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Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move - N° 90,  December 2002, p. 151-160

Competencia y Actuaciones de las Conferencias Episcopales  a favor de los Emigrantes

R.do D. José Magaña ROMERA,

Director del Secretariado

de la Comisión Episcopal de Migraciones

de la Conferencia Episcopal Española

Quiero agradecer a los responsables y a todos los que han participado con su trabajo, desde el “Instituto Martín de Azpilicueta”, de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, la organización de este Simposio sobre Movimientos migratorios y acción de la Iglesia. Aspectos sociales, religiosos y canónicos. Un tema, el de los movimientos migratorios, de candente actualidad, y en el que la Iglesia, como sin duda ya se ha podido ver en el momento actual del Simposio, lleva trabajando largo tiempo, muchas veces de forma sencilla, callada y, por ello, desconocida.

Agradezco también la invitación personal para participar en el mismo. La tarea que se me ha pedido es comunicar las Competencias y actuaciones de las Conferencias Episcopales a favor de los migrantes. Lo voy a hacer desde la experiencia personal, vivida como miembro del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, desde hace nueve, casi ya diez años. Los diez años últimos, muy especiales además, por lo que han supuesto en el significativo crecimiento de la inmigración en nuestro país. Empecé, allá por el año 1992 colaborando con el Secretariado, en el 93 me responsabilizaron del Departamento de Interior, es decir inmigración, y los siete últimos años me ha tocado dirigir el Secretariado de la Comisión. Por ello a la hora de hablar de las actuaciones de las Conferencias Episcopales, la segunda parte de esta comunicación, me centraré en las realizadas por la Comisión Episcopal de Migraciones de España. (Sólo entre paréntesis, y sin entrar en discusiones de precisiones terminológicas quiero hacerles notar que he comenzado a utilizar el término migraciones, sin “e”. Juan Pablo II, en el mensaje anual para la Jornada Mundial del día del Emigrante del año 1995, nos hace caer en la cuenta de cómo utilizamos una terminología diferente, para designar a la misma persona migrante, según se la mire desde un lugar, su país de procedencia (emigrante), o de otro, el país donde llega (inmigrante). Y todos sabemos, y el Papa nos lo recuerda con claridad, que el lenguaje no es neutro.[1] ¡Cuánto nos cuesta hoy a nosotros, en nuestro país, reconocer a los inmigrantes los derechos que hace treinta o cuarenta años reclamábamos para nuestros emigrantes!).

I. Competencias de las Conferencias Episcopales.

1. Antes de hablar de la normativa existente sobre las competencias de las Conferencias Episcopales, quiero empezar diciendo que tiene una estrecha relación con todo un proceso que se ha realizado, sobre todo, a lo largo del pasado siglo XX. En este tiempo se desarrolló la doctrina social de la Iglesia y desde ella la pastoral social. Es desde la evolución de la pastoral social, desde donde se llega a percibir la pastoral de migraciones como una pastoral específica[2]. Es también decisivo en todo este proceso, para la formulación de las competencias de las Conferencias Episcopales en este campo, la eclesiología y la visión pastoral que formula el Concilio Vaticano II.

2. Los documentos eclesiales de referencia para la pastoral de migraciones como pastoral específica, decisivos para este proceso, al final del cual se concretan las competencias de las Conferencias Episcopales, seguro que ya les suenan a todos ustedes, son: la Constitución Apostólica Exsul Familia de Pío XII (1952), el Decreto Christus Dominus (n°18) del Concilio Vaticano II, el Motu Proprio Pastoralis Migratorum Cura de Pablo VI, cuya normativa se recoge en la Instrucción De pastoralis Migratorum Cura (1969), normativa y espíritu que recoge el actual Código de Derecho Canónico (1983). Debemos mencionar aquí también dos documentos, de contenido eminentemente pastoral, como son la Carta circular a las Conferencias Episcopales “Iglesia y movilidad humana”, de la entonces Pontificia Comisión y hoy Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes (1978), y más propia para nosotros la “Pastoral de las migraciones en España” (1994), documento de la Conferencia Episcopal Española, aprobado en su LXI asamblea plenaria, con el fin de adaptar los principios y normativa de la De Pastoralis Migratorum Cura, en su veinticinco aniversario, a la realidad española, teniendo presente la realidad de la emigración de nuestro país y, sobre todo, la nueva realidad emergente, en aquel momento, de la inmigración en España.

Hablarles detenidamente de todos estos documentos y su evolución sería prolijo. Además de que de algunos de ellos ya se ha hablado en este Simposio, tampoco es mi tarea ni el tiempo me lo permitiría. Por ello, en forma resumida, les presento su contenido en lo que se refiere a las competencias de las Conferencias Episcopales.

3. Pero antes quiero recordarles y leerles literalmente la cita del Decreto CD n° 18, que es el marco de referencia, para la pastoral de migraciones como pastoral específica. Dice así:

“Téngase solicitud particular por los fieles que, por la condición de su vida, no pueden gozar suficientemente del cuidado pastoral común y ordinario de los párrocos o carecen totalmente de él, como son la mayor parte de los emigrantes, los exiliados y los prófugos, los navegantes por mar o aire, los nómadas y otros por el estilo. Promuévanse métodos espirituales adecuados para fomentar la vida espiritual de quienes por razón de vacaciones se trasladan temporalmente a otras regiones.

Las Conferencias de los Obispos, señaladamente las nacionales, estudien diligentemente los más urgentes problemas que afectan a las personas susodichas y con instrumentos e instituciones adecuadas atiendan y fomenten su vida espiritual con voluntad concorde y  unión de fuerzas, atendiendo ante todo a las normas que ha dictado o dictare la Sede Apostólica, convenientemente adaptadas a las circunstancias de los tiempos, lugares y personas”.

* Esas “normas de la Sede Apostólica” piden a las Conferencias Episcopales de los países afectados por el fenómeno migratorio, emigración o inmigración, constituir una Comisión Episcopal de Migraciones que será la responsable de promover y alentar esta pastoral. Además se indica que esta Comisión ha de tener un Secretariado que es quien asume las funciones como Dirección Nacional de Migraciones[3]. Es conveniente integrar en este Secretariado, un equipo de personas que, además de ser expertos en migraciones, representen los sectores eclesiales que trabajan en esta realidad: delegaciones diocesanas, congregaciones religiosas y sus órganos representativos, Cáritas y acción social, campo asociativo laical, etc.[4].

* Es necesario que este trabajo de las Comisiones Episcopales de Migraciones se realice en conexión y coordinación con el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes a quien las Conferencias Episcopales han de comunicar la composición de la Comisión, así como la memoria de actividades[5].

* Además, de acuerdo con la Conferencia Episcopal que ha de señalar el día, le corresponde preparar y celebrar la Jornada Pontificia del “Día del Migrante”, con el fin de sensibilizar a la Iglesia y a la sociedad, sobre los derechos y la problemática de estas personas, así como recoger fondos para poder afrontar los costes de la atención pastoral a las mismas[6].

* Y si una o más Conferencias Episcopales lo consideran oportuno, se puede proponer a la Santa Sede la erección de una prelatura personal para la atención pastoral de un grupo de emigrantes significativo y numeroso[7].

* Entre las tareas que corresponden a esta Comisión Episcopal y que podríamos llamar de intervención directa, se pueden señalar las siguientes:

  1. Estudiar y conocer la realidad del fenómeno migratorio en el país y colaborar en la transmisión e intercambio de información con las diócesis y así poder tomar iniciativas pastorales apropiadas[8].
  2. Coordinar y canalizar la elección y preparación de sacerdotes para capellanes o misioneros de migrantes, su presentación a las Conferencias Episcopales de los países interesados, así como la búsqueda y estímulo de agentes de pastoral, religiosos o laicos. Y proponer el candidato para Delegado Nacional de los Capellanes a las Conferencias Episcopales[9].
  3. También es el órgano ordinario de contacto con los organismos nacionales e internacionales, para defender los derechos de los migrantes, así como con las otras Conferencias Episcopales y el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes[10].

Además de estas competencias, explicitándolas algo más, quedan también subrayadas claramente por la Conferencia Episcopal Española, las que siguen en los tres puntos siguientes:

  1. Desde el Secretariado de la Comisión el Director nacional es el encargado de la relación con los Obispos y Delegados Diocesanos para todo lo que se refiera a animar, apoyar y coordinar esta pastoral específica[11].
  2. Además también el Director Nacional es el responsable de la relación y coordinación con otros organismos de la Iglesia que atiendan algún aspecto relacionado con esta pastoral específica: Comisión Episcopal de Misiones, de Pastoral Social, Cáritas, CONFER, etc.[12]
  3. Sensibilizar y orientar a la opinión pública sobre la problemática de los migrantes[13].

4. Esta es, en resumen, la normativa establecida. Una normativa que respondía a una realidad concreta: el fenómeno migratorio tal y como se vivía en los años del Concilio y de la De Pastoralis Migratorum Cura. Hoy este fenómeno ha cambiado y presenta unas características nuevas que hacen necesaria, desde el espíritu del Concilio, la revisión de esta normativa. Creo que es necesario proponer una interpretación amplia y establecer los cauces oportunos, desde la norma, para facultar hoy a las Conferencias Episcopales, en sus órganos correspondientes, a asumir nuevas tareas ante la nueva situación. En efecto hoy la realidad ha cambiado, como ya he dicho, y estamos experimentando nuevas circunstancias, que afectan y condicionan a los flujos migratorios. Por ejemplo, además de que han cambiado profundamente las características de los flujos migratorios, en la Europa en proceso de construcción, se dan problemas que superan a la Iglesia local y recomiendan actuaciones a nivel de estructuras superiores: En todo lo que se refiere a legislación sobre inmigración, la Unión Europea está construyendo pautas comunes que afectan a todos los ciudadanos de la Unión y los extracomunitarios; otro problema de hondo calado es el del tráfico de personas, de forma especial de mujeres para su explotación sexual, controlado por redes internacionales, que obviamente supera a la Iglesia local, e incluso a las diversas Conferencias Episcopales nacionales, afectando a toda Europa y aun a ámbitos más amplios[14]. Pienso que son los problemas a los que se refiere el nº 18 de CD, cuando recomienda a las Conferencias Episcopales que aborden esos temas con los medios e instituciones adecuadas[15].

II. Actuaciones de la Conferencia Episcopal Española

Todas estas competencias la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española ha intentado y sigue intentando ponerlas en práctica, con mayor o menor acierto, desde su constitución en el año 1966. Desde entonces hasta hoy se ha realizado un trabajo, que yo juzgo encomiable, aunque también creo que en el momento actual es bastante desconocido. Se lo presento a continuación, muy esquemáticamente, por razones de tiempo, y juzguen también ustedes al final.

1. Trabajo con la emigración española.

1. Empiezo por aquí porque este fue, históricamente, el primer esfuerzo de la Comisión Episcopal desde el momento de su constitución. Lo heredó además de la Comisión Católica Española de Migraciones, organismo perteneciente a la Comisión Católica Internacional de Migraciones, creada en 1951 para responder a los problemas de los refugiados. Eran los tiempos de Pío XII y con la posterior constitución de las Conferencias Episcopales, después del Vaticano II, las delegaciones nacionales se integraron en las Comisiones Episcopales de Migraciones o Comisiones Episcopales para la Movilidad Humana. La diferencia de nombre responde a los distintos países.

España, en aquellos años, era un país de fuerte emigración, una realidad de la que parece que hoy no nos queremos acordar, a pesar de que según las últimas cifras oficiales todavía 1.571.941[16] españoles residen en el extranjero. Pero de esto apenas se habla y la opinión pública lo desconoce. Tampoco la “opinión dentro de la Iglesia” es conocedora de que aún hoy existen en los países europeos 105 sacerdotes, capellanes de misiones “españolas / de lengua española”[17], 40 comunidades religiosas, 20 agentes de pastoral, 12 de ellos dedicados a tiempo completo, además de los muy numerosos catequistas y voluntarios que prestan sus servicios en la Misiones Católicas de Lengua Española en el extranjero.

Esta pastoral ha pretendido coordinar los apoyos y los recursos que aportaba la Iglesia en España con la organización de la pastoral de migraciones de la Iglesia presente en los países de acogida, para acompañar a los emigrantes españoles facilitando su acogida y apoyando su integración en la Iglesia local y la nueva sociedad.

Si hacemos una evaluación tenemos que juzgar como un gran acierto la normativa Pontificia al prever y recomendar la puesta en marcha de una pastoral diferenciada, acomodada a la lengua, cultura, origen y circunstancias, como mediación muy conveniente hasta la integración de los migrantes, aunque efectivamente en todos los lugares, ni el interés ni los esfuerzos empleados han sido los mismos. Por tanto tampoco los resultados.

2. Un resumen, muy breve, de la historia más reciente de este trabajo de la Iglesia española con la emigración (los últimos cincuenta años), lo presentan los obispos españoles en su documento “Pastoral de las migraciones en España”[18]. Ellos dividen esta última época en cinco momentos que denominan y describen de la siguiente manera: el asistencial, donde el centro de actividad y de la vida de los emigrantes era la “misión” y en ella todo giraba en torno al encuentro dominical; el educativo, es el momento en que con la reagrupación familiar y la llegada de los hijos asumen el protagonismo “la escuela” y las instituciones educativas; el asociativo, en esta etapa, con la toma de conciencia de los derechos de la familia y los propios, surgen con fuerza las “asociaciones”, para la defensa de esos derechos; perplejidad, es un momento complicado, tras la crisis del petróleo y lo que supone para Europa, se da un momento de inseguridad y perplejidad ante lo que pueda ser el futuro para los trabajadores y sobre todo para los inmigrantes; y reconocimiento de derechos y estabilidad, es la etapa final en la que con la incorporación de España a las Comunidades Europeas, los españoles en Europa adquieren una serie de derechos, que les dan ya una cierta seguridad, aunque, sobre todo por su edad, surgen otros problemas nuevos[19].

3. Hoy, como ya hemos señalado, existen 1.571.941 españoles residentes en el extranjero. La mayor parte de ellos son todavía lo que entendemos específicamente como emigrantes, es decir, personas que se vieron forzados a salir de este país para poder vivir, mediante su trabajo en otro. Y 672.420[20] de ellos viven en la Unión Europea. Con la integración de España en la misma la administración española deja de llamarles emigrantes e introduce el eufemismo “españoles residentes en el extranjero”. Pero hoy ellos ni notan la diferencia, ni aceptan el cambio. Al menos esta es mi experiencia personal en el trabajo de estos diez últimos años con ellos. Por eso desde la Comisión Episcopal de Migraciones se ha hecho una opción clara de seguir acompañando a estos emigrantes, aunque realizando las reconversiones necesarias para atender la nueva realidad, pues, ciertamente se dan una serie de características nuevas, que les enumero a continuación:

  1. La situación del emigrante español en Europa ha cambiado radicalmente en poco tiempo. Hoy es ciudadano europeo, lo que le aporta una seguridad y estabilidad muy ventajosa si se compara con los inmigrantes procedentes de terceros países. España ya no está tan lejos, los medios de comunicación, físicos o de opinión, hacen posible que el emigrante siga muy de cerca, con su presencia e información, la vida política, social y cultural española.
  2. Se vive también la problemática diferente de la segunda y tercera generación. Ellos no viven la situación de sus padres, pero tampoco se puede decir que estén “perfectamente” integrados. Son biculturales, y esto, que es una ventaja, muchas veces se vive también como conflicto. Ser de “allí” y ser de “aquí” provoca también que no se sea ni de un sitio ni de otro. Muchas veces es en el ámbito de la Misión de Lengua Española donde se sienten “ellos” como algo nuevo. ¿Son los auténticos europeos?.
  3. Además en las Misiones Españolas aparece un nuevo tipo de español que no es el típico trabajador inmigrante: son los técnicos, los trabajadores cualificados de empresas, los eurofuncionarios, los estudiantes en número creciente. Esta nueva gente da una mayor pluralidad a las colonias españolas, así como también un mayor sentido de movilidad y provisionalidad.
  4. Muy recientemente ha aparecido y está creciendo una realidad nueva, que se nos presenta como un gran desafío para nuestras Misiones. Es la llegada de la nueva emigración latinoamericana, con su fuerte problemática (sobre todo el gran número de inmigrantes que llegan de forma irregular), que acuden a las Misiones de Lengua Española, de la misma forma que a las parroquias aquí en España, buscando la acogida de “su” Iglesia, en la que se encuentran con mayor facilidad porque habla en su misma lengua. Esto es lo que ha provocado que ya muchas Misiones Españolas hayan cambiado su nombre y se denominen “Misiones de lengua española”.

2. Trabajo con la inmigración en España.

1. La inmigración en España es un fenómeno reciente. Empieza en la década de los ochenta y se desarrolla con gran rapidez, sobre todo en los últimos años, superando la capacidad de previsión de la administración española. Se podría decir, que tal vez, gracias precisamente a la experiencia de trabajo con la emigración española, son las instancias de Iglesia las que dan las primeras respuestas a los problemas de esta nueva situación.

Las características de la inmigración que llega a España hacen que no sea muy fácil abordar con facilidad el  fenómeno ya que es una inmigración muy diversa y de origen muy plural: latinoamericanos de países diferentes y cambiantes (primero las mujeres dominicanas, luego peruanos, hoy sobre todo colombianos y ecuatorianos, además de cubanos, guatemaltecos, etc.); africanos del Magreb y también del África subsahariana; europeos de distintos países del Este; asiáticos de puntos muy distintos (sobre todo China y Filipinas, pero también otros países como Pakistán, India, etc.).

Esta gran diversidad se manifiesta además en una diferencia cultural muy grande que cristaliza en una realidad plenamente multicultural. Podemos decir que el reto hoy no es integrar en la sociedad y cultura dominante a otra cultura, sino a una realidad minoritaria multicultural. Y en ella merece señalar como grupo significativo, por su número y características, la realidad del Islam, también con su diversidad.

Tampoco la inmigración actual es una migración laboral estrictamente hablando, como lo era la emigración europea de hace cincuenta años, sino que uno de sus componentes importantes es que es el Sur, el mundo del hambre y la pobreza, que busca refugio y salida en el mundo opulento del Norte. Esto no quiere decir que no sea también una inmigración “demandada” por las necesidades de este mundo rico, en el que determinados trabajos y tareas son rechazados por los ciudadanos de aquí.

2. Esta es la realidad a la que se intenta dar respuesta desde los planes de acción pastoral de la Comisión Episcopal de Migraciones, que en estos años han pasado por diversas etapas que a continuación les expongo:

  1. Cuando comienza la inmigración en España hubo un primer momento, a finales de los años ochenta y primeros de la década de los noventa, en los que, además de comenzar con la primera problemática de carácter eminentemente social, se dan otra serie de elementos: el fomento y desarrollo en nuestro país de las ONG´s; la marginación, por parte de los responsables de la administración española del momento, de las organizaciones con clara identidad eclesial, en el reparto de los recursos públicos; la experiencia asociativa en el trabajo con la emigración española; y otros, que hicieron que los responsables del Secretariado y los Obispos de la Comisión de aquel momento, optasen por el modelo de promocionar asociaciones civiles que diesen respuesta a los problemas de los inmigrantes. Así surgieron dos organizaciones que entonces fueron pioneras y hoy son punteras en este campo: la RED ACOGE en el trabajo con inmigrantes, y ACCEM (Asociación Comisión Católica Española de Migraciones), con asilados y refugiados políticos. Como paso de este primer momento al segundo me parece muy significativo el documento de la Comisión Episcopal de Migraciones La inmigración en España: un reto a la sociedad y la Iglesia españolas, publicado en 1995.
  2. Además de ese trabajo de índole claramente social, se vio también enseguida la necesidad de una respuesta más amplia, en línea con lo que nos piden los documentos eclesiales, y que recoge el documento de la Comisión Episcopal de Migraciones mencionado. Para ello se abordó el trabajo de “reconvertir” o “resucitar” las viejas delegaciones diocesanas de “emigración”, o promoverlas y ayudarlas a nacer, para que trabajasen en el nuevo enfoque de la “inmigración”. Desde ellas, además de la labor asistencial y de promoción social, mediante la defensa de los derechos del inmigrante y su integración social, se intenta también tener muy en cuenta la dimensión religiosa y espiritual de la persona, procurando apoyar también su integración eclesial cuando se trata de católicos, o promoviendo el diálogo ecuménico e interreligioso, cuando pertenecen a otras confesiones y religiones.
  3. Actualmente el objetivo de la Comisión, sin olvidar todo lo anterior, se centra en intentar sumar las fuerzas y coordinar el trabajo con numerosas instituciones eclesiales que están presentes en este campo: Cáritas desde su programa de inmigración, muchas Congregaciones religiosas, diferentes movimientos eclesiales, etc. Creo que en este sentido se podrá prestar un buen servicio a esta causa con las “Orientaciones sobre la pastoral con los inmigrantes” que aparecerán en los próximos años, como una de las acciones pastorales –la nº 14- que se plantea el último Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española[21], al programar sus acciones pastorales sobre la comunión en el amor.
  4. Y por último, otro de los aspectos concretos que se ha planteado la Comisión es alentar el esfuerzo de reconversión de las misiones de lengua española en Europa para que puedan servir de apoyo en la atención pastoral a la fuerte emigración latinoamericana hacia la Unión Europea, como también hacia España. Como ya se dijo, estas misiones son su punto de referencia en Europa. En este sentido, ya que la atención a dichas misiones es cada vez más difícil desde España, se han realizado contactos con responsables de la Iglesia de los lugares de origen: varias reuniones con el Secretario General del CELAM, contactos con responsables de las Conferencias Episcopales de Ecuador, Perú, y otras; siempre con el fin de sensibilizar a las iglesias de origen y estudiar la forma de articular un modo de atención pastoral a los migrantes con la colaboración de la Iglesia en el país de origen y la del de acogida.
Espero haber respondido a sus expectativas, sobre todo espero haberles aportado datos para que tengan un juicio más exacto de las competencias de las Conferencias Episcopales y de la actuación de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, y, cómo no, agradezco muchísimo su atención. Muchas gracias.
 

[1] Cfr. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada mundial del emigrante 1995, punto 1.

[2] Un buen resumen de este proceso se puede ver en el capítulo dedicado al Magisterio de la Iglesia del documento de la Comisión Episcopal de Migraciones, La inmigración en España, reto a la sociedad y la Iglesia españolas, 1995. Ver también J. HERRANZ, Diritto del migrante ad una pastorale specifica, en People on the Move 67 (1995), p. 43-55. V. DE PAOLIS, Missionarietá e mobilitá umana nella sua evolucione storico-giuridica e loro interconnesione, en Servizio Migranti, 6 (2001), dossier SM 6/01.

[3] DPMC, 22,1.

[4] Ib., 22,2.

[5] Cfr. Ib., 23,7.

[6] Ib., 24.

[7] CDC, can 294-297.

[8] DPMC, 23,1.

[9] Ib., 23,2-4 y 44,2.

[10] Ib., 23,5-6.

[11] CEE, Pastoral de las Migraciones en España, p.40.

[12] Ib., p.40.

[13] Ib., p.40.

[14] Mons. J. SANCHEZ GONZALEZ, “Eine Welt im Wandel: Migrantenpastoral heute und in Zukunft”, en Rencontre des directeurs nationaux de la pastorale pour les migrants, Strasbourg, 2000, COMECE, p. 19-20.

[15] “Las conferencias de los obispos, señaladamente las nacionales, estudien diligentemente los más urgentes problemas que afectan a las personas susodichas y con instrumentos e instituciones adecuadas atiendan y fomenten su vida espiritual con voluntad concorde y unión de fuerzas...” CD 18. El subrayado es mío.

[16] Anuario de Migraciones 2000. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

[17] Señalado entre comillas, porque son las antiguas Misiones Españolas que, como se dice a continuación, se van transformando en Misiones de Lengua Española

[18] La historia de todo este trabajo esta aún sin escribir. Recientemente ha aparecido una publicación particular, sencilla y parcial, que presenta el trabajo realizado en la misión de Nuremberg (Alemania), durante cuarenta años. Poco más hay escrito sobre la “historia de esta labor”. La publicación aludida es de A. TORGA, Cuarenta años de historia (1961-2001) de la Misión Católica de Lengua Española de Nürnberg, Nürnberg 2002.

[19] Cfr. CEE, Pastoral de las Migraciones en España, p. 17 ss.

[20 Anuario de Migraciones 2000. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

[21] CEE. Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española 2002-2005, nº 76.

 

 

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