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INTERVENCIÓN DE S.E. MONS. JAVIER LOZANO BARRAGÁN
EN LA II ASAMBLEA MUNDIAL SOBRE EL ANCIANO
(MADRID, 8-12 DE ABRIL DE 2002)*

Lunes 8 de abril de 2002

 

Señor Presidente,
Ministros
Embajadores,

Tengo el honor de ser portador de una carta dirigida a todos Ustedes por el Papa Juan Pablo II, en la que responde a la invitación recibida a participar en esta segunda Asamblea mundial de las Naciones Unidas sobre el Anciano.

Se trata de un tema que nos afecta grandemente, en efecto, la longevidad entra en el designio divino como el regalo de la culminación de la vida que recibe sentido por la sabiduría del corazón. Los ancianos son los custodios de la memoria colectiva, tienen la perspectiva del pasado y del futuro en un presente que es ya de eternidad y serenidad, no considerándose sólo a la espera pasiva de un evento destructor, sino como aproximación promisoria hacia la plena madurez de una vida que nunca termina. Su vida deberá converger en relaciones intergeneracionales, poniendo a disposición de todos el tesoro de su tiempo, capacidad y experiencias, para mostrar los auténticos valores frente a las meras apariencias. En el culto actual de la productividad global, corren el peligro de pensarse inútiles, pero su presencia debe demostrar que el valor económico no es el único ni el más importante. La vida es en sí misma el máximo valor en cualquiera de sus etapas, y la ancianidad es el supremo regalo. La serenidad del anciano otorga al mundo vida y salud, concebida ésta como armonía física, mental, social y espiritual.

Sabemos que según las estadísticas existen hoy más de 600 millones de personas que cuentan con más de 60 años; y que según las previsiones para el 2050 sumarán 2000 millones. Se estima que para el 2030 el 71% de esta población vivirá en los países en vías de desarrollo, y del 12% al 16% vivirán en los países más ricos. Aunque lo mejor es siempre envejecer en familia constatamos el creciente número de ancianos desamparados; así la Iglesia católica, hoy como antes, trata de ayudarles aun en el plano asistencial, a pesar de dificultades crecientes, tanto por falta de personal como de recursos. En efecto las Agencias y Organizaciones católicas contamos en el presente con 532 asilos en África, 3,466 en América, 1,456 en Asia, 7,435 en Europa y 349 en Oceanía; en total 13,238 centros de asistencia para ancianos en todo el mundo.

Ante la marginación del anciano en la sociedad actual y las perspectivas del futuro, se impone la necesidad de crear una sociedad inclusiva para todas las edades que tenga como base la equidad intergeneracional, en la que se dé lugar al anciano, especialmente a la mujer anciana y a los más pobres y desprotegidos. La Santa Sede sugiere las siguientes acciones en el ámbito de la familia, de las comunidades y de toda la sociedad:

  • Propiciar la solidaridad intergeneracional;

  •  incluir al anciano en la toma de decisiones tanto a nivel familiar como social;

  • dar acceso al anciano a los cuidados sociales básicos, incluyendo los cuidados de la salud, especialmente para quienes viven en áreas rurales;

  • negociar con las empresas farmacéuticas para que a bajos precios todos puedan adquirir los medicamentos esenciales;

  • atender en particular a ancianos infectados con VIH, o aquellos a cuyo cargo han quedado huérfanos infectados por tal enfermedad;

  • cuidar de los ancianos con enfermedades mentales como el Alzheimer o similares;

  • legislar y fortalecer los esfuerzos legales existentes para eliminar cualquier abuso,

  • proteger su dignidad y su vida hasta su fin natural, proveyendo los cuidados paliativos;

  • instar al anciano a conservar su autosuficiencia y movilidad hasta donde le sea posible;

  • promover una cultura social donde se dé lugar al anciano y se eduque así a la sociedad, tanto en los niveles elementales como en los profesionales;

  • animar al anciano a comprender la evolución de la sociedad actual e instarlo a que no se sienta ajeno a ella con pesimismo y rechazo;

  • educar al anciano para el uso de los adelantos tecnológicos elementales en el ramo de la comunicación e información;

  • favorecer una imagen positiva del anciano en sí mismo y desterrar de los medios de comunicación falsos estereotipos;

  • promover una educación intergeneracional de manera que los ancianos enseñen a los jóvenes y éstos a los ancianos en mutuo intercambio.

Sr. Presidente, la pobreza y sus problemas se agravan en la ancianidad, especialmente en situaciones de emergencia o en conflictos armados. Se deben organizar sistemas de seguridad social y propiciar la iniciativa de los ancianos en cuestiones económicas, por ejemplo las mini empresas. La impagable deuda externa en la mayoría de los países en desarrollo, constituye uno de los principales obstáculos para atender las necesidades prioritarias de los ancianos y la erradicación de la pobreza, hay que tomar medidas adecuadas para su urgente solución. Para los ancianos que emigran es muy difícil la integración al país al que llegan debido a barreras culturales y de la lengua. Por la migración, en especial en las áreas rurales, se desintegra la familia y quedan sólo ancianas y ancianos desprotegidos sin soporte económico, con frecuencia haciéndose cargo de los niños dejados por sus padres, la comunidad internacional debería ser consciente y preocuparse de ello.

Sr. Presidente, los ancianos deben ser considerados como un tesoro de la sociedad. Augura la Santa Sede que el trabajo de esta Asamblea promueva una mejor comprensión y mejoramiento de sus vidas. Gracias Sr. Presidente.


*L'Osservatore Romano 11.4.2002 p.5.

L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.16 p. 7, 8

 

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