The Holy See
back up
Search
riga

 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 105, December 2007

 

 

Entrevista de la Radio Vaticana al

arzobispo agostino marchetto

con ocasión del Día Marítimo Mundial*

 

El Día Marítimo Mundial se celebra, este año, el 27 de septiembre. Está con nosotros el Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, que cuenta con un sector dedicado al Apostolado del Mar. A él dirigimos algunas preguntas. 

P. ¿Excelencia, por qué se celebra este Día?

La celebración anual de este Día se ha convertido en una cita habitual en el panorama marítimo. Es convocada por la OMI (Organización Marítima Internacional) para recordar la importancia de dicha industria y su contribución a la economía mundial. El tema elegido este año, La respuesta de la OMI a los retos ambientales actuales, es un llamamiento dirigido a todos, a intensificar los esfuerzos para proteger y preservar el medio ambiente marino antes de que los daños sean irremediables.

No hace mucho que la humanidad ha empezado a comprender la fragilidad de nuestro planeta y las graves repercusiones que pueden tener nuestras acciones. No obstante, muchos Países son todavía reacios a ratificar los Convenios existentes en materia de protección del medio ambiente marino, porque esto requeriría, por su parte, grandes inversiones financieras, y también una capacidad que no siempre poseen.

El respeto del medio ambiente, de todos modos, presupone la convicción de que todos somos “mayordomos de Dios en la creación”, y esto exige un empeño personal, colectivo e internacional. Para la Iglesia, el cuidado de la creación es una cuestión moral, como nos recordó la encíclica de Juan Pablo II Centesimus Annus. 

P. ¿Cuando hablamos de respeto del medio ambiente, también nos referimos a todos los que viven del mar?

Cuando se habla de respeto del medio ambiente es importante reafirmar que el hombre está en el centro de la creación. Dicho respeto, de hecho, no tiene sentido si no comienza con el respeto por la persona, y ésta es siempre el actor principal de la cuestión medioambiental.

La preocupación por el medio ambiente, de hecho, no puede dejar de considerar las necesidades de una población, cada vez mayor, cuya principal fuente de ingresos es la pesca. Por tanto, es importante favorecer aquellas políticas equilibradas que tengan en cuenta los factores medioambientales, para una explotación sostenible de los recursos, y al mismo tiempo humanas, para que los sujetos vinculados con las actividades pesqueras puedan adquirir un tenor de vida justo.

Benedicto XVI atestigua que “el deterioro ambiental hace insostenible especialmente la existencia de los pobres de la tierra” (Ángelus del 27 de agosto de 2006). Es precisamente por este amor hacia los pobres que no podemos, por tanto, no escandalizarnos de tripulaciones abandonadas en puertos extranjeros, sueldos no retribuidos y maltratos, que significan que también en la industria marítima existe el riesgo de valorar más los bienes económicos que el bien de las personas. 

P. ¿Cuál es la visión de este Consejo Pontificio acerca de los desafíos del medio ambiente marino?

La globalización no ha mejorado, lamentablemente, las condiciones de vida y de trabajo en el mundo marítimo. Las tripulaciones transcurren un tiempo cada vez más largo a bordo, están aisladas, estresadas y fatigadas. Esto es más evidente en el sector pesquero.

Nuestro reciente Congreso Mundial del Apostolado del Mar en Gdynia, Polonia, ha declarado, por ejemplo, que, aunque sea cierto que existen millones de pescadores responsables y merecedores de todo nuestro respeto, no se puede ignorar la práctica de la pesca ilegal, el empleo de métodos destructivos, sobre todo en África, por parte de barcos de otros continentes, la sobrepesca que, en algunas regiones, amenaza con hacer desaparecer, en un futuro no muy lejano, los recursos ícticos. Asimismo, recuerdo los accidentes en el mar, demasiado frecuentes y con consecuencias dramáticas, incluso para las comunidades a las que pertenecen las víctimas. 

D. ¿Concretamente, qué podemos hacer nosotros, simples ciudadanos?

Si consideramos que más del 90% del comercio mundial se desarrolla por mar, y si tenemos en cuenta su contribución a la economía mundial, es evidente que nuestra sociedad tiene una importante deuda con los marinos, cuyo trabajo requiere mucho coraje, experiencia, sacrificio y profesionalidad. A  gran parte de ellos, sin embargo, no les corresponde el merecido reconocimiento.

Es nuestro deber, por tanto, mostrarles gratitud, también de manera concreta, solidaridad y acogida, asistiéndolos cuando es necesario, y rezando por ellos y por sus familias.

Todos aquéllos que viven en Países industrializados tienen que comprender, por tanto, que no se pueden malgastar los recursos de la tierra, sino que es necesario su empleo moderado y coherente con el bien común, también para las generaciones futuras.

Como ha sido reiterado en el Congreso de Gdynia, queremos tener el coraje de introducir un “humanismo cristiano de la esperanza” en el mundo marítimo, como testigos de la Buena Noticia de Jesucristo.


 

* 21 de septiembre de 2007.

 

top