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 Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

Retomar el camino desde Cristo.

Para una Pastoral renovada de los Emigrantes y Refugiados

 

 V Congreso Mundial de la Pastoral de los Emigrantes y Refugiados

(Roma, 17-22 de noviembre 2003)

 DOCUMENTO FINAL

 Parte I. El evento

1. El V Congreso Mundial de la Pastoral de los Emigrantes[1] y Refugiados[2] reunió a 319 delegados y observadores de 84 Países, entre Cardenales, Arzobispos, Obispos, Sacerdotes, Agentes pastorales, hombres y mujeres de diversas Congregaciones Religiosas, Movimientos Eclesiales y Asociaciones de Laicos, Delegados Fraternos de la Comunión Anglicana, del Patriarcado Ecuménico y del Consejo Mundial de las Iglesias, Embajadores y Representantes de Misiones Diplomáticas acreditadas ante la Santa Sede, miembros de Organizaciones Internacionales y no Gubernativas, expertos en campos científicos afines, así como Representantes de asociaciones, movimientos y organizaciones que directa o indirectamente se ocupan de los emigrantes y de los refugiados.

2. El Congreso se abrió con la Concelebración de la Eucaristía en la Basílica de San Pedro, presidida por el Cardenal Stephen Fumio Hamao, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (PCPEI). Las sesiones diarias tuvieron, en efecto, su punto culminante en la celebración de la Eucaristía, presidida, en las jornadas sucesivas, por Cardenales Miembros del PCPEI o Presidentes de las Comisiones Episcopales para los Emigrantes y Refugiados (Cardenal Georg Sterzinsky, Arzobispo de Berlín; Obispo Adriano Langa, Presidente de la Comisión Episcopal para los Emigrantes e Itinerantes de Mozambique; Cardenal Pedro Rubiano Saenz, Arzobispo de Bogotá; Cardenal Jean Baptiste Pham Minh Man, Arzobispo de Thành-Phô Hô Chi Minh y Presidente de la Comisión Episcopal para los Emigrantes y Refugiados de Vietnam). Las celebraciones fueron animadas por los cantos y otras expresiones participativas de grupos de emigrantes de diferentes nacionalidades.

3. La Sesión de Apertura comenzó con unas calurosas palabras de bienvenida por parte del Cardenal Presidente del PCPEI, a las que siguieron los discursos del Sen. Antonio D’Alí, Subsecretario del Ministerio Italiano del Interior, de la Hon. Maria Pia Garavaglia, Teniente de Alcalde de la ciudad de Roma, y del Dr. Marco Buttarelli, Jefe de Gabinete del Presidente de la Región Lazio. El Cardenal Hamao presentó, a continuación, una síntesis del programa, explicando las razones de la elección del tema: “Retomar el camino desde Cristo. Para una pastoral renovada de los emigrantes y refugiados”. La Iglesia, en efecto, no puede permanecer indiferente al constatar de la difícil situación de los emigrantes y refugiados. Desea compartir sus gozos y sus penas, allí donde se encuentran, y estar junto a ellos en su búsqueda de una vida mejor y más segura, digna de los hijos de Dios.

4. A diferencia del precedente, que examinó con más detalle los aspectos socio-económicos y políticos del fenómeno migratorio, el presente Congreso se ha centrado en los aspectos pastorales, para renovar en Cristo los programas pastorales a favor de los emigrantes y refugiados para los próximos años.

5. Con el fin de analizar los actuales desafíos en el mundo de los emigrantes y refugiados, la Dr. Gabriela Rodríguez, Relatora de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos de los Emigrantes, trató de la situación de la emigración internacional en el mundo. Hizo presente a la Asamblea que, a pesar de haberse construido un cuerpo de leyes internacionales para la protección de los derechos humanos de los emigrantes, tanto si su situación es “regular” como “irregular”, esta protección muchas veces no se lleva a la práctica. El Prof. Stefano Zamagni, Presidente de la Comisión Católica Internacional de Migraciones (CCIM), habló de la situación actual de los refugiados en el mundo. Llamó la atención sobre la situación de África, donde vive una tercera parte de la población mundial de refugiados y que cuenta también con el 60 % de personas desplazadas (2,5% de la población de África). Sostuvo que deben dedicarse más recursos económicos y más tiempo a este campo, si se quieren evitar situaciones explosivas. El Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington y Miembro del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, señaló, después, los desafíos pastorales que nos plantea el mundo de los emigrantes y refugiados. Al finalizar la lectura de su texto, el Cardenal concluyó afirmando que sería bien recibida una carta encíclica sobre la emigración.

6. En mesa redonda, un representante de cada uno de los cinco continentes detalló el cuadro regional del fenómeno de los emigrantes y refugiados. El Obispo León Tharmaraj, Presidente de la Oficina para el Desarrollo Humano de la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia, habló de Asia y del Pacífico. El Rdo. Anthony McGuire, Director saliente de la Oficina para la Pastoral de los Emigrantes y Refugiados de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, presentó la situación en América del Norte, mientras el Obispo Jacyr Francisco Braido, Presidente del Sector de Movilidad Humana del Consejo Episcopal Latinoamericano, expuso el estado de la cuestión en América Latina. De África se ocupó el P. Abraham Okoko Esseau, S.J., Coordinador Nacional de la Comisión para los Emigrantes y Refugiados de la Conferencia Episcopal de la República del Congo, mientras de la situación en Europa habló Mons. Aldo Giordano, Secretario General del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa.

7. De cara a la situación de nuestro tiempo, el Santo Padre afirmó en su carta apostólica Novo Millennio Ineunte que nuestra salvación no vendrá de una fórmula sino de una persona, Jesucristo. El Congreso, por tanto, retomó el camino desde Cristo, en primer lugar, analizando la sociedad y la cultura según el pensamiento de la Iglesia, y recordando sus enseñanzas sobre la movilidad humana. El Cardenal Paul Poupard, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, habló sobre el primer aspecto. Subrayó que una cultura no es en verdad humana, si no conlleva una apertura a las otras culturas, a lo universal. El segundo aspecto fue presentado por el Secretario del PCPEI, Arzobispo Agostino Marchetto, que analizó la enseñanza de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y apuntó perspectivas futuras. La visión de la Iglesia y sus orientaciones para el diálogo ecuménico e inter-religioso, con referencia específica al mundo de la movilidad humana, fueron expuestas respectivamente por el Cardenal Walter Kasper, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el Arzobispo Pier Luigi Celata, Secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Inter-religioso.

8. La visión cristiana se vio enriquecida por las declaraciones de los Delegados Fraternos. La Comunión Anglicana fue representada por Su Excelencia Ian George, Arzobispo de Adelaida, Australia; el Delegado del Patriarcado Ecuménico fue el Metropolita Emmanuel de Francia, de la Oficina de la Iglesia Ortodoxa ante la Unión Europea; y el Consejo Mundial de las Iglesias estuvo representado por la Sra. Doris Peschke, Secretaria General de la Comisión para los Emigrantes en Europa. Lamentablemente, el Delegado de la Federación Luterana Mundial, Rdo. Willy S. Haag, de la Iglesia de Suecia en Roma, no pudo estar presente por motivos de salud. La participación de todos ellos es un signo de esperanza para una más creciente colaboración ecuménica en los sectores de los emigrantes y refugiados, la cual contribuirá a la realización de una plena unidad entre los cristianos.

9. Las reflexiones se hicieron vivas y concretas con las experiencias presentadas por los participantes en la mesa redonda que siguió. El Obispo auxiliar Dr. Josef Voss, Presidente de la Comisión de Emigraciones de la Conferencia Episcopal Alemana, habló de la experiencia de la Comisión en relación a la colaboración ecuménica en la labor a favor de los emigrantes y refugiados en Alemania, y la Hna. Valeria Rubin, Coordinadora de la Asociación “Enfants d’Aujourd’hui, Monde de Demain”, habló de una experiencia inter-religiosa en Marsella. El Sr. José Zepeda, Director del Centro de Pastoral Multicultural, en la diócesis de Brisbane, Australia, presentó la vida y las actividades del Centro, mientras el P. Michael Ryan, párroco de Ntra. Sra. de la Esperanza, en Moscú, habló de su parroquia multi-étnica y de su comunidad de emigrantes.

10. El Congreso igualmente retomó el camino desde Cristo, fundándolo todo en la caridad, recordando la estupenda página cristológica de los Evangelios en la que Cristo se identifica a sí mismo con el hambriento, el sediento, el extranjero, el enfermo, el prisionero, el que sufre, el que es marginado... En efecto, esta página viene a decir que “nadie puede ser excluido de nuestro amor, pues ‘por su Encarnación el Hijo de Diosse ha unido en cierto modo a cada hombre” (GS 22, NMI 49). Si tenemos esto presente, contamos con una buena razón para soñar un mundo nuevo.

11. Algunas reflexiones sobre cómoretomar el camino desde Cristopara un mundo más cristiano, a la luz de la Sagrada Escritura, fueron avanzadas por el P. Albert Vanhoye, SJ, Profesor emérito del Pontificio Instituto Bíblico, mientras el Arzobispo Laurent Monsengwo Pasinya, Presidente saliente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), indicó cómo retomar el camino desde Cristo para un mundo más fraternal, más acogedor y solidario. Después, el Cardenal Jean-Louis Tauran, Secretario saliente para las Relaciones con los Estados, de la Secretaria de Estado, al serle imposible estar presente, delegó en Mons. Pietro Parolin, Subsecretario, la lectura de su texto sobre retomar el camino desde Cristo para un mundo más justo, libre y pacífico.

12. El aspecto dinamizador de estas reflexiones fue presentado en diversos testimonios. El Dr. Aldo Morrone habló de los servicios médicos que se prestan a los emigrantes y refugiados en Roma, desde el Departamento de Medicina Preventiva de Emigración, Turismo y Dermatología Tropical, del Hospital “Santa Maria e San Gallicano”, que él dirige. Sor Janete Aparecida Ferreira hizo partícipes a los presentes de sus experiencias en el Centro de Acogida para Emigrantes en Tegucigalpa, Honduras, donde prestó sus servicios como Secretaria Ejecutiva de la Comisión de Emigraciones de la Conferencia Episcopal de aquel País. Procedente de Beirut, el P. Martin J. McDermontt, SJ, coordinador del Comité de Pastoral para los Trabajadores Emigrantes Afro-Asiáticos, relató la vida y las actividades del Centro. La experiencia africana del Servicio de los Jesuitas para Refugiados fue expuesta por Sor Anne Elizabeth Vuyst, SSMN, del JRS Lilongwe, Malawi, mientras la labor que el Centro “The Fountain of Life” en Pattaya, Tailandia, desarrolla entre las víctimas del tráfico de mujeres, fue testimoniada por Sor M. Supapom Chotiphol, RGS.

13. Ahora bien, es imposible retomar el camino desde Cristo sin contemplar el misterio de la Sagrada Eucaristía y considerar la importancia de la Liturgia. Por ello, el Cardenal Geraldo Maria Agnelo, Arzobispo de San Salvador de Bahía, en Brasil, habló de “La Eucaristía, Pan y Palabra de Vida, nuestra Esperanza”. Por su parte, el Obispo Renato Ascencio León, Presidente de la Comisión Episcopal de Méjico para la Movilidad Humana, presentó la Eucaristía como signo e instrumento de la unidad de toda la comunidad cristiana y el Cardenal Godfried Danneels, Arzobispo de Malines-Bruxelles, hizo una reflexión sobre la Eucaristía como semilla, promesa y garantía de cielos nuevos y tierra nueva.

14. En relación con los varios aspectos de la Eucaristía, el Sr. Zenel Elshani, Director de Proyectos de la CCIM en los Balcanes, recordó, en primer lugar, los principales motivos que provocaron la guerra civil en Kosovo, refiriéndose a hechos de su propia vida y de sus actividades en los programas de la CCIM para la reconciliación. Después, el Obispo Ramón Argüelles, Presidente de la Comisión de Emigrantes e Itinerantes de la Conferencia Episcopal de Filipinas, habló de la cooperación concreta que ha sido pedida y se ha establecido entre las Iglesias en los Países donde emigran hombres y mujeres de Filipinas. Los participantes escucharon, igualmente, la experiencia de la celebración dominical en diversas lenguas en la parroquia de la Asunción en Houston, por parte de su anterior párroco P. Italo Dell’Oro, CRS, así como la información sobre la promoción humana de los refugiados en la República de Guinea, ofrecida por el Sr. Robert Tédouno, Director Asistente de Programas de la “Organisation Catholique pour la Promotion Humaine” en aquel País.

15. Las sesiones fueron presididas en los diferentes días por el Cardenal Presidente del PCPEI, Cardenales Miembros del Dicasterio (Cardenal Adam Joseph Maida, Arzobispo de Detroit, y Cardenal Aloysius Ambrozic, Arzobispo de Toronto) y Cardenal Renato Martino, Presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, con el que el Dicasterio mantiene una larga tradición de estrecha colaboración. El Arzobispo Agostino Marchetto y el P. Michael A. Blume, Secretario y Subsecretario del PCPEI, moderaron respectivamente las sesiones de mañana y de tarde.

16. Catorce grupos de trabajo se reunieron diariamente, ofreciendose a todos los participantes la posibilidad de hablar de sus experiencias en el campo de los emigrantes y refugiados, expresar sus opiniones, sus esperanzas y expectativas, así como sus sugerencias para futuros programas de actuación.

17. La tarde del miércoles, 19 de noviembre, los participantes visitaron la Capilla Sixtina, gracias a la amabilidad de los Museos Vaticanos, y la tarde del jueves, 20 de noviembre, tuvo lugar una “Festa dei Popoli”, un festival de canciones, bailes y otras representaciones ofrecidas por diversos grupos de emigrantes en Roma, coordinados por Migrantes, de la Conferencia Episcopal Italiana.

18. Como momento culminante del Congreso, el 20 de noviembre los participantes fueron recibidos en audiencia por el Santo Padre, cuyas alentadoras e iluminadoras palabras fueron un importante respaldo al trabajo a favor de los emigrantes y refugiados.

Parte II. Recomendaciones

Las conferencias, comunicaciones, mesas redondas y Grupos de trabajo han permitido a los participantes en el Congreso hacer un inventario de la situación presente de los emigrantes y refugiados en el mundo, teniendo presentes las particularidades globales, regionales y locales. En base a esto, retomando el camino desde Cristo a la luz de la Sagrada Escritura, cuyo corazón es el amor, y prestando una atención especial a la Eucaristía, el Congreso trató los desafíos planteados a la visión de la Iglesia sobre los emigrantes y refugiados. Al mismo tiempo, se consideró la actuación pastoral de la Iglesia, teniendo presente el diálogo multicultural, inter-religioso y ecuménico, así como la promoción y protección de los derechos humanos, íntimamente unidos a la evangelización.

Emigrantes y refugiados no sólo tienen necesidades materiales, sino también necesidades espirituales, a las que la Iglesia está llamada a responder con una acción pastoral integral, como área específica dentro de la pastoral ordinaria de la Iglesia. Los participantes al Congreso concuerdan en que el punto de partida para este ministerio es la comprensión de la situación de los emigrantes y refugiados en todas sus dimensiones – personal, social y política – a la luz de la Palabra de Dios y de la Doctrina Social de la Iglesia. Cuanto más se impliquen los mismos emigrantes y refugiados en el proceso pastoral, tanto más profunda será la comprensión de su situación y más fructuosa su vida espiritual. Ellos han sido y continúan siendo evangelizadores valiosos en los Países de acogida, muchas veces sociedades secularizadas o de tradiciones no cristianas.

Los participantes al Congreso constataron que las tragedias de la emigración voluntaria o forzada continúan multiplicándose en el mundo, sin que hayan sido desarrolladas en profundidad las respuestas adecuadas que colocan a la persona en el primer plano y reafirman su dignidad. Violaciones de los derechos humanos, conflictos armados, opresión política, pobreza y desastres económicos, degradación del medio ambiente, carencia de redes seguras para el suministro de necesidades básicas en momentos de crisis y la falta de participación en las discusiones que afectan a sus vidas, todo eso hace que la emigración sea una vía para escapar de condiciones de vida que se han hecho prácticamente insoportables. Las estadísticas esconden seres humanos: individuos con un rostro, familias que aman y son amadas, personas como los otros. Cada uno con su motivo para emigrar, con esperanzas, ilusiones y miedos.

Si bien los participantes al Congreso reconocen el derecho de los Estados soberanos a regular los flujos migratorios, expresaron su preocupación por la falta de respeto de los derechos humanos de los emigrantes y refugiados. Éstos sufren individual y colectivamente, al encontrarse en situaciones que les resultan extrañas a causa de la diversidad de normas, valores y costumbres. Con frecuencia han abandonado para siempre lugares que daban sentido y dignidad a sus vidas y muchas veces con experiencias traumáticas que dejan cicatrices para siempre. En un mundo de globalización económica que les empuja a la emigración, se encuentran con una incomprensión generalizada y – para un número siempre mayor – normativas de desplazamiento siempre más estrictas, así como con el recelo, el prejuicio y la xenofobia.

Considerando que los flujos migratorios conducen cada vez más a la formación de sociedades multiculturales y multireligiosas, los participantes al Congreso subrayaron la importancia de un mayor diálogo entre culturas y religiones, así como entre las Iglesias y las Comunidades Eclesiales. Ahora bien, el diálogo con los demás presupone que quienes participan en él sean plenamente conscientes de su identidad cultural y tengan una buena formación religiosa.

En este horizonte, el Congreso hace las siguientes Recomendaciones acerca de la misión de la Iglesia entre los emigrantes y refugiados:

Pastoral

1. La atención de emigrantes y refugiados constituye, en los primeros años de este milenio, una particular nueva evangelización. Las diversas estructuras pastorales desarrolladas por la Iglesia a través de muchos años de experiencia (incluyendo parroquias personales, missio cum cura animarum, capellanías para emigrantes, etc.) deben ser puestas al día y movilizadas para esta nueva evangelización.

2. Las celebraciones eucarísticas y la formación catequética son instrumentos privilegiados para la cura pastoral de emigrantes y refugiados. También para ellos la celebración semanal de la Eucaristía es fuente y culminación de su vida cristiana. Deben, por tanto, estar en condiciones de celebrar la liturgia y asistir a la catequesis en su propia lengua.

3. Estas celebraciones son, igualmente, una ocasión importante para vivir la comunión cristiana y experimentar la dimensión católica de la fe, enriquecidas por el patrimonio cultural y espiritual de emigrantes y refugiados.

4. Las expresiones de religiosidad popular, estimadas por emigrantes y refugiados, deben ser reconocidas y valoradas por la Iglesia en los Países de acogida.

5. Las comunidades de emigrantes son, así mismo, un campo privilegiado para las vocaciones de especial consagración.

6. Los emigrantes y refugiados son recursos para la Iglesia y la sociedad, y pueden contribuir en ellas. La población local, por consiguiente, debe respetarlos y apreciarlos.

7. Al mismo tiempo, la población local tiene el derecho a preservar su identidad cultural, que los emigrantes y refugiados, a su vez, deben respetar y comprender.

8. La pastoral debe estar animada por una espiritualidad de comunión y de servicio, que promueva el acompañamiento en el sufrimiento, la acogida y la escucha pacientes de quienes, a veces, se han visto gravemente heridos.

9. Debe estar guiada por el principio de que ninguno, sean emigrante, refugiado o miembro de la población local, debe ser considerado “extranjero”, sino como “don”, en las parroquias y comunidades eclesiales. Esto es una expresión auténtica de la “catolicidad” de la Iglesia.

10. La acción pastoral es, en primer lugar, responsabilidad de la Iglesia del País de acogida. Sin embargo, en la medida de lo posible, la Iglesia del País de origen debe proporcionar una preparación adecuada a los emigrantes antes de su partida.

11. Los deberes de la Iglesia de origen incluye que emigrantes y refugiados, en cuanto sea posible, estén acompañados por sacerdotes, religiosos o agentes pastorales laicos, preferentemente de su lengua madre y de su propio rito. Deben considerarse implicados también en esta labor aquellos misioneros cuya actividad primaria no es la pastoral de los emigrantes.

12. La Iglesia en los Países de origen debe ofrecer iniciativas pastorales y apoyo espiritual y psicológico a las familias que los emigrantes dejaron atrás. Sus familias en los Países de acogida debieran, por su parte, hacer buen uso de las oficinas de asesoramiento ahí disponibles.

13. La cooperación y la participación entre las Iglesias locales con vistas a la pastoral de emigrantes y refugiados deben ser animadas y desarrollas, en el ámbito nacional, regional y continental, con el diálogo, iniciativas comunes y visitas pastorales.

14. La pastoral de los emigrantes y refugiados debe fomentar su integración en la Iglesia local. Se le debe, pues, dar el lugar debido en la pastoral ordinaria de la diócesis.

15. La Iglesia local debe asegurar que los emigrantes y refugiados sean participantes constitutivos y activos en la vida de las comunidades cristianas locales, con representación en los consejos parroquiales y diocesanos.

16. Es necesario que se proporcione a los emigrantes y refugiados una formación espiritual adecuada y la posibilidad de vivir plenamente su vida espiritual y sacramental.

17. Debe hacerse un esfuerzo especial para proporcionar una atención apropiada a los emigrantes y refugiados que viven en Países donde la expresión pública de la fe es recortada o no permitida.

18. Su experiencia ha hecho vulnerables a los emigrantes y refugiados, y se convierten en blanco de la actividad de las sectas. Los agentes pastorales y las comunidades cristianas deben ofrecerles apoyo y una atmósfera de comunidad tal que evite su marginación, que es campo de cultivo para las sectas.

19. La Iglesia debe incrementar su preocupación por los hijos de los emigrantes, niños solos, mujeres emigrantes, emigrantes irregulares y solicitantes de asilo en centros de detención.

20. La juventud emigrante, especialmente en la segunda y tercera generación, se debate en la cuestión de su identidad y pertenencia, y requiere, por tanto, una atención específica que le ayude a participar en la comunidad cristiana local.

21. La Jornada del Emigrante y del Refugiado, prolongada a veces durante una semana, debe ser celebrada en todas las Diócesis y debe ser considerada una ocasión para profundizar la comprensión de las diversas dimensiones de la emigración. Debe darse adecuada difusión al Mensaje del Santo Padre con motivo de esta celebración. El texto debe hacerse asequible en todos los idiomas hablados por emigrantes y refugiados en la Iglesia local, por lo menos cuando se dispone de traducciones.

22. En consideración de la relevancia de la emigración para la vida de la Iglesia y para el mundo, se sugirió la publicación de una Carta Encíclica sobre la emigración. Se presentó, igualmente, una propuesta para una Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre emigración.

Estudio, educación y formación

1. Las cuestiones de la definición de refugiado y del concepto de emigrante deben ser ulteriormente analizadas, a fin de ofrecer la protección necesaria a grupos de personas que suelen ser abandonados.

2. La Iglesia tienen que encontrar formas para difundir su Doctrina Social y, en especial, sus enseñanzas sobre los emigrantes y refugiados, por ejemplo, ofreciendo publicaciones y subsidios pastorales sobre diferentes temas.

3. Las personas que toman parte en la asistencia y la pastoral de emigrantes y refugiados (sacerdotes, religiosos y agentes pastorales laicos) requieren, y debe, por ello, ofrecérseles una formación adecuada, para que puedan ser más eficaces en su actuación en un contexto de creciente complejidad de los movimientos de población. Dicha formación debe formar parte integrante de los programas de formación regular para sacerdotes y religiosos, a partir de los Seminarios, así como objeto de iniciativas puntuales. A este respecto, para una formación específica se cuenta con un instituto especializado en Roma (el “Instituto Internacional Scalabrini de la Emigración”), además de diversos programas y cursos en diferentes universidades en todo el mundo.

4. La labor realizada por Instituciones Académicas de la Iglesia en el estudio científico de los aspectos sociales y pastorales de la movilidad humana debe ser animada y sostenida.

5. Se anima a las Universidades Católicas para que creen centros de estudio sobre la movilidad humana y que en las escuelas se elaboren programas especiales para la formación en estos temas.

6. La Iglesia tiene que contribuir a la educación para el diálogo intercultural, inter-religioso y ecuménico, en especial a través de sus escuelas.

7. Las conclusiones de la investigación sobre la emigración deben ser ampliamente utilizadas por las parroquias y comunidades eclesiales, así como por los responsables eclesiales, para mantenerse informados de las transformaciones que tienen lugar en la emigración y en la sociedad.

Comunicación

1. Ante el poderoso impacto que provoca la imagen de los emigrantes y refugiados presentada por los medios de comunicación, la Iglesia debe tomar iniciativas específicas para exigir informaciones equilibradas y respetuosas, y utilizar sus propios medios para ofrecer un cuadro completo de la situación de los emigrantes y refugiados, tan a menudo víctimas de explotación, y sin embargo recurso para una sociedad mejor.

2. La Iglesia Católica debe alentar la toma de posiciones comunes con otras Iglesias y con otras religiones, en vista al servicio de los emigrantes y refugiados, y darlo a conocer a través de los medios disponibles.

3. Las emisoras de radio, que son a menudo los únicos medios de comunicación de masas disponibles, deben ser plenamente utilizados para informar a los emigrantes y refugiados, en particular en momentos de emergencia.

Diálogo

1. La emigración debe ser vista como una invitación a vivir “la comunión en la diversidad”. De ahí que deba reconocerse la importancia del diálogo entre culturas y entre religiones.

2. La gran diversidad de procedencias en los flujos migratorios ha colocado el diálogo ecuménico e inter-religioso al centro de la preocupación por los emigrantes y refugiados, haciendo de estos diálogos no una opción, sino una obligación inherente a la misión de la Iglesia en el mundo de la emigración.

3. El diálogo multicultural, multireligioso y ecuménico debe ser acometido en el contexto de la “nueva evangelización”.

4. Diálogo y misión son ambos parte del ministerio de la Iglesia. Missio ad gentes (la misión a los pueblos), missio ad migrantes (la misión a los emigrantes) y la missio migrantium (la misión de los emigrantes) deben considerarse como dimensiones entrelazadas de esta nueva evangelización.

Cooperación

1. La cooperación ecuménica debe ser ampliada y reforzada.

2. La colaboración entre la Iglesia y las ONG, para la defensa y la protección de emigrantes y refugiados, debe ser estimulada y reforzada.

Defensa y protección

La Iglesia considera su acción para la protección de los emigrantes y refugiados como parte integrante de su misión.

1. La Iglesia debe exigir con insistencia que se disponga de los intérpretes, consejeros legales, etc., que los emigrantes y refugiados necesitan para defender su causa.

2. La Iglesia debe encontrar modos de ayudar a los inmigrantes sin documentos, que forman ya parte de la sociedad donde viven y trabajan, a fin de obtener un status legal.

3. La Iglesia debe dar respuesta a las necesidades de los emigrantes y refugiados también con actuaciones que faciliten soluciones duraderas a los problemas que les afectan.

4. La Conferencias Episcopales deben usar con más frecuencia sus buenos oficios para promover una legislación favorable a los emigrantes y refugiados.

5. La Iglesia debe intervenir a favor de la libertad de religión, en ayuda de los emigrantes que no pueden practicarla en los Países de acogida.

6. La Iglesia debe intervenir en la defensa de los derechos de los emigrantes a vivir con sus familias. Debe exigir que este derecho sea reconocido y que no se pongan obstáculos a la reunificación familiar.

7. La Iglesia debe pronunciarse de forma más clara y decidida contra las nuevas formas de esclavitud, como son, por ejemplo, las que existen en el mercado del trabajo negro – que es una de las causas mayores de la emigración irregular – o el tráfico humano, del que, la mayoría de las veces, son víctimas mujeres y niños para la prostitución o la venta de órganos.

8. La Iglesia debe defender una reformulación de los derechos culturales.

Parte III. Llamamientos

El Congreso hace un llamamiento a la Iglesia, a su Jerarquía, a sus miembros y a las Organizaciones con ella relacionadasa

  1. reconocer los emigrantes y refugiados como “signo de nuestro tiempo”, con el que Dios llama a su Iglesia a vivir más plenamente su dimensión católica y su vocación de Iglesia peregrinante;
  2. tomar más seriamente su vocación a caminar con los emigrantes y refugiados, en quienes puede verse el rostro de Cristo (cf. Mt 25,31-46);
  3. responder a las diversas peticiones de ayuda con una perspectiva integral de la pastoral que integre, en particular:
    1. programas pastorales específicos que incluyan una formación adecuada a los servicios que deban ejercerse;
    2. redes de comunicación eficaces al interior de la Iglesia;
    3. un compromiso más decidido en la función de defensa;
    4. mayor cooperación ecuménica;
    5. diálogo entre culturas y religiones;
  4. contar con una siempre mayor presencia activa y apreciada de los emigrantes y refugiados al interior de la Iglesia, reconociendo su rico patrimonio cultural y espiritual como una ventaja para la Iglesia local, incluidas las apropiadas expresiones de su religiosidad popular y celebraciones litúrgicas;
  5. dar testimonio de que la injusticia puede ser derrotada.

El Congreso hace un llamamiento a la Santa Sede

a ratificar, lo más pronto posible, la Convención internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares

El Congreso hace un llamamiento a los Gobiernos, Cuerpos legislativos y Organizaciones Internacionalesa

  1. respetar y proteger la dignidad humana y los derechos (en particular la libertad de conciencia, culto y religión) de los emigrantes y refugiados, tanto en situación regular como irregular, y no hacer del terrorismo internacional un pretexto para reducir sus derechos;
  2. prestar una atención especial a los niños emigrantes, a los jóvenes y a las mujeres, y establecer penas severas contra su explotación;
  3. admitir que las políticas, que sean sólo represivas y restrictivas frente a los emigrantes y refugiados, son incapaces de controlar los flujos migratorios;
  4. desarrollar perspectivas exhaustivas, realistas y justas en la gestión global, regional y local de la emigración;
  5. cumplir con las obligaciones derivadas de las leyes internacionales y nacionales, en la letra y en el espíritu, sin reservas. En especial, se hace referencia al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y Protocolos adicionales, a la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Intolerancia y Discriminación contra la Mujer, a la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, a la Convención de los Derechos del Niño, y Protocolos adicionales, a la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial;
  6. ratificar la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos
    los trabajadores migratorios y de sus familiares; 
  7. desarrollar más y estimular un sistema de responsabilidades internacionales respecto de las personas desplazadas en el interior, según los “Principios Rectores de los
    desplazamientos internos”;
  8. mantener con fuerza y, si así lo requieren nuevos acontecimientos, extender la actual Convención de 1951, y el Protocolo de 1967, sobre el estatuto de refugiados, incluyendo los indicados niveles mínimos para necesidades básicas, tal como se confió a la UNHCR, y que, a su vez, exige presupuestos conformes a estas necesidades;
  9. ofrecer mejores servicios a los emigrantes, incluyendo su derecho a no ver secuestrados sus documentos de identidad y de viaje; se hace también un llamamiento a las embajadas para una mejor asistencia a sus emigrantes;
  10. promover la justicia y la paz, la reconciliación y un desarrollo integral al servicio del bien común de toda la humanidad;
  11. identificar y afrontar de manera efectiva las causas que están a la raíz de la emigración.

 El Congreso denuncia

las constantes tragedias, con pérdida de vidas de emigrantes, en diferentes zonas fronterizas del mundo, como, por ejemplo, el paso del Estrecho de Gibraltar entre España y Marruecos, el de Rio Grande y el desierto entre México y Estados Unidos, o la zona marítima entre África y la isla de Lampedusa en el Mediterráneo.

El Congreso, por tanto, hace un llamamiento a cuantos están implicados en estos temas, para que se afronten las causas reales que provocan estos graves y dramáticos acontecimientos, y se haga el máximo esfuerzo posible, usando todos los medios necesarios, para evitar estas tragedias dolorosas, mediante la coordinación y regulación de los flujos migratorios.

El Congreso hace un llamamiento a todos los emigrantes y refugiadosa

  1. en el caso de los cristianos, ser testigos auténticos de su fe, especialmente en los Países donde el cristianismo está en minoría;
  2. ser protagonistas en la construcción de una sociedad que crezca en el respeto mutuo y en el reconocimiento de la dignidad inalienable de todo ser humano;
  3. aprender, en cuanto sea posible, la lengua local del País de acogida;
  4. entrar en diálogo con la población local e interesarse por su cultura;
  5. conocer sus derechos en el País de acogida y las autoridades responsables a quienes dirigirse ante cualquier motivo de queja;
  6. ayudar a sus hijos y nietos en sus esfuerzos para integrarse plenamente en el País de acogida, preservando siempre su identidad cultural;
  7. stimar el País de acogida y respetar sus leyes y su identidad cultural.

El Congreso hace un llamamiento a la sociedad civil y a cada uno de sus miembrosa

  1. recibir los emigrantes y refugiados sin prejuicios;
  2. estimar las raíces culturales de cada persona y respetar las diferentes prácticas culturales, en tanto no entren en contradicción con los valores éticos universales inherentes a la ley natural o a los derechos humanos;
  3. combatir el racismo, la xenofobia y el nacionalismo exacerbado y
  4. yudar a los emigrantes y refugiados a sentirse lo más posible como en casa, a pesar de su situación.

[1]Cuando sea de aplicación, el término “emigrante” incluye los trabajadores temporeros y los estudiantes extranjeros.
[2]Cuando sea de aplicación, el término “refugiado” incluye los solicitantes de asilo y los desplazados (IDPs)
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