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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 97, April 2005

 

 

Mensaje inaugural EN QUITO 

PARA LOS EMIGRANTES*

 

 Cardenal Stephen Fumio HAMAO

Presidente del Consejo Pontificio

para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

 

1. Me siento honrado de asistir a este encuentro regional sobre el tema "Migraciones y desarrollo", una preocupación que está en el corazón de la Comunidad andina, en su aspecto político, económico, cultural, religioso y pastoral.

2. El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes se siente igualmente muy cercano a la gente de esta región en sus frecuentes dramáticas experiencias de la movilidad humana. Como órgano de la Santa Sede que expresa la preocupación del Santo Padre, como Pastor de toda la Iglesia, nosotros seguimos las discusiones de este Simposio con gran interés, porque es nuestra tarea el proyectar "la solicitud pastoral de la Iglesia sobre las peculiares necesidades de los que se ven obligados a dejar su patria o carecen totalmente de ella; y también se ocupa de examinar, con la debida y adecuada atención, las cuestiones relativas a esta materia". Y además el Pontificio “Consejo trabaja para que en las Iglesias particulares se ofrezca, incluso, si llega el caso, mediante adecuadas estructuras pastorales, una eficaz y apropiada atención espiritual, tanto a los prófugos y a los exiliados, como a los emigrantes".[1]

Gran alegría ha sido en los ultimos tres años encontrarnos con muchos representantes de las Conferencias Episcopales de la región con occasión de las visitas ad limina y justamente hace dos semanas con algunos Obispos Españoles. Los hemos escuchado y hemos sentido sus problemas. Hoy, me siento feliz de renovar personalmente esos preciosos contactos y de escucharlos a Ustedes nuevamente, esta vez en su propio territorio. Espero que la presencia de nuestro Pontificio Consejo ayude también a aportar una contribución específica a las cuestiones profundamente sentidas que van a discutir. Me refiero sobre todo al aspecto pastoral. Providencialmente este Simposio se lleva a cabo en el momento en que nuestro Pontificio Consejo está presentando y explicando la nueva Instrucción para el cuidado pastoral de los migrantes, Erga Migrantes Caritas Christi (La caridad de Cristo hacia los migrantes). Estoy seguro de que encontrarán en este documento mucho ánimo para sus expresiones regionales e intercontinentales de comunión y cooperación, así como el camino para fortalecer el día a día de la presencia pastoral de tantos sacerdotes, religiosos y laicos que acogen y escuchan a nuestros hermanos y hermanas itinerantes y les expresan el amor de Cristo. Nuestro diálogo del Miércoles supondrá una oportunidad para reflejar más profundamente aquellos aspectos de la Instrucción que pueden suponer un particular interés para la situación pastoral en la región de los Andes.

3. Nuestro Pontifício Consejo ve, en este Simposio, un paso significativo para el fortalecimiento de la comunión entre las Iglesias particulares, a la que la Exhortación apostolica Ecclesia in America anima: “una comunión que se extiende más allá de los límites de cada Conferencia Episcopal” y que fortalece “las reuniones interamericanas, promovidas ya por las Conferencias Episcopales de las diversas Naciones americanas, como expresión de solidaridad efectiva y lugar de encuentro y de estudio de los desafíos comunes para la evangelización de América”.[2]

Si hay un desafío común para la evangelización de esta región de América, este es la emigración. Ello supone la búsqueda de trabajo y de sustento digno, afecta profundamente a las familias, y de manera creciente toca las vidas de más y más mujeres.[3] Lo vemos incluso más dramáticamente en las involuntarias odiseas de refugiados, desplazados, en el tráfico de personas e incluso en los niños soldados. ¿Cómo podemos asegurar que el amor de Cristo acompañe todas estas realidades en todas sus dimensiones? Esto constituye uno de los grandes retos de la nueva evangelización. Dada la complejidad de este desafío, yo quiero expresar mi satisfacción de que el enfoque de este Simposio sea interdisciplinar a un alto nivel profesional, incluyendo a las universidades, las instituciones de gobiernos y las Naciones Unidas, y la experiencia de Cáritas. En esta comunión de reflexión y de preocupación, conducidos por el amor de Cristo, nuestro Pontificio Consejo espera y reza para que este Simposio ofrezca renovadas expresiones de solidaridad que constituyan un positivo impacto social, político y pastoral para todos aquellos comprometidos en el fenómeno de la emigración.

La comunión entre las Conferencias de Obispos, expresada en este Simposio, no está limitada a esta región geográfica sino que se extiende también a los destinos de muchos de sus hijos e hijas, por ejemplo en el viejo continente europeo, España en particular, donde tantos emigrantes esperan rehacer la vida para si mismos y para sus familias. Es consolador conocer esta tradición de cooperación transatlántica, una especie de reinversión de las tendencias de emigración que dominaron el siglo XIX y los comienzos del XX. Podemos ver la constancia de ello en documentos tales como la Declaración de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, “Nuestros Hermanos Migrantes en España” (del 31 de octubre del 2003). La Instrucción Erga migrantes caritas Christi explícitamente exhorta a este tipo de comunión intensa y de cooperación entre Conferencias Episcopales de los países emisores y receptores.[4] Siendo personalmente ciudadano de otro de los destinos de los emigrantes de esta zona, Japón, me siento feliz de poder atestiguar que esta cooperación y comunión eclesial es también transpacífica.

4. Es también significativo el hecho de que este Simposio se esté celebrando al inicio de la Cuaresma, tradicionalmente el tiempo de conversión y de renovación de la Iglesia. Es bueno recordar aquí el llamado de Ecclesia in America, en su capítulo 3 (titulado “Camino de conversión”), a la urgencia de la conversión, incluida también su dimensión social: “La conversión conduce a la comunión fraterna, porque ayuda a comprender que Cristo es la cabeza de la Iglesia, su Cuerpo místico; mueve a la solidaridad, porque nos hace conscientes de que lo que hacemos a los demás, especialmente a los más necesitados, se lo hacemos a Cristo. La conversión favorece, por tanto, una vida nueva, en la que no haya separación entre la fe y las obras en la respuesta cotidiana a la universal llamada a la santidad”.[5] Es ciertamente esa conversión que todos nosotros, en todos los países relacionados con este Simposio, necesitamos para entender hoy la emigración a la luz de Cristo y para asegurar que este amor sea una experiencia real en todos aquellos comprometidos en ella. Que el Espíritu de Jesucristo nos acompañe a todos en el comienzo de este particular camino de conversión.

 
* En ocasión del Simposio Andino-Hispano, el 14/02/05
[1] Juan Pablo II, Constitución Apostólica Pastor Bonus, artículos 149 y 150.  Cfr. Instrucción Erga migrantes caritas Christi, cap. VI, art. 22 del Ordenamiento jurídico-pastoral.
[2] Ecclesia in America núm. 37.
[3] Cfr. Instruccíon Erga migrantes caritas Christi núms. 5 y 6.
[4] Cfr. núms. 28 y 70 y Art. 22.4 del Ordenamiento jurídico-pastoral.
[5] Ecclesia in America,núm. 26.

 

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