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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 99, December 2005

 

 

EL ARZOBISPO AGOSTINO MARCHETTO

ENTREVISTADO POR RADIO VATICANA 

 

1. En el Mensaje de este año para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, el Santo Padre se detiene sobre todo en la "feminización" de las migraciones. ¿Cómo se ve esa realidad con los ojos de la Iglesia?

Es una pregunta que merece una respuesta exhaustiva, que no es posible dar aquí. En todo caso, es preciso ver las dos caras de la moneda. Por un lado, se trata de un generoso sacrificio de las esposas y las madres que se ven obligadas a dejar la familia para ganar el pan de cada día en otro lugar, donde la oferta de trabajo se dirige más a las mujeres que a los hombres. Sin embargo, la separación familiar es un gran problema, con graves consecuencias que merecen profunda atención por parte de todos. En este contexto, diré sólo que la Iglesia quiere la reunificación familiar.

Además, en el mundo del trabajo, la mujer inmigrada — ya sea que esté casada o no — es con frecuencia doblemente víctima de la discriminación: como inmigrada y como mujer. Ya en su Mensaje para la Jornada del Emigrante y el Refugiado de 1995, el año en que la ONU organizó la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Juan Pablo II habló del riesgo de que "la discriminación de los emigrantes en general tienda a encarnizarse especialmente con la mujer". Por eso solicitó a los gobiernos interesados "un cambio de perspectiva en el enfoque de las respectivas políticas", para "garantizar también a las mujeres la igualdad de trato, ya sea con respecto a la retribución, ya con respecto a las condiciones de trabajo y de seguridad". Ahora, en su Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado, Benedicto XVI llama a los cristianos a "a manifestar su compromiso en favor del trato justo a la mujer emigrante, del respeto a su feminidad y del reconocimiento de sus derechos iguales".

Existe, además, el grave problema de las mujeres inmigradas en una situación irregular, incluso víctimas del tráfico de seres humanos. La Iglesia pide, en este caso, que se haga una distinción entre criminales y víctimas. Mientras hay que someter a los primeros a la justicia, para las víctimas se pide la solidaridad.

Por otro lado, la emigración femenina por motivos de trabajo pone de relieve la autonomía de la mujer y también su capacidad profesional. Es preciso, por tanto, establecer "instrumentos aptos para facilitar la inserción y la formación cultural y profesional de la mujer" (Mensaje 1995). Ante todo para las mujeres, a las que con frecuencia les está confiada una tarea educativa, la migración es una ocasión importante para verificar el respeto de sus convicciones religiosas. 

2. Otro tema que se contempla es el de los refugiados. Los mass-media hablan de él, y esta realidad es muy triste. ¿Cuál es la tarea de la Iglesia al respecto?

El Papa Benedicto XVI atesta, en su Mensaje, que "la Iglesia contempla este mundo de sufrimiento y de violencia con los ojos de Jesús, que se conmovía ante el espectáculo de las muchedumbres que andaban errantes...". Afirma, pues, con toda claridad, la necesidad de comprometerse a socorrer a estos hermanos y hermanas, inspirándose en la esperanza, en la valentía, el amor y la “creatividad de la caridad”.El Sumo Pontífice hace también un llamamiento a las Iglesias locales de origen, para que envíen "agentes pastorales de su misma lengua y cultura”para los refugiados, naturalmente en diálogo con las Iglesias de acogida.

Por ser significativas para toda la Iglesia, recordamos las palabras del P. Pedro Arrupe, cuando era Prepósito General de la Compañía de Jesús, en la carta de fundación del Jesuit Refugee Service: "La ayuda que se espera no es solamente material; la Compañía está llamada a ofrecer, sobre todo, un servicio humano, educativo, espiritual". Educación, pues, formal o no; formación profesional, pero también educación a la reconciliación y a la paz, muy importante para quienes se han visto obligados a dejar todo. A este respecto, el seguimiento espiritual es una dimensión fundamental. 

3. Los estudiantes extranjeros son una categoría que parece ocupar una situación privilegiada respecto a los demás migrantes. ¿Por qué la Iglesia les dedica una atención particular?

Porque ante todo son migrantes, y en cuanto tales se encuentran en una situación de estrechez, lejos de casa, de la patria, de la propia cultura, de su manera de vivir, etc. Por eso, aunque tengan, ojalá, una beca, y parezcan más autosuficientes, ellos también necesitan ayuda para integrarse — incluso sólo temporalmente — en el país receptor. En realidad, en muchos casos, la beca no es suficiente para satisfacer todas las necesidades del estudiante extranjero. Éste necesita un punto de referencia para superar los momentos de crisis, no sólo económica. Además, la fe se expresa de distintas maneras en los diversos países, incluso en la vida diaria. Por eso un estudiante que está en el extranjero necesita alguien que lo escuche y lo comprenda. Si falta ese apoyo, las consecuencias pueden ser negativas incluso para el estudio. Si es seguido también espiritualmente y eclesialmente, gracias a un compromiso pastoral específico, "la experiencia universitaria [en el exterior] puede constituir una ocasión extraordinaria de enriquecimiento espiritual", como lo afirma Benedicto XVI en su Mensaje. El nuestro reciente II Congreso Mundial de pastoral para los estudiantes extranjeros lo ha confirmado.

 

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