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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 106 (Suppl.-I), April 2008

 

 

Mensaje al Mundo Marítimo 

Testigos de esperanza para un humanismo cristiano

en el mundo Marítimo  

 

            Hoy, 29 de junio de 2007, fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, navegantes del Evangelio, nosotros, miembros del Apostolado del Mar, reunidos en Gdynia (Polonia), a las orillas del Mar Báltico, con motivo de nuestro vigésimo segundo Congreso Mundial, organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, nos dirigimos a vosotros, gente de mar, comunidades costeras, y profesionales del mar con el fin de enviaros este mensaje de solidaridad.

            El tema de nuestro encuentro mundial ha sido: « En solidaridad con la Gente del Mar, Testigos de Esperanza por medio de la Palabra, la Liturgia y la Diaconía ».

            Conocemos y denunciamos junto a vosotros la existencia de numerosas situaciones inhumanas, que persisten en el mundo del mar: seres humanos que todavía padecen graves injusticias, que son causa de sufrimientos indescriptibles e incluso de muertes inhumanas.

            Al mismo tiempo sabemos que muchos de vosotros vivís los auténticos valores de la solidaridad y de la valentía, como también que se dan, a bordo de vuestros barcos, situaciones de amigable coexistencia entre personas de distintas culturas y religiones.

            Somos también conscientes de la importancia de las nuevas tecnologías que os ayudan a comunicaros mejor con vuestras familias, entre vosotros y que también os permiten hacer oír vuestras voces ante la opinión publica. Expresamos nuestro agradecimiento a aquellas instituciones que ponen dichas tecnologías a vuestra disposición y os enseñan cómo utilizarlas. La carencia de ellas o la falta de conocimiento sobre cómo utilizarlas significa el marcar diferencias entre los que saben y los que no saben usarlas, que suelen ser los más pobres. Por otra parte, ciertas compañías se aprovechan a veces también de esas tecnologías para someter a la gente a ritmos de robot, en perjuicio del equilibrio humano, familiar y espiritual.

            Por estas y otras razones, os manifestamos nuestra total solidaridad con vosotros, en testimonio de esperanza. La Iglesia es consciente de ser una frágil embarcación en la cual navega la esperanza, una esperanza que no es solamente una palabra, una idea o un sueño. Como cristianos, nosotros creemos que la esperanza es Aquél que tiene un nombre y un rostro humanos: Jesús el Salvador, la Esperanza del mundo.

• En tanto que rostro humano del amor de Dios, Él nos hace mensajeros de su alegría.

• Como Hijo de Dios, Él nos encamina hacia su Padre, que nos enseña a amar como nuestro Padre nos ama y a adorarle como a nuestro único Dios.

• Compartiendo nuestro dolor y nuestra pobreza, Él nos impulsa a servir de manera especial a los más olvidados, como testigos de su amor.

De esta manera, bajo la inspiración de su Espíritu, el Señor nos llama a promover un humanismo marítimo vivificado por la esperanza cristiana. El cumplimiento de esta esperanza no es cuestión de conseguir o de hacer, sino de ser, de vivir una vida verdaderamente humana, como Dios la quiere para nosotros, que hemos sido creados a su imagen.

Es a través de la esperanza que Él nos pide hablar, no con palabras, sino con hechos, como nos lo recuerda - siguiendo las palabras de San Juan - el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas est. Esto significa concretamente que el Señor nos pide ser no solamente la voz de los sin-voz, para lo cual ya están vuestras organizaciones profesionales, sino que Él nos pide que seamos Su Palabra, la Palabra, vivida y compartida por nosotros en el mundo del mar, que es vuestro y nuestro mundo. La Palabra de Dios es portadora de su presencia reconfortante y testimonio del mundo venidero, el mundo que queremos construir juntos y que es también un don de Dios, la Jerusalén celestial.

Es a través de la esperanza cristiana, que Cristo nos pide volver nuestra mirada hacia Dios, tal como vosotros hacéis a menudo frente a la inmensidad del mar, su fuerza y su esplendor. El nos pide adorar al Creador, respetar su creación, convertir nuestros corazones de los falsos dioses e ídolos. Él nos pide celebrar ese Dios que nos ha hecho a su imagen y semejanza y que ha colocado en nuestro corazón el sello de su infinito, ese Dios que nos ha donado su presencia real en la Eucaristía, así como tiempos fuertes de esperanza, de alegría y plenitud, celebrados en la liturgia.

Finalmente, por la esperanza cristiana el Cristo, Sacerdote y Diácono, nos solicita servir a la gente del mar allá donde nos encontremos, a través de la opinión pública y entre los líderes de las comunidades cristianas. Él nos pide que nos cercioremos de que esas personas no sigan dando la espalda al mar, sino que estén atentas a las necesidades de los que navegan mar adentro y viven del mar desde su cultura.

Nos alegramos de la creación del Comité Internacional de la Pesca del Apostolado del Mar, fruto del Congreso de Río de Janeiro en el año 2002, así como de la aprobación, el 14 de junio de 2007, por parte de la OIT, del nuevo Convenio sobre la Pesca, en favor de los pescadores.

Debemos llamar asimismo vuestra atención sobre dos publicaciones de la Iglesia: El Compendio de la Doctrina Social y el Manual del Apostolado del Mar, que son sumamente útiles para la formación de todos y para el servicio en el mundo del mar.

Para terminar, queremos dar las gracias a todos los agentes pastorales, ministros ordenados, religiosos y religiosas, hombres y mujeres laicos, empleados y voluntarios, que de una u otra manera participan de la vitalidad del Apostolado del Mar. Tenemos también conocimiento de los resultados excelentes de la colaboración ecuménica en muchos lugares, así como de un dialogo interreligioso experimentado en tierra, a bordo y en los centros para marinos.

A pesar de los obstáculos, las dificultades y los problemas que todos nosotros experimentamos, nos comprometemos a seguir trabajando, en acción de gracias con Maria, Stella Maris, por nuestro Apostolado del Mar, que se esfuerza, contra viento y marea, a promover ese humanismo marítimo, que por la Palabra de Dios, la Liturgia y el Servicio, especialmente hacia los pobres, hace de nosotros testigos de esperanza en solidaridad con la gente del mar. 

 

 

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