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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 104, August 2007

 

 

Mensaje del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

con ocasión de la

Jornada Mundial del Turismo 2007

 

 (27 de septiembre) 

 

El turismo abre puertas a las mujeres 

La Jornada Mundial del Turismo está dedicada, este año, a las mujeres, a quienes el turismo ofrece amplias oportunidades para entrar en el mundo del trabajo, hoy tan difícil y competitivo. Las estadísticas indican que, en este sector, la presencia femenina supera el 50%, y son mujeres casi la mitad de los usuarios y 2/3 de los estudiantes. El turismo, por lo tanto, representa para las mujeres una “puerta abierta”. Se armoniza con sus características psicológicas, organizativas y de comunicabilidad. La sensibilidad y la ductilidad femeninas encuentran en este campo mil ocasiones para manifestarse y destacarse, desde el nivel de trabajo más humilde hasta las altas responsabilidades. Las dotes femeninas de creatividad, la inclinación a acoger, y la capacidad de sintonizarse con el pensamiento de los demás, facilitan a las mujeres la manera de intuir los gustos y aspiraciones de los turistas. Para los cristianos, un ejemplo todavía actual es el de Santa Marta, patrona de los hoteleros, que hospedó a Jesús en Betania. Ella nos indica el espíritu de este servicio: “cuando los cuidados, las atenciones, la prontitud servicial a los deseos de los demás se prestan con un espíritu de sinceridad cristiana, no se dirigen sólo al ‘clienteÂ’ sino al hermano, aún más, a Cristo mismo”[1].

El turismo representa para las mujeres, sobre todo, nuevas posibilidades de promoción social, de acceso al bien común, y quizás también les ofrece un nuevo modo de vivir la maternidad y su propio compromiso en el mundo. Cuando se abren al mundo femenino nuevos caminos de actividades acumulativas, también la esfera de la responsabilidad se amplía, como premisa de un futuro diferente. Esta perspectiva puede tener importantes consecuencias, que lanzan a la mujer hacia nuevos compromisos y decisiones, ante las opciones que debe tomar en la familia y en la sociedad y, para la que es cristiana, también en la Iglesia. Esta presencia específica femenina puede ejercer influencia, asimismo, en el futuro de los países y de la comunidad eclesial.

El turismo es, desde luego, una oportunidad, una “puerta abierta” para las mujeres en la sociedad y en la Iglesia, pero no carece de dificultades y desafíos. La primera incomodidad, que es la mayor, se experimenta en el ambiente familiar, en el que hay que dividir el tiempo del que se dispone entre el papel de principales educadoras, el status del hogar y el trabajo. A este respecto, asistimos a una verdadera transformación social. Por lo que se refiere a la profesión, a pesar de que el 30% de los responsables de empresa son mujeres, se nota que la calificación femenina es todavía modesta, esto se refleja en los sueldos que tienden a ser más bajos. Todavía está muy lejos la meta  propuesta: igual trabajo – igual retribución.

Desafortunadamente, existen situaciones de absoluta injusticia para las mujeres, es decir, cuando se ven obligadas a aceptar formas de trabajo “de auténtica esclavitud”, como en el caso del denominado turismo sexual. A este respecto, Juan Pablo II ya se había expresado, en 1995, contra “la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad”[2] y, mas recientemente, el Papa Benedicto XVI pronunció palabras de rotunda condena en el Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2006[3]. Ese mismo tema ha sido retomado por este Consejo en las Orientaciones para la Pastoral de la Carretera (de la calle), donde se afirma que la prostitución y la explotación sexual “constituyen una ofensa a la dignidad humana y una grave violación de los derechos fundamentales”[4]. Meritoria es la obra que algunas Congregaciones Religiosas desarrollan en ese contexto para sostener a esas mujeres y jovencitas, y llevarlas nuevamente a una vida decorosa.

“En algunas culturas, concepciones antropológicas persistentes ... todavía signan a la mujer un papel de gran sumisión al arbitrio del hombre, con consecuencias que ofenden su dignidad de persona y el ejercicio de las libertades fundamentales mismas”[5]. Para alcanzar una igualdad efectiva de derechos, con la consiguiente paridad en el trabajo, la remuneración y la libertad religiosa, queda aún mucho por hacer. Sin embargo, con su empeño en el campo del turismo, la mujer debe comprometerse a superar las desigualdades y a compartir con el hombre iguales responsabilidades, como aparece en el designio creador definido en el Génesis (Gn 1,28). “Creo que las mismas mujeres – afirmó Benedicto XVI – con su ímpetu y su fuerza, con su ‘preponderanciaÂ’, con su ‘fuerza espiritualÂ’, sabrán crearse su espacio. Y nosotros deberíamos tratar de ponernos a la escucha de Dios, para no oponernos a Él; es más, nos alegramos de que el elemento femenino obtenga en la Iglesia el puesto operativo que le corresponde, comenzando por la Madre de Dios y por María Magdalena”[6].

Desde esa perspectiva, la mujer tiene que desempeñar un papel de gran responsabilidad, también en la pastoral del turismo. Su “diakonía” es muy adecuada a las muchas circunstancias del mundo del turismo, en las que se mueve e interactúa, fundándose en una visión cristiana del turismo que es un servicio a las personas y a la comunidad. De hecho, a través de su dotes peculiares de receptividad y altruismo, y sabiendo apreciar todo lo que, en la creación, expresa belleza y bondad, ella puede tratar de reducir las distancias entre los seres humanos de distinta cultura y religión, abriendo así espacios para el diálogo. Una formación apropiada puede llevarla a manifestar “la esperanza que a todos sostiene y que todo renueva”[7]. Interesada y disponible a las exigencias de los viajeros, incluso con los menos favorecidos, puede facilitar su participación en las celebraciones litúrgicas, especialmente para ayudar a las comunidades locales en los países con minoría cristiana, tan necesitadas de apoyo. La mujer tiene, de este modo, la posibilidad de abordar el desarrollo de un nuevo humanismo, poniendo el “genio femenino” al servicio de la humanidad y mostrando también el rostro materno de la Iglesia.

Santa María del camino, Mujer itinerante, sea un ejemplo para las mujeres de hoy, comprometidas en el turismo (madres, esposas, hijas, hermanas, trabajadoras), para que las convicciones éticas y cristianas les estén siempre presentes en el camino que han de recorrer y no pierdan de vista la meta final siguiendo intereses transitorios y efímeros. La puerta abierta del turismo sea para las mujeres una “puerta santa”, con la Gracia de Dios.

 

 

Renato Raffaele Cardenal Martino

Presidente

 

 

X Agostino Marchetto

Arzobispo Secretario


 

[1]  Cf. Pablo VI, Discurso a los representantes del turismo hotelero, 7.03.1964: AAS LVI, 1964, p. 13.

[2]  Juan  Pablo II, Carta a las mujeres, n. 5, 29.06.1995, Tipografía Vaticana, Ciudad del Vaticano.

[3] Cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2006 sobre el tema: Migraciones, signo de los tiempos, n. 99, 18.10.2005: LÂ’Osservatore Romano, edic. en lengua española, 14.11.2005.

[4] Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Orientaciones para la Pastoral de la Carretera, 24.05.2007, n. 88.

[5] Benedicto XVI, Jornada Mundial de la Paz 2007, n. 7, 8.12.2006: LÂ’Osservatore Romano, edic. en lengua española, 15.12.2006.

[6] Benedicto XVI, Entrevista de preparación al viaje apostólico a Munich, Altötting y Regensburg (9-14.09.2006), Castel Gandolfo, 5.08.2006: LÂ’Osservatore Romano, edic. en lengua española, N. 34 (1965) - 25.08.2006, p. 7.

[7] Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Orientaciones para la Pastoral del Turismo, 29.06.2001, n. 22.

 

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