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 Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

IV Seminario Europeo de los Capellanes Católicos de Aeropuerto

Lión (Francia), 13 mayo 2003

 

Desafíos 

para la Pastoral de la Aviación Civil

 

Arzobispo Agostino Marchetto

Secretario del Pontificio Consejo 

de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

1. En su mensaje a los participantes en el Tercer Seminario Europeo de los Capellanes Católicos de Aeropuerto, celebrado en Bruselas en 2001, el Papa Juan Pablo II indicó con claridad los principales desafíos (podríamos decir: unidad en la diversidad) de las Capellanías Católicas de Aeropuerto en el siglo XXI (Vaticano, 14 mayo 2001, Cfr. Actas del Tercer Seminario Europeo, p. 7).

Creo será provechoso para todos recordar sus palabras, con el propósito de ir enumerándolos uno por uno:

  • en primer lugar, “el aeropuerto es un cruce de caminos de la humanidad donde personas de todas las naciones entran en contacto unos con otros en momentos particulares del camino de la vida”;
  • en segundo lugar, “el capellán de aeropuerto, en especial en la celebración de la Eucaristía y en las varias formas de su asistencia pastoral, recuerda a los viajeros la presencia del amor de Dios y ofrece un testimonio de aquellas verdades fundamentales que afectan a la vida humana”;
  • tercero: “en unos momentos en que, por razones diversas, muchas personas cruzan las fronteras en búsqueda de asilo y de una vida mejor, los capellanes de aeropuerto pueden ofrecer la tan necesaria ayuda y comprensión hacia quienes tuvieron que abandonar su hogar y cuanto les era familiar”;
  • en cuarto lugar, el Santo Padre animaba a los capellanes de aeropuerto a intensificar su inestimable servicio al Evangelio de la caridad.

Por tanto, en mi opinión, el Papa nos mostró claramente cuáles son los desafíos para la Pastoral de la Aviación Civil. Nos toca ahora a nosotros analizarlos y reflexionar sobre ellos, de forma que estemos en condiciones de desarrollar nuestro ministerio en los aeropuertos de una forma siempre mejor y más eficaz.

2. El aeropuerto es un cruce de caminos de la humanidad, decía el Santo Padre. Ciertamente, nadie conoce mejor esta realidad que el Papa Juan Pablo II, que acaba de realizar su noventa y nueve viaje fuera de Italia, volando a España, y está preparando el número cien, que le llevará a visitar Croacia el mes próximo. En nuestros aeropuertos nos cruzamos con gente de todos los países, de todas las razas y religiones. Millones de pasajeros pasan por nuestros aeropuertos cada año y su número va aumentando, con altos y bajos, a pesar de todo. Según el Informe Estadístico Anual (1999) de la Organización Internacional de Aviación Civil (ICAO), en 1997 los vuelos comerciales trasportaron 1.455 millones de pasajeros. No hay duda de que se trata de un lugar de encuentro - quienes van o regresan por descanso o por vacaciones, por negocios o por necesidad, puede que estén pasando momentos felices con sus familias o puede que atraviesen una situación delicada en casa, como puede ser una defunción o una enfermedad; habrá emigrantes y refugiados entre ellos; habrá niños y ancianos; habrá enfermos y discapacitados, o quienes precisan de un cuidado y atención especial.

Mas, en las Directivas de la Pastoral Católica de la Aviación Civil podemos leer: “La Pastoral de la Aviación Civil va específicamente dirigida a todos los miembros de las tripulaciones, comprendidos quienes se encuentran en formación, personal de tierra, personal del aeropuerto y trabajadores de los servicios, empleados de los servicios de tierra para mantenimiento de compañías y pasajeros. Cuando la necesidad lo requiere o lo aconseja la oportunidad, la atención pastoral se dirige también a los pasajeros y a grupos particulares, como los refugiados en los centros del aeropuerto, los expulsados, los sin casa que se refugian en el aeropuerto, y otros similares” (5). En resumen, “la Pastoral de la Aviación Civil está dirigida a todos cuantos, de una forma o de otra, pertenecen al sector de la Aviación Civil, bien de forma permanente o temporal, sin distinción de nacionalidad, credo religioso o cultura, con especial preocupación por los más pobres de entre ellos, los desfavorecidos, los que sufren o son marginados (8)”.

Queda claro, por tanto, quienes son las personas confiadas a la preocupación pastoral de los capellanes de aeropuerto. Su atención primaria se dirige a las personas “que trabajan o prestan sus servicios en el aeropuerto y en los aviones” (Pastor Bonus, 150 §3) y, cuando es necesario u oportuno, el servicio pastoral se extiende hacia los “pasajeros” (“Iglesia y Movilidad Humana”, Carta del Pontificio Consejo dirigida a las Conferencias Episcopales sobre la Pastoral de la Movilidad Humana, 1978, N. 2).

Los capellanes de aeropuerto trabajan en un entorno difícil y complejo, donde se cruzan con todas las razas, culturas y religiones, pero su preocupación primaria va dedicada al personal de vuelo (pilotos y azafatas) y al personal de tierra (mecánicos y técnicos, empleados y ejecutivos, trabajadores en restaurantes y bares o en las tiendas, policía, aduana y sistema de seguridad, personal médico y auxiliar), y, en segundo término, a todas las personas que pasan por el aeropuerto. En esta situación compleja, la capellanía debe ser un punto de referencia unidad en la diversidad para todos los grupos mencionados, tal como indica el tema de nuestro encuentro.

En esto contexto, podemos comprobar como las compañías aéreas se encuentran en una grave crisis, consecuencia de los ataques de septiembre de 2001, de la guerra reciente en Irak y, ahora, de la epidemia de la pulmonía atípica, la SARS. Todo esto ha golpeado seriamente el transporte aéreo, el comercio exterior y el turismo. Aun más, algunas compañías aéreas han entrado en quiebra, dejando sin salario a mucho personal de tierra, mientras otras han reducido las plantillas. Estos factores, como sabéis, han provocado serias dificultades económicas a muchas familias.

Va en aumento, por otra parte, el fenómeno de los pasajeros sin documentación - refugiados y solicitantes de asilo - que son detenidos en locales del aeropuerto por períodos más o menos largos, muchas veces sin una asistencia adecuada, tanto humana como espiritual. En el ámbito del aeropuerto suceden ocasionalmente tragedias, como secuestros con graves secuelas psicológicas y accidentes de aviones en los que pierden la vida los pasajeros y las tripulaciones. Uno se encuentra en medio de la angustia, sin el apoyo de amigos, compañeros o familiares. Son momentos de desolación. También en estas circunstancias, se llama al Capellán y se recurre a él. La gente necesita alivio, consuelo, una palabra de ánimo. A menudo desean el sacramento de la Reconciliación y la Sagrada Comunión. En general, están en buena disposición para escuchar la Palabra de Dios y la de un hombre de Dios.

Para los capellanes, puede resultar, a veces, pavoroso pensar en su enorme trabajo y en sus responsabilidades. Pero con la gracia divina, estamos seguros que Ustedes serán capaces de llevar a cabo con éxito su misión en los aeropuertos. Sin embargo, tratándose en un ministerio “moderno” y para el cual hay aún pocos expertos y maestros en este campo, los Capellanes deberán pensar en ayudarse unos a otros. Sería una buena costumbre, como hacen ya algunos, visitar de vez en cuando otros aeropuertos y conocer ahí la naturaleza de su ministerio. Es por esta razón que el Pontificio Consejo promueve y anima los Seminarios de los Capellanes Católicos de Aeropuerto en los diferentes ámbitos, y los Capellanes deberían ver en ellos una ocasión para su formación permanente. Los Capellanes de aeropuerto, por otro lado, deberían impartir algunas charlas a los seminaristas e invitarles, con el permiso de los Superiores, a visitar el aeropuerto para explicarles en qué consiste esta pastoral. Deberían, asimismo, invitar al Obispo y a sus compañeros Sacerdotes a visitar durante algunos momentos la capilla del aeropuerto, cuando están de paso o en ocasiones especiales. Algunos Capellanes, además, han invitado a los sacerdotes de parroquias vecinas a celebrar la Misa en el aeropuerto o a cantar durante la celebración litúrgica. Puede ser una buena forma para que el Capellán reclute voluntarios para la pastoral en el aeropuerto.

De hecho, el aeropuerto comprende un área tan extensa, que al Capellán le resultará físicamente imposible llegar a todos lados. Y además, cuando la capellanía funciona bien, se procurará la presencia continua de una persona cualificada en la capilla o cercano a ella, o en su oficina. Es por esto que los Capellanes deberán formar un grupo de voluntarios, dispuestos a ofrecer algunas horas de la semana al servicio de la capilla. Podrían, incluso, preparar un grupo pastoral entre los trabajadores del aeropuerto. Especialmente cuando el Capellán no está en condiciones de hablar diferentes lenguas, la presencia de estos voluntarios, expertos en los diferentes campos, será de gran ayuda para enriquecer su ministerio. Por supuesto, los Capellanes deberán cultivar la amistad con los sacerdotes y religiosos o religiosas de las parroquias vecinas, de forma que estén en condiciones de reemplazarle durante sus ausencias por distintos motivos. Con ello se prepararía el terreno - es de confiar - para encontrar sucesores. La verdad es que para muchos, sacerdotes incluidos, da un poco de miedo poner los pies en un ambiente extraño y poco familiar como el de un aeropuerto, por lo menos al inicio. Introducirles poco a poco en la pastoral del aeropuerto, será un camino seguro para asegurar un servicio pastoral efectivo y permanente en los aeropuertos.

3. Esto nos lleva al segundo de nuestros desafíos, que es la Celebración de la Eucaristía en la capilla del aeropuerto. Con ocasión del Día Mundial del Transporte Aéreo, el 10 de diciembre de 1991, en Roma - Aeropuerto de Fiumicino, el Papa Juan Pablo II dijo: “el corazón espiritual del aeropuerto, donde Cristo habla íntimamente a las personas, en silencio, es la capilla”. Del punto de vista canónico, la capilla del aeropuerto es un lugar sagrado “dedicado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a acceder para su práctica, especialmente para el ejercicio público del culto divino” (Codex Iuris Canonici, can. 1214).

Por eso, podemos concluir, la primera condición, a la hora de elegir un lugar dedicado a capilla, debe ser la facilidad de acceso por parte de la “población” del aeropuerto, debidamente indicado a través de las señales convencionales. En otras palabras, debería ser bien “visible”, y esto es un problema grave - lo sé por experiencia - en muchos aeropuertos. En verdad, se necesita esfuerzo y perseverancia para localizar la capilla del aeropuerto. Y hay que añadir que es una triste experiencia comprobar que incluso los empleados de un aeropuerto internacional, de un país católico y donde la capellanía católica funciona desde hace años, no son capaces de indicar donde se encuentra la capilla del aeropuerto. Algunos incluso se sorprenden, al saber que hay una capilla en el aeropuerto. Les animamos de nuevo, pues, a luchar por la visibilidad, tanto por lo que hace a la ubicación de su capilla como a la señalización. ¡Una señal es ya un testimonio!

Hablando de la “visibilidad” de la capilla, debemos mencionar también la necesidad de una presencia “visible” del Capellán en el aeropuerto. Si su deber es testimoniar y proclamar a Jesucristo a las personas en el aeropuerto, es necesario que esté presente de forma visible. Cualquiera debería poder reconocerle como sacerdote católico o incluso como capellán católico del aeropuerto. La gracia de Dios, operante en el corazón de cada uno, puede despertar el deseo de ponerse en comunicación con “alguien” que escuche y comprenda. Dada la situación singular, en que las personas pueden encontrarse en el aeropuerto, la presencia y disponibilidad de alguien “cualificado”, precisamente allí, puede ser una oportunidad única para esta persona para llegar a un encuentro con Dios.

Nosotros, del Pontificio Consejo, muchas veces procuramos visitar la capilla del aeropuerto, si ello es posible, y encontrarnos con el Capellán, no tanto para obtener su ayuda, sino para compartir con él unos breves momentos de su trabajo y conocer un poco sus problemas pastorales. De este modo, nuestro Dicasterio está en contacto con los Capellanes de aeropuerto, no sólo durante los Seminarios. Esto ha hecho posible que el Pontificio Consejo mantenga unas relaciones provechosas y amistosas con casi todos los Capellanes de aeropuerto. Eso es algo muy importante y especial, por lo que se refiere al Apostolado de la Aviación Civil, y les animo a fomentar este espíritu de colaboración fraternal, no sólo con el Pontificio Consejo, sino con todos sus hermanos Capellanes, que pueden necesitar de sus sugerencias, su apoyo y su palabra de ánimo.

Quisiera subrayar de nuevo, ahora, que el lugar ideal para la capilla es el espacio situado entre la zona pública general y la zona abierta sólo a quienes han pasado el control de frontera, con ingreso por ambas partes, tomando las necesarias precauciones para garantizar las adecuadas medidas de seguridad, como sería con una cristal irrompible que dividiera las dos áreas.

Si hay una capilla del aeropuerto, lo más natural es esperar que la Eucaristía se celebre regularmente. El Concilio Vaticano II nos enseña que la Celebración Eucarística en el centro de la vida de la Iglesia. Y esta visión ha sido corroborada en la última Carta Encíclica, ya en su mismo título: “Ecclesia de Eucharistia”. La incorporación a Cristo, operada por el Bautismo, se renueva y consolida constantemente por la participación en el sacrificio y banquete eucarístico. Al ser la celebración de la Eucaristía cima y centro de toda la vida cristiana (cfr. Lumen Gentium, 11), los fieles están obligados a asistir a Misa los domingos y fiestas de precepto (can. 1246). En estos días, se debería celebrar la Eucaristía, por lo menos una vez, en el aeropuerto, para hacer posible que los fieles en el aeropuerto se reúnan y escuchen la Palabra de Dios, tomen parte en el misterio pascual y puedan cumplir más fielmente con su obligación. Además, en los domingos y fiestas de precepto no hay nada que pueda sustituir el santo Sacrificio de la Misa. Por eso, la celebración eucarística no puede ser reemplazada por un servicio ecuménico (Directorio Ecuménico, 115, y ahora Ecclesia de Eucharistia, n. 30).

A este respecto, una de las dificultades, con que se encuentran actualmente los Capellanes católicos, por lo menos en algunos aeropuertos internacionales, es la de disponer de un lugar para la reserva del Santísimo Sacramento en las capillas de los aeropuertos, puesto que, en algunos casos, las autoridades ofrecen un único espacio para todas las religiones. El Papa Juan Pablo II, en su reciente Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”, nos recuerda la importancia de la reserva y del culto al Sagrado Sacramento fuera de la Misa. Escribe: “El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa,... deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual... La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidadde llegar al manantial mismo de la gracia” (EE 25). Ya el Papa Pablo VI, en su Encíclica “Mysterium Fidei” (1965), decía: “A lo largo de la jornada, los fieles no deberían dejar de visitar el Santísimo Sacramento, que, de acuerdo con las normas litúrgicas, debe ser reservado en las iglesias con gran reverencia en un lugar destacado. Estas visitas son un signo de agradecimiento, una expresión de amor y un reconocimiento de la presencia del Señor” (EE, citado en nota 49). Por todo ello, concluyo, deben hacerse cuantos esfuerzos sean necesarios para contar con un lugar especial para la reserva del Santo Sacramento en sus capillas.             

Cierto, la realidad es hoy que más y más capellanías se convierten en lugares inter-religiosos o ecuménicos. Es un hecho que no podemos olvidar en las actuales circunstancias, de forma que cuando no es posible obtener un espacio separado para la capilla católica, debemos recurrir al Directorio Ecuménico Católico que dispone que, al compartir una capilla (de aeropuerto) con otras Iglesias cristianas o comunidades eclesiales, deben de las oportunas consultas con las Autoridades respectivas, para evaluar las posibilidades de una “reciprocidad” leal, de acuerdo con la doctrina y las tradiciones de cada denominación (cfr. DE, n. 106). En una capilla compartida, los católicos deben, ciertamente, mostrar un respeto sincero hacia la disciplina litúrgica y sacramental de las otras Iglesias y comunidades eclesiales. A éstas, a su vez, se les debe pedir el mismo respeto hacia la disciplina católica (cfr. DE, n. 107).

A este respecto, es importante señalar lo que el Papa Juan Pablo II escribe en la Encíclica “Ecclesia de Eucharistia” acerca del ecumenismoy de la Eucaristía. Dice el Santo Padre: “Tanto esta doctrina de la Iglesia católica sobre el ministerio sacerdotal en relación con la Eucaristía, como la referente al Sacrificio eucarístico, han sido objeto en las últimas décadas de un provechoso diálogo en el ámbito de la actividad ecuménica... Aún sigue siendo del todo válida la observación del Concilio sobre las Comunidades eclesiales surgidas en Occidente desde el siglo XVI en adelante y separadas de la Iglesia católica: «Las Comunidades eclesiales separadas, aunque les falte la unidad plena con nosotros que dimana del bautismo, y aunque creamos que, sobre todo por defecto del sacramento del Orden, no han conservado la sustancia genuina e íntegra del Misterio eucarístico...». Los fieles católicos, por tanto, aun respetando las convicciones religiosas de estos hermanos separados, deben abstenerse de participar en la comunión distribuida en sus celebraciones, para no avalar una ambigüedad sobre la naturaleza de la Eucaristía y, por consiguiente, faltar al deber de dar un testimonio claro de la verdad. Eso retardaría el camino hacia la plena unidad visible.” (30).También aquí, pues, nos encontramos con la diversidad en la unidad.

En nuestro último Seminario Internacional (2002), celebrado en Roma, muchos de Ustedes pudieron escuchar con atención la conferencia del P. Velasio De Paolis, C.S., (que es, sin duda alguna, una canonista eminente), en la que habló de la figura del Capellán católico de aeropuerto (la discusión que siguió a su discurso fue igualmente importante e interesante), y a la que quisimos dar continuidad con un cuestionario que les enviamos, solicitando propuestas concretas para el “aggiornamento” de nuestra “magna charta”. Envíenos, por favor, sus sugerencias, si aún no lo han hecho. Pues bien, el objetivo de la conferencia del P. Velasio De Paolis era el de investigar quien es realmente un Capellán. Dijo que su figura es un “instrumento jurídico”, al que la Iglesia ha recurrido siempre con más frecuencia y en diferentes campos, especialmente para responder a situaciones frente a las cuales la pastoral ordinaria territorial, basada en la parroquia, no está en condiciones - por diversos motivos - de dar una respuesta adecuada. Por supuesto, corresponde al Obispo designar la persona y otorgarle el cargo. Y le corresponde también a él destituirlo, de acuerdo con el can. 572. En todo caso, siendo un cargo con cura de almas, una capellanía sólo puede tener como sujeto un sacerdote, como dispone expresamente el canon 564. Efectivamente, la función de Capellán conlleva muchas tareas que requieren el sacerdocio. A este respecto, el canon 150 establece que un oficio que comporta la plena cura de almas - para cuyo ejercicio es necesario el orden sacerdotal - no puede ser válidamente conferido a quien no ha recibido tal ordenación. Con relación a las facultades otorgadas al Capellán, el canon 566, § 1 establece un principio general de gran importancia: “Deben ser concedidas al Capellán todas las facultades requeridas para la cura pastoral”.

Yo sé que, cuando el P. De Paolis decía que una capellanía sólo puede tener a un sacerdote como sujeto, excluyendo así a los diáconos, los participantes al Seminario en su mayoría se sobresaltaron, ya que había bastantes diáconos entre ellos. De hecho, el canon 517, § 2, exige que si, por falta de sacerdotes, el Obispo diocesano juzga que un diácono, o otra persona o grupo de personas, puede ser encargado de cooperar en la atención pastoral de una parroquia, debe designar un sacerdote que, con los derechos y facultades de un sacerdote de parroquia, dirija la cura pastoral.

Por lo que se refiere al diaconado, el Concilio Vaticano II autorizó su restauración como grado permanente del Orden Sagrado. Un diácono es, en efecto, un ministro ordenado de la Iglesia católica y en virtud de su ordenación sacramental ejerce funciones en relación con la Palabra de Dios, con los Sacramentos y la caridad. Como ministros de la Palabra, los diáconos proclaman el Evangelio, predican y enseñan en nombre de la Iglesia. Como ministros de los Sacramentos, los diáconos bautizan, dirigen la plegaria de los fieles, asisten al matrimonio y dirigen servicios fúnebres. Como ministros de la caridad, los diáconos son los primeros en indicar las necesidades de los demás y administran los recursos de la Iglesia para socorrer estas necesidades. Según las estadísticas publicadas por el Centro Internacional del Diaconado, Rottenburg (Alemania), en 2001 había 28.238 diáconos permanentes prestando sus servicios en 135 países. Sólo en USA había 13.000 y 9.198 en 35 países de Europa. Podemos comprender muy bien, porqué nuestra Iglesia está redescubriendo los servicios de los diáconos como muy preciosos para cumplir con diferentes servicios. Así, debido sobre todo a la falta de sacerdotes para servir en las diócesis, cada vez más Obispos están nombrando diáconos para el ministerio en los aeropuertos. Dirigiéndose a los diáconos permanentes, reunidos en Roma para su Jubileo, el 19 de febrero del 2000, el Papa Juan Pablo II dijo: “Como ministros del Pueblo de Dios, estáis llamados a trabajar en el servicio litúrgico, en la enseñanza y la catequesis, y en el servicio de la caridad en comunión con el Obispo y el presbiterio”... y les pedía “ser apóstoles activos de la nueva evangelización”. Está claro, pues, que los diáconos ocupan un lugar importante en el ministerio de la Iglesia, pero, cuando son designados para el apostolado en el aeropuerto, de acuerdo con los cánones de la Iglesia, ellos no son “de iure” Capellanes. También aquí encontramos unidad en la diversidad de ministerios.

4. Otro desafío para los capellanes de aeropuerto, especialmente en algunos lugares de Europa, es el creciente número de personas sin documentación y solicitantes de asilo, o, mejor, con palabras del Santo Padre, “personas que cruzan las fronteras en busca de asilo y de una nueva vida”, y que se encuentran detenidas en el recinto del aeropuerto por un periodo más o menos largo. Es un asunto que nos ha ocupado reiteradas veces en nuestros Seminarios. Había diferencia de opiniones entre los Capellanes de aeropuerto sobre este tema y la respuesta, a nuestro modo de ver, no fue siempre muy estimulante. En todo caso, afortunadamente, nos encontramos con un grupo de trabajo, que se llama “EXODUS”, con ramificaciones en la red de Capellanes de la aviación civil en la mayoría de aeropuertos del continente. No abarca todos los Capellanes, sino aquellos cuyo trabajo los pone en contacto con los refugiados y los solicitantes de asilo. El grupo original (aún antes de que fuera adoptado el nombre de EXODUS) se reunió en Bruselas, en 1989. Se le denominó Grupo de Europa Occidental para Refugiados (WERG). La sugerencia de reunirse nació en la Conferencia de Manila de la Asociación Internacional de Capellanes de Aviación Civil (IACAC), en 1988. Su objetivo principal era el de compartir sus experiencias acerca de las formas con que los refugiados y solicitantes de asilo eran recibidos y tratados en los aeropuertos. Los encuentros del grupo no pretendieron ser más que una red de apoyo mutuo de los Capellanes y de otras personas comprometidas en las actividades de las capellanías en los aeropuertos. Su servicio común fue más amplio que el tema de los refugiados y solicitantes de asilo, aunque algún grupo de trabajo social se centró en este aspecto de la actividad.

Por cuanto sé, el mérito principal del grupo ha sido el diálogo entre los Capellanes, los grupos de acción social y las ONG que comprenden la importancia de conocerse y compartir cuanto está sucediendo en los respectivos aeropuertos. Estos conocimientos, contactos personales y trabajo asociativo ofrece, además, la oportunidad de un contacto más fácil y cordial entre las capellanías cuando un refugiado o un solicitante de asilo es desplazado de una país a otro. De todas formas, en general, la oportunidad de influir en determinados aspectos de la política nacional de un país - por lo que hace a los emigrantes y refugiados -, o de actuar como “abogados” en casos individuales, es algo que va más allá del papel de la mayoría de capellanías. Algunas podrían argumentar, en efecto, que semejante actividad iría limitar su actividad en otros campos, que la amplitud del trabajo es tal, que dedicarse a aspectos políticos, sociales y legales de los problemas de los refugiados y solicitantes de asilo, sobrepasa sus objetivos y sus capacidades. Bien es verdad que, según el parecer general, esta problemática queda restringida a algunos importantes aeropuertos europeos.

En cualquier caso, la Santa Sede, y muy en especial nuestro Pontificio Consejo, se siente vivamente preocupada por el sufrimiento de los refugiados y solicitantes de asilo en los aeropuertos, y ve la necesidad de que exista algún grupo de trabajo organizado en su defensa. Apoyamos, pues, plenamente y animamos calurosamente el trabajo que los Capellanes y las ONG están realizando en este sentido en los aeropuertos. La reciente conferencia del Grupo de Trabajo EXODUS, que se tuvo en Praga (3-5 abril 2003), en la que participó Mons. Chirayath, analizó el incremento de este fenómeno en los aeropuertos. Estaban presentes 25 Organizaciones internacionales y ONG, y sólo un capellán de aeropuerto, por cierto no católico. En fin, pienso que el problema de la asistencia a los emigrantes sin documentación y a los solicitantes de asilo, no puede ser considerado algo ajeno a nuestro ministerio, sino una parte esencial, como quedó indicado: “Si el apostolado de la Aviación Civil debe estar en condiciones de presentar a Cristo a todos y ser levadura en la sociedad del aeropuerto, tiene que estar plenamente inmerso en su vida, en sus problemas y en la concreta situación del entorno específico en que trabaja” (Directivas Pastorales, n. 12). Es este el sentido de las palabras del Santo Padre en su mensaje a los Capellanes de aeropuerto reunidos en Bruselas en 2001, que deben “intensificar su inapreciable servicio al evangelio de la caridad”. También aquí, pues, unidad en la diversidad.

5. Éste es el último punto de mi comentario sobre algunos de los desafíos de la pastoral de la aviación civil – no todos, por supuesto. Prefiero, sin embargo, dejarles a Ustedes la oportunidad de “escribir” esta última parte con sus intervenciones, en el diálogo previsto al finalizar mi conferencia. Como el Papa Juan Pablo II invitó a toda la Iglesia en Nuovo Millennio Ineunte, también nosotros debemos “fundamentar todo en la caridad” (49) y poner en marcha una “nueva creatividad en la caridad” (50).

Espero haberles proporcionado suficiente material para pensar y reflexionar. Estamos revisando, con su ayuda, las Directivas de la Pastoral de la Aviación Civil, publicadas en 1995. Será, por tanto, bueno escuchar sus opiniones y sus propuestas sobre estos temas. Como bien saben, el Pontificio Consejo está siempre dispuesto a escuchar sus ideas y permanece a su disposición. Sin duda alguna, Ustedes forman un grupo de agentes pastorales muy bueno y con una gran experiencia, bien conocido por su trabajo duro, por su espiritualidad y por su adhesión a Cristo, al Pueblo de Dios y, también, a nuestro Pontificio Consejo y a la Santa Sede. Es algo que nos llena de satisfacción. Gracias de nuevo por su escucha paciente y por su apreciada colaboración.
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