P. Cremona Spagnolo
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La atención al enfermo en los Padres de la Iglesia

1. De donde proviene el mal
El argumento que trataremos - Cuidado al enfermo y enfermedad como mal en general -, nos lleva a reflexionar sobre acontecimientos muy lejanos, que nuestra memoria y la historia humana no abarcan; y la narración que llega a nosotros, además del drama congénito de cada hombre, es de carácter religioso o mitológico.
El hombre, por su natural instinto, tiende a una felicidad integral y estable; la espera; pero, no obstante esta vocaci ón connatural, este sueño divino, es el ser sobre la tierra que más sufre, sea espiritual que físicamente.
Conciliar estas dos tendencias reales y concretas, la necesidad de felicidad y la negación de la misma, constituye el perenne drama del hombre.
Además, aquel que en la concepción de la existencia profesa una fe en un Ser absoluto, trascendente, infinitamente perfecto, causa única del universo y de todas las criaturas, al encontrarse frente al dolor, no puede dejar de interrogarse sobre un problema fundamental; la fatiga de atravesar una frontera para entrar en la zona metafísica y misteriosa que implica la responsabilidad de Dios: ¿De dónde proviene el mal del cual el hombre, contradicho por un instinto de felicidad, es la víctima principal? Y esto no obstante que ¡la empresa que lo ha fabricado ofrece todas las garantías!
Me gustaría saber traducir en dos frescos de Miguel Angel la descripci&o;acute;n del mundo y del hombre (que es el inquilino principal y más responsable) que hace San Agustín en la Ciudad de Dios sobre el contraste entre belleza y horror del mundo, del cual el hombre es el sujeto.
El mundo (¡donde se desarrolla nuestra vida!), visto en el reino mineral, vegetal, animal y espiritual, es de una encantadora armonía y belleza...
Y el hombre habría querido gozar serenamente del mundo en la amistad con Dios, hasta su voluntaria acogida en la pat ria celestial.
Agustín dice sobre el cuerpo humano: "Sería tal el goce de la belleza racional incluso de las partes interiores y menos nobles del cuerpo humano, si las conociéramos - escribe -, hasta el punto de juzgarlas agradables y preferirlas a cualquier otra forma visible según el juicio del espíritu que se sirve de los ojos. Algunos médicos denominados anatomistas han dividido con atención los miembros humanos, hasta el punto de que no saben si esos miembros, por la armonía del conjunto, han sido hechos para una determinada función o bien por la belleza.
Ninguna de estas partes está destinada a una función útil sin posser también una propia belleza...".
Finalmente, habla de las maravillas del ingenio, de sus realizaciones técnicas (ya en sus tiempos); de sus producciones artísticas en la literatura, en el arte de la pintura y de la escultura... "Llegará un día - dice - en que gozaremos el uno del otro únicamente por nuestra belleza..." (Cf. Ciudad de Dios XXII, 24, 22).
Pero esa belleza y el goce de la misma están en un contraste permanente con la realidad histórica que sobre todo el hombre advierte y sufre. Choca la contradicción entre la belleza derrochada en el creado, entregada para el goce del hombre y la contaminación en la que el hombre se ha sumergido, artífice obligado y víctima de ella. Por muy materialistas que sea mos, no podemos aceptar ser únicamente como juguetes que se destrozan...
"Res sacra miser!", exclama Séneca: el que sufre, en el alma o en el cuerpo, es un ser sagrado; es decir digno de respeto, de piedad, de solidaridad...
¿De dónde proviene el mal?
Es una pregunta difícil de contestar; la tribulación insuperable de muchos espíritus y no solamente de san Agustín que por este motivo abrazó durante muchos años la doctrina maniquea: dos principios en lucha, el principio del bien y el principio del mal; de la luz y de la tiniebla; del espíritu y de la materia; que culmina luego en la desesperación por encontrar la verdad. Si se parte de la exper iencia del mal en el mundo, terminamos siendo pesimistas o escépticos.
Si Dios es un ser de infinita bondad, un océano del cual todo nace y que todo lo comprende, y si la criatura está sumergida como si fuera una esponja - razonaba Agustín - ¿cómo es posible que esta esponja esté completamente impregnada de contaminación? ¿De dónde la ha absorbido? Se acercó por primera vez a la Biblia (el pecado del hombre libre contra Dios creado r, rebelión de su libertad para ser dueño de una felicidad autónoma, sin Dios); racionalismo, orgullo; falta de humildad y de racionalidad; rechazo de lo sobrenatural y de la gracia, lo indujeron a dejar de lado la Biblia ¡como un libro de fábulas de baja literatura! Muy joven abandonó la fe cristiana de su madre Mónica.
La recuperación de estos valores sobrevino en él con mucha fatiga, y gracias a filósofos no cristianos: Ciceró n (que en el Hortensio demostraba la vanidad de los valores terrenos, inmanentes, en favor de los valores espirituales, inmutables, trascendentes); Plotino que, basándose en Platón, demostraba la espiritualidad, el absoluto, la bondad infinita de Dios. Y Plotino explicaba el mal no como una sustancia, sino como un verdadero vacío de sustancia, precisamente la falta indebida de la presencia de Dios (Conf. VII, 10,16: "Y ví una luz...").
Más adelante, Ambrosio (a quien e scucha inicialmente sólo para satisfacer el gusto literario por su elocuencia latina, el nuevo Cicerón; más adelante, lo escucha por el interés sustancioso de sus prédicas bíblicas); finalmente, las Cartas de Pablo; la epístola a los Romanos (el dolor y la muerte han entrado en el mundo a través del pecado del hombre libre) que la misteriosa voz del niño le invitó a leer (toma y lee) y provocó en él la fulguración de la gracia y la conversión inmediata al cristianismo, en el jardín de su casa en Milán.
Como decía, el drama de Agustín ha sido el drama de muchos espíritus, incluso intelectual y moralmente elegidos; pero, diría, que es el drama también de cada uno de nosotros.
Aquella rebelión original, que en nuestros padres fue una culpa personal grave, un test si la libre voluntad del hombre hubiera aceptado la superioridad de un Dios personal y libe ral, su don gratuito; si hubiese elegido permanecer definitivamente de la parte de Dios; esa rebelión llega a sus descendientes como un vacío, una herencia patológica, una riqueza perdida que ya no puede ser transmitida y que ha dejado una profunda herida en todo el organismo; generando orgullo, ignorancia, superficialidad y desatención para buscar la lejana causa real del empobrecimiento y de la infelicidad.
Si el hombre es una criatura de Dios, no podía ser creado si no en la felicidad y para la felicidad.
De manera que es necesario hacer la diagnosis de este mal original, como se hace para todo mal; a través de una búsqueda filosófica, aceptando la luz de una revelación sobrenatural. (Platón y la navegación humana: la vela, el remo..., "salvo que no se disponga de un transporte más seguro como sería una revelación divina..." Cf. Fedón 85A/86B).
Que el mal radical del que sufre el hombre haya s ido una culpa del orgullo inicial no es la doctrina solamente de la Biblia donde encontramos la narración de nuestra misteriosa condición; pertenece a todas las culturas, a todas las religiones y a todas las mitologías.
En el otoño del 385, Agustín decidió tomar por segunda vez la Sagrada Escritura que había dejado de lado considerándola indigna de su estética leteraria.
Fue obligado a tomarla con mayor humildad por la crisis moral y rel igiosa en que se encontraba y esta vez la definió como una obra maestra de pedagogía; una pinacoteca con una entrada pobre; pero una vez adentro ¡qué esplendor de arte!
El Génesis expone el hecho de la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal; Adán, con Eva, desobedecieron.
San Pablo comenta: Por el pecado de uno solo, el desorden, los males y la muerte han entrado en el mundo...
Hay una ley en mi carne que está en contraste con la ley de mi espíritu; por tanto no hago lo que quisiera, sino que no quisiera... ¡Pobre de mí! ¿Quién me podrá liberar de este cuerpo de muerte?
La respuesta fue:
¡La gracia! Te baste mi gracia...
El hombre fue creado en la gracia.
Y la gracia sobrenatural y santificante es amistad con Dios.
Pero esta amistad determina una intimidad amorosa, una comparticipación de naturaleza.
Debía ser confirmado por una prueba: par a que el hombre, creado a imagen de Dios, con una voluntad libre que pudiese escoger y una inteligencia clara para elegir lo justo, se volviese el dueño estable de su condición feliz, junto a Dios.
En cambio, pretendió ser feliz sin Dios, perdió la apuesta, la dignidad de amigo y precipitó...
Y perdió no sólo la gracia, sino también algo más.
Por ejemplo, la integridad: la armonía entre lo sensible y lo inteligible, entre los se ntidos y la voluntad... De aquí la contradicción interior en cada hombre: ley de la carne contra la voluntad del espíritu... (San Pablo).
Perdió la inmortalidad física, de su vida corporal: (nuestro cuerpo, un edificio construido de materia por su naturaleza destinada a destruirse...).
Queridos amigos: si no nos convencemos de esta diagnosis, si no se vuelve a partir de estas verdades, de esta lejana pero siempre luminosa revelación, no se entiende nada de la vida: ¡ todo se vuelve oscuro! ¡Y la humanidad camina hoy en la oscuridad: rechazo de lo sobrenatural, de la gracia; autosuficiencia!
Es necesario curar al mismo tiempo a las almas y a los cuerpos.
De lo que acontece en el mundo, por la falta de valores morales, a veces dudamos si queremos aprender a curar al menos a los cuerpos: ¡mala sanidad!
La sustancia de la narración bíblica, no es el judaísmo o el cristianismo; no es confesionalismo.
Es una verdad, q ue llevaba incluso a los paganos a interrogarse:
Video meliora proboque, deteriora sequor... (Ovidio)
Veo lo mejor y me apego a lo
peor... (Petrarca)
Es la misma tesis de la Biblia y de Pablo.
El pecado: es el manantial del cual ha iniciado a correr el río de nuestro mal moral e incluso del dolor físico y de las enfermedades corporales.
La muerte entró con el dolor y se volvió protagonista...
"La inmensa corrupción por la cual nos vemos oprimidos a ca usa de aquella transgresión; la agitación de muchos sentimientos fuertes que se contrastan entre sí, no debería hacernos pensar que fue un acto moral pequeño y liviano, aquel..." (Ciudad de Dios l.14, c.12).

2. La Redención en la Encarnación
Pero justamente de este abismo nacieron el renacimiento y el optimismo cristiano.
Debía ser un drama irreversible.
Pero Dios aceptó el desafío del hombre y se desquitó con un gesto de misericordia, mucho más grande de la creación del universo, aunque también de mayor riesgo.
Dios ha amado tanto al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para la salvación del mundo...
El misterio de fe que, uno lo admita o no, une al hombre a Dios inc luso cuando es rebelde y huye de El, nos ofrece el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que se reviste de la naturaleza humana, toma en sí nuestros pecados y nuestros dolores, acepta la muerte para redimir al hombre. ¡Paradójico!
Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia...
La encarnación de Cristo, Verbo de Dios, es un dogma desconcertante, aceptable sólo por una explícita e insistente revelación de Dios, que ha iniciado y está unida justamente al pecado del hombre.
¿Por qué es desconcertante?
Porque la razón humana (ver Platón y Aristóteles) llega a conocer la naturaleza de Dios: espiritual, inmutable, absoluto, trascendente, infinitamente bueno, fuente del ser... ¡Llega a descubrir al mismo Verbo de Dios!.
Pero si yo dijese a Platón: Aquel Dios del cual me estás hablando y que defines como el sumo bien del hombre, yo lo he encontrado por las calles de Pa lestina, lo he visto sufrir y morir por la salvación del hombre; ha resuscitado de la muerte y nos guía a la vida eterna, almas y cuerpos..., pues bien, Platón se reiría en mi cara como si estuviera diciendo una herejía filosófica. Lo absoluto no puede transformarse en contingente, lo eterno no puede volverse temporal, lo espiritual por esencia, el acto puro no puede volverse corporal y sensible... La Encarnación, el dogma más inefable del cristianism o, pero el más difícil, abre a la inteligencia humana aglo así como una ventana para acoger la luz solar de la intimidad de Dios: "Cree para poder razonar; razona para poder creer...".
El dogma de la encarnación tiene tal alcance para la humanidad, que no se reduce a los límites de una confesión religiosa: tiene el valor de la universalidad.
La persona del Verbo que permanece con su naturaleza divina, no sólo se une históricamente a la naturalez a humana, sino que comparte la humillación, el dolor físico y moral y la muerte; en una dimensión que es la suma de todas las humillaciones, de todos los dolores, de todas las muertes de la historia.

3. Cristo, el hombre del dolor
Isaías: Siervo de Jahvéh (Is cap. 42-53).
Agonía de Cristo en el Getsemaní: la tragedia humana universal, en primera visión tridimensional; desde Adán, Abel... hasta el suspiro del último hombre; exudación de sangre: fenómeno que los médicos denominan hematidrosis, unido a graves alteraciones del sistema nervioso: "Triste está mi alma, hasta la muerte...".
Desde que nace, Cristo no deseó nada más sino morir por amor del hombre: "Debo recibir un bautismo; estoy angustiado hasta que no lo reciba...".

4. La atención al enfermo en los Padres de la Iglesia
Los Padres de la Iglesia representan la continuidad y la interpretación auténtica del mensaje de Cristo y de la doctrina de la Iglesia.
Hombres de santidad y de ingenio.
Grandes filósofos que han recuperado y reelaborado el pensamiento de los filósofos griegos pre-cristianos; grandes teólogos y exegetas expertos del lenguaje de Dios y de las antiguas civilizaciones humanas.
Entramos aquí en nuestro tema.
El cuidado al enfermo: aspecto sensible de la Red ención, aparentemente secundario: se trata de atender a los cuerpos, mientras a Dios interesan las almas; pero el hombre es un unum integral en su conjunto: Si no amas al hombre que se ve, ¿cómo puedes amar a Dios que no ves? Por tanto, se trata de un aspecto no secundario, sino por lo menos aeque principalis. El amor de Dios es hacia el hombre integral; inseparable en su valor espiritual y corporal; un amor gratuito, no merecido, que lo reintegra a la amistad recíproca entre homb re y Dios; entre hombre y hombre; nuevo derecho a una vida de felicidad infinita compartida con Dios mismo. Dios es amigo leal para el hombre: animae dimidium meae! Quién es mi prójimo? ¡El vicario de Dios!
La redención cristiana nos ha donado una Iglesia madre, maestra, experta de humanidad; ¿cómo podría quedarse la humanidad sin la Iglesia de Cristo, que aún sabiendo que existe y actúa, no le escucha, le vuelve las espaldas y escucha otros mag isterios?
La redención nos ha donado el sacerdocio (ministerial y aquel de cada bautizado). Nos ha donado la gracia; más abundante de aquella original, si bien en el nuevo orden nos hemos quedado sujetos al dolor, a la enfermedad, a la muerte y a la lucha por el bien.
He aquí que todo cambia:
El dolor y la muerte no son más un castigo..., sino motivo de expiación, de mérito (¡pensad en el sufrimiento inocente); se vuelve fundamental (de parte de Crist o totalmente entregado; de parte del hombre, participación).
La bellísima frase de san Pablo: (con mis sufrimientos...) "Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo...", en la Iglesia, en mí (Col 1, 24).
Otro milagro: el dolor (físico y moral): puede transformarse en motivo de grande gozo: "Rebozo de alegría en cada tribulación... No son proporcionados los sufrimientos de este mundo en comparación con la glori a futura que nos espera..." (San Pablo).
La cruz, de signo de ignominia, se convierte en bandera de triunfo.
"El que no toma cada día su cruz y me sigue, no es digno de mí...".
Atención al enfermo; a la desventura física: signo visible de la mesianidad: "Id y anunciad a Juan: los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos hablan, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios; y a los pobres se les anuncia la buena nueva...". ¡La caridad, el amor, la solidaridad! Sin n inguna barrera, incluso frente al enemigo: El Buen Samaritano..., que se detiene ante el desventurado, lo cuida, y sobre su jumento (ambulancia de ese tiempo), lo aloja por su cuenta en una posada, primer Hotel-Dieu, como se denominaron en Francia a los hospitales

5. Iglesia - Padres - Enfermos
Cristo funda la Iglesia y de ella es la piedra angular; desde hace veinte siglos ella, con su magisterio garantizado, vigila sobre la humanidad y la guía. Hace algunos domingos, Juan Pablo II ha recordado los 30 años de la Constitución del Concilio Gaudium et Spes, que ha abordado - ha dicho - "los problemas de la época contemporánea: el matrimonio y la familia, la cultura, la realidad económico-social, la política, la promoción de la paz y la solidar idad entre los pueblos...".
Iglesia, esposa... sin mancha ni arruga...: Cuerpo místico y visible de Cristo a lo largo de los siglos ("Cristo-Total...").
La raíz es El, el árbol bueno no puede producir frutos malos: "Radicados y fundados en la caridad...". En la Iglesia, como en una mina, tenemos la vena de oro de la caridad.
Inmediatamente después de ser fundada, hay solución de continuidad entre la obra de Cristo y de la Iglesia naciente: La Iglesia busca y reco ge al enfermo como hacía Cristo.
"Llevaban (a Pedro) los enfermos para que al menos su sombra los curase...".
Eucaristía: ¡sacramento de piedad, signo de unidad o vínculo de caridad!: a los enfermos: curar, suavizar, confortar... (Justino).
Iglesia aspotólica y predicación de Cristo que sufre...
Pedro: "Permaneced fuertes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos esparcidos en el mundo sufren vuestro mismo sufrimiento..." (1P 5,9). ¡Solidaridad!
"C risto... se ha hecho obediente hasta la muerte, y a la muerte de cruz..." (Flm 2,8).
"Canceló la nota de cargo que había contra nosotros... y la suprimió clavándola en la Cruz..." (Col 2, 14).
"En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo..." (Gal 6,14);
"Pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado..." (1 Cor 2, 2).
"Pues los que son de Cristo Jesús, han cruci ficado la carne con sus pasiones y sus apetencias..." (Gal 5, 24; 1Cor 1, 13);
"Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los genti-les..." (1Cor 1, 23).
Colecta entre las Iglesias de Asia de Pablo en favor de la Iglesia empobrecida de Jerusalén.
La Iglesia y sus apóstoles, fieles a la enseñanza de su Maestro, se interesaron tanto de las almas como de los cuerpos.
La religión cristiana es la única: prome te al cuerpo, junto con el alma, la vida eterna...
Antes de Cristo hubo el estoicismo: substine et abstine... Resistencia al dolor.
Cristo nos da la capacidad de superar el sufrimiento y sonreir: S. Francisco y la curación de los ojos con planchas encandecentes... La enferma en un pulmón de acero: "Mi Ferrari deportiva,'testata rossa'... ".
"Cuántos han resistido a la violencia del dolor mirando al Crucifijo para asemejarse a él"... Chataubriand (Genie du Christianisme, passim)
La caridad cristiana que distingue a los cristianos del resto de los hombres, desconocida por los antiguos, ha nacido con Jesucristo y en su Evangelio fue el sello de la renovación de la naturaleza humana.
Los primeros cristianos pusieron en común sus bienes para ayudar a los necesitados, a los enfermos y a los peregrinos.
¡Así nacieron los hospitales!
Desde ese momento, las obras de misericordia no tuvieron más barreras y fue como un desborde de la mis ericordia sobre la miseria, hasta ese momento despreciada, algo así como buscarla: tanta miseria y tanta caridad...
Se nos pregunta: Pero ¿cómo hacían los antiguos sin lugares para los enfermos, sin hospitales?
Para deshacerse de los pobres y de los infelices, ellos tuvieron dos soluciones que el cristianismo no conoció: ¡el infanticidio y la esclavitud! ¿Se encuentran ruinas de nosocomios entre los antiguos monumentos de Roma o de Atenas?
Alguna localid ad termal, dedicada a la divinidad, tenía cierta apariencia de una estructura sanitaria, como Epidauro.
(Lucrecio: Mussabat tacito medicina pavore... [peste de Atenas].
(Marcial: Me sentía un poco mal; llamé al médico Eliodoro que vino con el grupo de sus discípulos; cuarenta manos frías me tocaron el vientre: no tenía fiebre, ¡ahora la tengo!).
Conforme la Iglesia logra la libertad de acción, (período apostólico; grandes m onjes; luego los grandes Padres de Oriente y de Occidente), surgieron hospitales, leproserías, lazaretos (del nombre evangélico del pobre Lázaro de la parábola), donde hacían voluntariado los monjes y simples cristianos quienes con gozo y sin repugnancia soportaban la visión de todas las miserias humanas, para servir a Cristo en su persona y en los hermanos enfermos.
"Estaba enfermo y me habéis visitado, asistido, cuidado...".

6.Algunos ejemplos
San Basilio fundó una ciudad-hospital cerca de Capadocia; la llamaron Basiliade.
Juan Crisóstomo, el más grande orador cristiano, llamado también panegirista de la limosna, fue enviado en exilio por la emperadora Eudosia a quien había denunciado públicamente por haber usurpado el viñedo de una viuda destinado al hospital de los pobres que él administraba. Protector y defensor de la gente pobre, tuvo la consolación de ser defendido por ellos contra los potentes que lo perseguían. La asistencia a los enfermos daba a Juan Crisóstomo la oportunidad de conocer a los médicos y a su humanidad en la asistencia a los enfermos terminales (el enfermo tiene una sicología fragil y exigente; una pequeñez puede deprimirlo).
Narra de un enfermo alcoholizado que se desvivía por un poco de vino. El médico, comprensivo, hizo preparar una jarra de arcilla mezclada con vino, la hizo quemar en el horno y, una vez llenada de agua fresca, cerradas las persianas para oscurecer la habitación, la dio al enfermo que, engañado por el olor de vino, la tomó satisfecho. Crisóstomo alaba la sensibilidad del médico.
San Girólamo, en la Carta LXXVII a Océano, no terminaba de exaltar a una cierta Fabiola, de quien se decían muchas cosas, pero se había convertido, y había edificado por cuenta propia un hospital para los pobres.
"Ha sido la primera que ha construido un hospital para acoger a todos los enfermos que encontraba por las calles: narices corroídas, ojos vacíos, pies y manos secas, vientres hinchados, piernas esquelétricas, carnes podridas con un hormiguero de gusanos... Cuántas veces, personalmente ella ha cargado a enfermos de lepra... Les daba de comer y hacía beber a aquellos cadáveres vivientes una taza de caldo..." (Carta LXXVII).
Agustín de Hipona, narra su biógrafo Posidio, iba so lo a las casas donde habían huérfanos y enfermos; en la Regla para los monjes tiene un buen capítulo para la asistencia a los enfermos; presenta a Jesús como el gran médico de la humanidad que no prescribe la receta para el farmacéutico, sino confecciona la medicina con la propiasangre, en el taller de su Humanidad. "Venid a mí todos los que estáis cansados...; os reconfortaré".
Tiene un hermoso sermón sobre la Transfiguración de Cristo, cuando Pedro exclama: "Rabbi, es bueno estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para tí, otra para Moisés y otra para Elías" (cf. Mc 9, 4; Mt 17, 4).
Interviene el santo Doctor: "Calma, Pedro... ¡Cierto que es hermoso...! Pero no ahora. Baja, hay pobres que debemos asistir, enfermos que curar, evangelio que predicar y dar testimonio... Baja inmediatamente; la visión vendrá después...".
Es análogo el comentario al episodio d e Marta que se afana en la cocina para preparar un almuerzo al Huésped mientras su hermana María se ha encantado en la sala escuchando la voz de Jesús.
El episodio ha generado la disputa sobre le primado de la vida contemplativa o de aquella activa. Agustín la resolvió con una de sus características síntesis:
Caritas Veritatis (amor por la contemplación) María;
Necessitas Caritatis (emergencia de intervención) Marta: prevalece e n ciertos momentos de emergencia la intervención activa ante las necesidades del prójimo: la miseria, el hambre, la enfermedad. La intervención que es: Delectatio caritatis et Veritatis (gozo de amar a Dios en el prójimo, reconocerlo y contemplarlo).
In caritate fundati et radicati! Es realmente robusta la raíz de esta caridad que desde hace dos mil años anima la Iglesia y suscita figuras potentes: Camilo de Lellis, Juan de Dios, Cottolengo, Orione, Guanella, Ju ana Antida. En nuestros tiempos, Padre Pío, Follereau... y otros miles, en todas partes, en las leproserías misioneras.
Para no hablar solamente del pasado, ¿queremos hablar del presente, de los vivos?: Madre Teresa y miles y miles de otras ignoradas en medio del fuego de las guerrillas...
Porque al parecer el mundo oficial sabe hacer esto: ¡no-amar, matar!
San Pablo dice: No sólo el hombre, sino toda la creación gime en espera del parto...
Y San Pedro dice : Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva...
San Agustín, además, recordando a Platón que auspicia un medio seguro (una revelación divina) para lograr la playa de la felicidad, nos la indica: "Para que fuese el medio con el cual ir, vino de allá aquel a quien queríamos ir. ¿Y qué es lo que ha hecho? Ha preparado la madera con la cual pudiéramos atravesar el mar. Nadie puede atravesar el mar de este siglo si no es llevado por la cruz de Cristo... (Com. Jn. Trat. 2, 2).
Jesús dijo una vez: "Cuando el Hijo del Hombre regresará, ¿encontrará aún la fe en la tierra?".
Quizás podemos tranquilizarlo:
"La fe, Señor; ¿quizás?
¡La esperanza! Nos apegamos a las capacidades de los hombres y cada vez nos hacen desesperar...
Pero la caridad no; no disminuirá; porque la caridad eres tú que vives y sufres con nosotros; tú que nos has asegurado que estar ás con nosotros hasta la fin de los siglos...
Fides, spes, charitas: tria haec!
Maior autem horum: Charitas! (1 Cor 3, 3).
La fe pertenece al hombre...
¿La esperienza? ¡También!
La Caridad pertenece a Dios...
¡No es biodegradable!

P. CARLO CREMONA
Periodista vaticanista de la RAI-TV Italiana


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