The Holy See
back up
Search
riga

 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 99, December 2005

 

 

NIÑOS Y JÓVENES VIVENDO EN LA CALLE*

(Mensaje)

 

 

Card. Jorge Mario Bergoglio, S.J.

Arzobispo de Buenos Aires

 

Queridos hermanos y hermanas:

La XXXI peregrinación juvenil al Santuario de Luján tiene como lema “Madre, ayúdanos a cuidar la vida”. Le pedimos a nuestra Madre esta gracia: que nos ayude a cuidar toda vida y toda la vida. Lo hacemos con el grito filial de la oración y la confianza que nos da la Virgen. Ella le dijo a San Juan Diego: ¿Â“No estoy yo aquí que soy tu madre”? Saber que está cerca con su ternura maternal nos da fortaleza para seguir pidiéndole, con corazón de niños, “Madre ayúdanos a cuidar la vida”. Y, a la luz de esta oración filial, quiero proponer a la reflexión de Ustedes un problema de vida que afecta a nuestra ciudad.

En los últimos años se han incorporado al paisaje ciudadano nuevas realidades: cortes de calles, piquetes, gente viviendo en las veredas... Una realidad, a mi parecer la más dolorosa, que se ha impuesto en este paisaje, tiene como protagonistas a los niños. La presencia de situaciones injustas y riesgosas de las que son víctimas nuestros niños, niñas y adolescentes nos golpean y conmueven.

Niños y jóvenes en situación de calle, mendigando, durmiendo en estaciones de subtes y ferrocarriles, en zaguanes y recovas; en ocasiones, “aspirando”, solos o grupalmente, son realidades habituales en el cotidiano paisaje ciudadano.

Niños y adolescentes cartoneando y hurgando en la basura en búsqueda quizá de su única comida diaria, aun en horas entradas de la noche.

Niños y jóvenes, muchas veces bajo la mirada de mayores que los regentean, ocupados en diversos trabajos formales e informales, vendiendo, haciendo malabarismos, limpiando vidrios o abriendo puertas de automóviles o repartiendo estampitas en los subtes.

En la Ciudad de Buenos Aires está prohibida la “tracción a sangre”. Si aparece un carrito de cartoneros tirado por un caballo puede ser decomisado... Pero hay cientos de carritos de cartoneros que andan por todas partes (los veo diariamente en el microcentro) y como no se puede un caballo, entonces muchas veces los empujan los chicos. ¿Es que estos chicos no son “tracción a sangre”?

El pasado 13 de agosto, por los diarios, nos enteramos que una red de pedofilia funcionaba en los barrios de Chacarita, Floresta, Congreso, Recoleta, San Telmo, Montserrat, Núñez, Palermo y Caballito. Chicos y chicas entre 5 y 15 años, manteniendo relaciones con mayores. Hace unos años nos rasgábamos las vestiduras cuando sabíamos que los Sex-Tours organizados en Europa hacia ciertos lugares de Asia incluían sexo con niños... y ahora lo tenemos instalado aquí, incluso en los menús de algunos alojamientos lujosos.

Es una realidad dolorosa la creciente utilización de niños y adolescentes en el tráfico de drogas. Resulta también aberrante el consumo masivo de alcohol, por parte de niños y jóvenes, con la complicidad de comerciantes inescrupulosos. Incluso a veces se observa como práctica la ingesta de bebidas alcohólicas en niños de corta edad.

Por otra parte, los datos de la realidad nos señalan que la mayoría de nuestros niños son pobres y que alrededor del 50% de los pobres son niños. Los niveles de indigencia se expresan dramáticamente en la actualidad y en nuestro futuro próximo, con consecuencias ciertas a partir de carencias nutritivas, ambientales, insalubridad, violencia y promiscuidad naturalizadas, que condicionan su crecimiento, problematizan su relación personal y tornan dificultosa su inserción social y comunitaria. Resulta escalofriante que algunas empresas de turismo, como parte de tours que organizan en nuestra ciudad, incorporen a las Villas de Emergencia, donde viven niños en estado de indigencia o pobreza, como lugares de observación y visita para los visitantes extranjeros.

La producción cultural, en especial la oferta televisiva, pone a disposición de nuestros niños y jóvenes, como ya lo vienen señalando prestigiosas instituciones y personalidades de nuestra sociedad, programas donde la degradación y frivolidad de la sexualidad, la desvalorización de la familia, la promoción de desvalores maquillados artificialmente como valores y la exaltación de la violencia, junto con una libertad irresponsable y “gánica”, son constantes, aportando componentes de conductas que devienen paradigmáticos para nuestra juventud, frente a la pasividad de organismos de control y el financiamiento cómplice de empresas e instituciones.

Esta realidad nos habla de una degradación moral cada vez más extendida y profunda que nos lleva a preguntarnos cómo recuperar el respeto por la vida y porla dignidad de nuestros niños. A tantos de ellos les estamos robado su niñez y les estamos hipotecado su futuro y el nuestro: una responsabilidad que, como sociedad, compartimos y que pesa más sobre los de mayor poder, educación y riqueza.

Y si miramos la realidad religiosa, ¡cuántos niños no saben rezar!, ¡a cuántos no se les ha enseñado a buscar y contemplar el rostro del Padre del Cielo, que los quiere y los prefiere! Grave carencia en el ser mismo de una persona.

Todas estas realidades nos sacuden y confrontan con nuestra responsabilidad de cristianos, con nuestra obligación de ciudadanos, con nuestra solidaridad como partícipes de una comunidad que queremos cada día más humana, más digna y más acorde a la dignidad humana y de la sociedad.

Frente a esta realidad de nuestros niños y adolescentes aparecen reacciones diversas que se orientan a un acostumbramiento progresivo de creciente pasividad e indiferencia, una suerte de normalidad de la injusticia; o, por otra parte, una actitud falsamente normativa y de supuesto bien común que reclama represión y creciente control que va, desde la baja de la edad de imputabilidad penal hasta su forzada separación familiar, en ocasiones sometiendo injustamente al sistema judicial situaciones de pobreza familiar o bien promoviendo una discrecional y abusiva institucionalización.

Y así podríamos continuar con esta descripción, la cual entraña un grito a tomar conciencia. Debemos tomar conciencia de la situación de emergencia de nuestra niñez y juventud. Debemos afrontar nuestras propias responsabilidades personales y sociales ante la emergencia. Debemos asumir como propios los mandatos constitucionales en la materia.

Debemos tomar conciencia de que cada chico marginado, abandonado o en situación de calle, con deficiente acceso a los beneficios de la educación y la salud, es la expresión cabal no sólo de una injusticia sino de un fracaso institucional que incluye tanto a la familia como también a sus vecinos, a las instituciones barriales, a su parroquia y a los distintos estamentos del Estado en sus diversas expresiones. Muchas de estas situaciones reclaman una respuesta inmediata, pero no con la inmediatez de las luces de bengala. La búsqueda e implementación de respuestas no emparchadoras no pueden hacernos olvidar que necesitamos un cambio de corazón y de mentalidad que nos lleve a valorar y dignificar la vida de estos chicos desde el seno de su madre hasta que descansen en el seno del Padre Dios, y a obrar cada día en consecuencia.

Debemos adentrarnos en el Corazón de Dios y comenzar a escuchar la voz de los más débiles, estos niños y adolescentes, y recordar las palabras del Señor: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo” (Mt. 18: 5); y “Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial” (Mt. 18: 10). Tanto esas voces como la palabra del Señor deberían conmovernos en nuestro compromiso y en nuestra acción:

  • Nunca la niñez abandonada en nuestra ciudad;
  • nunca la adolescencia y la juventud marginada en nuestra ciudad;
  • ningún cristiano, ninguna parroquia, ninguna autoridad indolente o indiferente frente al vía crucis de nuestras familias y de nuestros niños;
  • ningún egoísmo o interés personal o sectorial menguando el esfuerzo y el compromiso que dilate la necesaria unidad y coordinación para el esfuerzo impostergable e inmediato.

Estoy preocupado y dolorido por esta situación. Por ello quise escribirles esta carta. He tratado el tema con algunos especialistas, con la Vicaría Episcopal de Niños, con la Comisión de Niñez y Adolescencia en riesgo, con algunos jueces y legisladores. [...] Pero, sobre todo, quisiera que nuestros ojos no se acostumbraran a este nuevo paisaje ciudadano que tiene como protagonistas a los niños. Les pido, por favor, que abramos nuestro corazón a esta realidad dolorosa... los Herodes de hoy tienen muchos rostros diversos, pero la realidad es la misma: se mata a los niños, se mata su sonrisa, se mata la esperanza... Son carne de cañón. Miremos con ojos renovados a estos niños de nuestra ciudad y animémonos a llorar. Miremos a la Virgen y digámosle desde el llanto de nuestro corazón: “Madre, ayúdanos a cuidar la vida”.

 
*Buenos Aires, 1° de octubrede 2005, Fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús, Patrona de los Niñosde la Arquidiócesis de Buenos Aires.

 

top