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 XII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

HOMILÍA DEL CARDENAL JAVIER LOZANO BARRAGÁN

Basílica de san Pío X, Lourdes
Miércoles 11 de febrero de 2004

 

Las utopías son peligrosas porque, aunque expresen deseos ardientes del corazón, no rebasan las fronteras de la fantasía y se alejan de la realidad. Sin embargo, de alguna manera sirven para el progreso, ya que a su modo reflejan el eje teleológico de toda cultura. Pero cuando la utopía más maravillosa se vuelve una estupenda realidad, entonces esta utopía (ουτοπία), convertida en "topía" (τόπος), vida, pura realidad, constituye efectivamente el auténtico eje cultural único digno de este nombre, una verdadera teleología universal.

Esto acaece con la muerte y resurrección de Cristo el Señor:  la cultura es la vida; la anticultura, la muerte. La única finalidad de la cultura es la vida; cuando sobre la vida se cierne la amenaza cotidiana de la muerte, la verdadera cultura consistirá en encontrar el antídoto de la muerte. El hombre de todo tiempo y de todo lugar ha buscado siempre este remedio, pero en nuestros días, cansado de una búsqueda que le ha parecido inútil, se refugia en un escepticismo paralizante, junto con un epicureísmo inherente a una globalización predominantemente económica, según aquello de "comamos y bebamos, que mañana moriremos". Y ebrio del progreso tecnológico, reacciona fuertemente contra lo que le indique levantar el rostro, trascender lo cotidiano y mirar el horizonte verdadero de la vida en la profundidad histórica del Dios hecho hombre, que por él vence la muerte con su resurrección. Si acepta este horizonte, la cultura recibe su auténtico sentido en el misterio fecundo de novedad insaciable, que sitúa la virtud de la esperanza como el centro motor de una historia que avanza en línea recta hacia un futuro inimaginable.

En este contexto, pensamos celebrar la XII Jornada mundial del enfermo en Lourdes, a partir del dogma de la Inmaculada Concepción en su relación con la salud e inserta en las raíces cristianas de Europa. Así intentamos renovar la pastoral de la salud en el mundo y en especial en Europa, mediante la celebración del 150° aniversario de la proclamación de dicho dogma.

Su Santidad el Papa Juan Pablo II en el Mensaje para esta Jornada, que hace poco escuchábamos, nos dice en efecto que:  "La Inmaculada Concepción anticipa el enlace armonioso entre el "sí" de Dios y el "sí" que María pronunciará (...). Su "sí", en nombre de la humanidad, volverá a abrir al mundo las puertas del Paraíso, gracias a la encarnación del Verbo de Dios en su seno por obra del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 35). Así, el proyecto original de la creación queda restaurado y potenciado en Cristo, y en dicho proyecto encuentra lugar también ella, la Virgen Madre. Aquí está la clave de bóveda de la historia:  con la Inmaculada Concepción de María comenzó la gran obra de la redención, que se actuó con la sangre preciosa de Cristo. En él, toda persona está llamada a realizarse plenamente, hasta la perfección de la santidad (cf. Col 1, 28). Por tanto, la Inmaculada Concepción es la aurora prometedora del día radiante de Cristo, quien con  su  muerte y resurrección restablecerá la plena armonía entre Dios y la  humanidad. Si Jesús es el manantial de la vida que vence a la muerte, María es la madre solícita que sale al encuentro de las expectativas de sus hijos, obteniendo para ellos la salud del alma y del cuerpo. Este es el mensaje que el santuario de Lourdes propone constantemente a devotos y peregrinos. Este es también el significado de las curaciones corporales y espirituales que se verifican en la gruta de Massabielle" (Mensaje del Santo Padre al presidente del Consejo pontificio para la pastoral de la salud, en la Jornada mundial del enfermo, nn. 2-3, 1 de diciembre de 2003:  L'Osservatore  Romano, edición en lengua española, 19 de diciembre de 2003, p. 3).

La cultura cristiana de Europa conlleva entre sus elementos más importantes el deseo de entender la naturaleza en su íntima constitución y transformarla para la propia utilidad; el anhelo de la convivencia universal, apoyada en un orden social objetivo expresado por leyes adecuadas; el reconocimiento y respeto de la creación como don que Dios da a los hombres; y como el hecho clave y la única teleología válida de toda la historia de la humanidad:  la encarnación del Hijo de Dios, su muerte y resurrección, a las cuales nos incorporamos para vencer el mal y obtener la salvación.

Los dos últimos elementos de las raíces culturales se han inculturado profundamente en los dos primeros, haciendo de la suma de los cuatro la raíz más profunda de la cultura europea. Pero, al mismo tiempo, constatamos que estos, en la modernidad y especialmente en la posmodernidad, se rechazan. Particularmente se rechaza el hecho central, esto es, Cristo como única salvación y como teleología decisiva de la historia y de la cultura.

Negando la trascendencia cristiana, no suscita  maravilla que la salud se defina como "un estado de bienestar perfecto, físico, mental y social, y no solamente como carencia de enfermedades", cayendo ahora sí en una mera utopía, dado que esta clase de salud es sólo ilusoria.

En el Mensaje jubilar para la Jornada mundial del enfermo del año 2000, Juan Pablo II nos da una descripción distinta de salud:  está de acuerdo en que no consista sólo en la ausencia de enfermedades, pero no la acepta como un estado de bienestar perfecto, sino como una tendencia hacia la armonía, no solamente física, mental y social, sino también psíquica y espiritual (cf. n. 13:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de agosto de 1999, p. 5).

Cuando en el Mensaje actual el Papa nos habla del abrazo entre el "sí" de Dios en el proyecto original que tenía para crear al hombre y el "sí" que pronuncia María en nombre de toda la humanidad, para ser la Madre de Dios, entonces se realiza la plenitud de armonía turbada antiguamente por el pecado del primer hombre, y nace el segundo Adán, el verdadero primer hombre, Cristo, el Señor; Hijo de la segunda Eva, la verdadera Madre de los vivientes, María, en plena armonía con el Señor Dios, desde el primer momento de su concepción inmaculada.

Esta armonía mariana deberá ser muy dolorosa, significará la pasión y la cruz juntamente con Cristo:  es la espada de dolor que profetizó Simeón; será una armonía dolorosa, es verdad, pero victoriosa en la resurrección y ascensión de Cristo:  esta victoria significará la Asunción de María.
La Inmaculada Concepción lleva a María hasta la plena armonía y la plena salud en la Asunción, a través del doloroso camino de la cruz. En ella se dibujó el modelo cristiano de la verdadera salud que en su Hijo pendió de la cruz y floreció en la Resurrección. Desde entonces, la verdadera tensión hacia la única armonía posible es la cruz gloriosa. Por esto, podemos decir que la salud no es solamente la carencia de enfermedades, sino la cruz gozosa, física, psíquica, social y espiritual, que es propiamente la única tensión aceptable hacia la verdadera armonía. Aquí la cruz se "espiritualiza", esto es, el Espíritu Santo, por su amor omnipotente, hace que la cruz, de ser una horrenda muerte, se torne en gozosa fuente de vida y de felicidad, verdadera armonía y verdadera salud:  "In qua salus mundi pependit". Esta alegría nos impulsa a dilatar y hacer presente hoy la sólida esperanza de la resurrección, porque el amor del Espíritu Santo exige la curación como anuncio de la presencia ya actual del reino de Dios.

Este es el sentido de las curaciones que Cristo realiza y este es el sentido del paradigma cristiano de la salud, emblema de nuestro dicasterio:  el buen samaritano.

Entender la Inmaculada como la plenitud de la armonía, será retornar con verdadera novedad a las raíces de la cultura cristiana europea. Y será también entender Lourdes como lugar en el cual Dios, por intercesión de la Virgen, concede tantas veces la salud, aplicando la redención que Cristo nos ofrece. Así Lourdes viene a ser un centro privilegiado de la nueva evangelización de la cultura europea, como presencia actual del reino de Dios, que es armonía, paz y salud, en el nacimiento de una nueva comunidad de naciones que desee surgir vigorosa y plena, mas allá de una mutilación debida a la reducción a meros intereses económicos.

Quiera el Señor Jesús, a través de la Inmaculada Concepción de su madre María, dar nuevo vigor a la cultura europea, propiciar una nueva evangelización que, partiendo desde la salud recobrada en este santuario de Lourdes, inculture verdaderamente el mensaje evangélico en las raíces más profundas de la nueva Europa. Que la salud, entendida como armonía, paz, gozo, felicidad y progreso médico técnico y científico, respetuoso de la vida humana, puesto en beneficio de todos, sea el manto materno con el cual la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Lourdes, cubra a todos sus hijos, que con tanto amor la veneran.

 

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