from it. As we move into the third millennium, the Council of Europe is called to consolidate the sense of a common European good. Only on this condition will the continent, East and West, make its specific and uniquely important contribution to the good of the entire human family.

Address on the occasion of the commemoration of the fiftieth anniversary of the European Convention on human rights, 3-11-2000.

 

Ser cristiano en la política y la legislación

La política es el uso del poder legítimo para la consecución del bien común de la sociedad. Bien común que, como afirma el Concilio Vaticano II, "abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social con las que los hombres, familias y asociaciones pueden lograr más plena y fácilmente su perfección propia" (Gaudium et spes, 74). La actividad política, por tanto, debe realizarse con espíritu de servicio. Muy oportunamente, mi predecesor Pablo VI, ha afirmado que "La política es un aspecto [...] que exige vivir el compromiso cristiano al servicio de los demás" (Octogesima adveniens, 46).

Por tanto, el cristiano que actúa en política – y quiere hacerlo "como cristiano" – ha de trabajar desinteresadamente, no buscando la propia utilidad, ni la de su propio grupo o partido, sino el bien de todos y de cada uno y, por lo tanto, y en primer lugar, el de los más desfavorecidos de la sociedad. En la lucha por la existencia, que a veces adquiere formas despiadadas y crueles, no escasean los "vencidos", que inexorablemente quedan marginados. Entre éstos no puedo olvidar a los reclusos en las cárceles. […] Movido por las numerosas súplicas que me llegan de todas partes, renuevo también hoy aquel llamado [una señal de clemencia en favor de todos los presos], convencido de que un gesto así les animaría en el camino de revisión personal y les impulsaría a una adhesión más firme a los valores de la justicia.

Ésta tiene que ser precisamente la preocupación esencial del hombre político, la justicia. Una justicia que no se contenta con dar a cada uno lo suyo sino que tienda a crear entre los ciudadanos condiciones de igualdad en las oportunidades y, por tanto, a favorecer a aquéllos que, por su condición social, cultura o salud corren el riesgo de quedar relegados o de ocupar siempre los últimos puestos en la sociedad, sin posibilidad de una recuperación personal. […]

En realidad, para vencer el egoísmo de las personas y las naciones, lo que debe crecer en el mundo es el espíritu de solidaridad. Sólo así se podrá poner freno a la búsqueda de poder político y riqueza económica por encima de cualquier referencia a otros valores.[…]

Las leyes, sean cuales fueren los campos en que interviene o se ve obligado a intervenir el legislador, tienen que respetar y promover siempre a las personas humanas en sus diversas exigencias espirituales y materiales, individuales, familiares y sociales.[…]

En la actual sociedad pluralista, el legislador cristiano se encuentra ciertamente ante concepciones de vida, leyes y peticiones de legalización, que contrastan con la propia conciencia. En tales casos, será la prudencia cristiana, que es la virtud propia del político cristiano, la que le indique cómo comportarse para que, por un lado, no desoiga la voz de su conciencia rectamente formada y, por otra, no deje de cumplir su tarea de legislador. Para el cristiano de hoy, no se trata de huir del mundo en el que le ha puesto la llamada de Dios, sino más bien de dar testimonio de su propia fe y de ser coherente con los propios principios, en las circunstancias difíciles y siempre nuevas que caracterizan el ámbito político.[…]

En muchos hombres de nuestro tiempo domina el miedo y la incertidumbre: ¿hacia dónde vamos? ¿cuál será el destino de la humanidad en el próximo siglo? ¿a dónde nos llevarán los extraordinarios descubrimientos científicos realizados en estos últimos años, sobre todo en campo biológico y genético? En efecto, somos conscientes de estar sólo al comienzo de un camino que no se sabe dónde desembocará y si será provechoso o dañino para los hombres del siglo XXI.

Nosotros, los cristianos de este tiempo formidable y maravilloso al mismo tiempo, aun participando en los miedos, las incertidumbres y los interrogantes de los hombres de hoy, no somos pesimistas sobre el futuro, puesto que tenemos la certeza de que Jesucristo es el Dios de la historia, y porque tenemos en el Evangelio la luz que ilumina nuestro camino, incluso en los momentos difíciles y oscuros.[…]

Discurso al Jubileo de los gobernantes y de los parlamentarios, 4-11-2000.

 

Vivre l’engagement politique comme un service

La loi humaine, si elle est juste, n’est jamais contre la liberté, mais à son service. C’est ce que le sage païen avait déjà perçu lorsqu’il déclarait : " Legum servi sumus, ut liberi esse possimus " – " Nous sommes les esclaves des lois, pour pouvoir être libres " (Cicéron, De legibus, II, 13).

Cependant, la liberté à laquelle Cicéron fait référence se situe principalement au niveau des relations extérieures entre les citoyens. Comme telle, elle risque de se réduire à un équilibre convenable entre des intérêts respectifs, et à la rigueur entre des égoïsmes contradictoires. Au contraire, la liberté à laquelle fait appel la Parole de Dieu s’enracine dans le cœur de l’homme, un cœur que Dieu peut libérer de l’égoïsme, le rendant capable de s’ouvrir à l’amour désintéressé. […]

Un homme politique chrétien ne peut pas faire autrement que de se référer aux principes que la doctrine sociale de l’Église a développés au cours de l’histoire. […] Certes, dans l’application de ces principes à la réalité politique complexe, il sera souvent inévitable de rencontrer des domaines, des problèmes et des circonstances qui peuvent légitimement donner lieu à des évaluations concrètes différentes. Mais en même temps, on ne peut justifier un pragmatisme qui, même en ce qui concerne les valeurs essentielles et fondatrices de la vie sociale, réduirait la politique à une pure médiation d’intérêts ou, pire encore, à une question de démagogie ou de calculs électoralistes. […]

Cela prend une importance particulière dans la période actuelle d’intenses transformations, qui voit apparaître une nouvelle dimension de la politique. Le déclin des idéologies s’accompagne d’une crise des formations politiques, qui pousse à entendre de manière renouvelée la représentation politique et le rôle des institutions. Il convient de redécouvrir le sens de la participation, en engageant davantage les citoyens dans la recherche de voies opportunes pour aller dans le sens d’une réalisation toujours plus satisfaisante du bien commun.

Dans un tel engagement, le chrétien se gardera de céder à la tentation de l’opposition violente, souvent source de grandes souffrances pour la communauté. Le dialogue reste l’instrument irremplaçable pour toute confrontation constructive, au sein même des États comme dans les relations internationales. Et qui pourrait assumer cette " charge " du dialogue mieux que l’homme politique chrétien qui, chaque jour, doit se confronter avec ce que le Christ a qualifié de " premier " des commandements, le commandement de l’amour ? […]

Homélie de la Messe du Jubilé des responsables de gouvernement, des parlementaires et des hommes politiques, 5-11-2000.

 

Cultura e santità: binomio vincente

Vengo a gioire con voi per due significativi ottantesimi: quello dell’Università Cattolica del Sacro Cuore e quello dell’Istituto "Giuseppe Toniolo" di Studi Superiori, a cui il Padre Gemelli, l’ardente francescano che sta alle vostre origini, affidò la fondazione della stessa Università Cattolica e il compito di farsene nel tempo sostenitore e garante. A giudicare dalla vitalità che l’Università ha dimostrato in questi ottant’anni, quel compito è stato efficacemente assolto. La stessa intitolazione dell’Istituto al Venerabile Toniolo, che preparò i tempi e il terreno dell’Università con una vita interamente spesa alla causa della "cultura cristiana", è stata come un’indicazione programmatica posta nel codice genetico di questo Ateneo. Consacrato con santa audacia al Sacro Cuore, esso vive da allora per mostrare l’intima armonia di fede e ragione e formare al tempo stesso professionisti e scienziati che sappiano attuare una sintesi tra Vangelo e cultura, sforzandosi di fare dell’impegno culturale una via di santità.

Cultura e santità! Non dobbiamo temere, nel pronunciare questo binomio, di operare un accostamento indebito. Queste due dimensioni, al contrario, se ben comprese, si incontrano in radice, si alleano con naturalezza nel cammino, si ritrovano congiunte nella meta finale.

Si incontrano in radice! Non è forse Dio, il tre volte Santo (cfr Is 6, 3), la sorgente di ogni luce per la nostra intelligenza? Dietro ogni nostra conquista culturale, se andiamo al fondo delle cose, fa capolino il mistero. Ogni realtà creata, infatti, rinvia al di là di se stessa a Colui che ne è la scaturigine ultima e il fondamento. L’uomo, poi, proprio mentre indaga ed impara, riconosce il suo statuto di creatura, sperimenta uno stupore sempre nuovo di fronte agli inesauribili doni del Creatore, si proietta con l’intelligenza e la volontà verso l’infinito e l’assoluto. Una cultura autentica non può non portare il segno della salutare inquietudine stupendamente scolpita da Sant’Agostino nell’esordio delle sue Confessioni: "Ci hai fatti per Te, e il nostro cuore è inquieto, finché non riposa in Te" (Conf., I, 1).

Pertanto, l’impegno culturale e l’impegno spirituale, lungi dall’escludersi o dall’essere in tensione tra loro, si sostengono a vicenda. L’intelligenza ha certo le sue leggi e i suoi percorsi, ma ha tutto da guadagnare dalla santità della persona in ricerca. La santità, infatti, pone lo studioso in una condizione di maggiore libertà interiore, ne arricchisce di senso lo sforzo, ne sostiene la fatica con il contributo di quelle virtù morali che plasmano uomini autentici e maturi. L’uomo non si può dividere! Se ha un valore l’antico motto "mens sana in corpore sano", a maggior ragione si può dire: "mens sana in vita sancta". L’amore di Dio, con la coerente adesione ai suoi comandamenti, non mortifica, ma esalta il vigore dell’intelligenza, favorendo il cammino verso la verità. Cultura e santità è perciò il binomio "vincente" per la costruzione di quell’umanesimo plenario di cui Cristo, rivelatore di Dio e rivelatore dell’uomo all’uomo (Gaudium et Spes 22), è il modello supremo. Di questo umanesimo le aule di un’Università Cattolica devono essere come un laboratorio qualificato.

E’ provvidenziale, a tal proposito, che questo mio incontro con voi coincida col decimo anniversario della Costituzione Apostolica "Ex corde Ecclesiae", da me firmata il 15 agosto 1990. In essa, com’è a voi ben noto, ho delineato le caratteristiche imprescindibili di un’Università Cattolica, definendola "luogo primario e privilegiato per un fruttuoso dialogo tra Vangelo e cultura" (ivi, 43). Permettete che io vi riconsegni questo documento, affidandolo ad una vostra rilettura attenta e operosa, perché la vostra Università, onorando pienamente l’intuizione del suo Fondatore, incarni sempre meglio questo ideale. Esso non vi separa dal tessuto delle altre Università, ed ancor meno dal dialogo costruttivo con la società civile, ma vi chiede di essere presenti con uno specifico contributo, tenendovi ancorati alle esigenze cristiane ed ecclesiali inscritte nella vostra identità. Siate fino in fondo discepoli della verità, anche quando questo dovesse costare incomprensione e solitudine. La parola di Gesù è perentoria: "La verità vi farà liberi" (Gv 8, 32).[…]

In questo stesso spirito apprezzo vivamente la testimonianza che oggi l’Università Cattolica ha inteso dare con il documento firmato da alcuni illustri vostri docenti sul tema "Sviluppo scientifico e rispetto dell’uomo", con specifico riferimento al problema dell’utilizzo degli embrioni umani nella ricerca sulle cellule staminali. Su temi come questi, è in gioco non qualche aspetto peregrino della cultura, ma un complesso di valori, di ricerche e di comportamenti da cui molto dipende del futuro dell’umanità e della civiltà.

Continuate, carissimi docenti ed alunni, in questo appassionante cammino di una ricerca sempre rigorosa sotto il profilo scientifico, ma al tempo stesso attenta alle dimensioni dell’etica, alle esigenze della fede, alla promozione dell’uomo.

Discorso all’Università Cattolica del Sacro Cuore di Roma per l’inaugurazione dell’Anno Accademico, nell’80° anniversario della costituzione dell’Istituto Giuseppe Toniolo di Studi Superiori, 9-11-2000.


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