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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 107, August 2008

 

 

Entrevista de Radio Vaticana

Al arzobispo Agostino Marchetto

 

P: ¿Cuáles son los retos/los problemas mayores de la familia emigrante/itinerante hoy?

R. Cabe hacer presente primero que la situación de las familias en general afecta también a las familias de los emigrantes e itinerantes. Diría después que, más allá de todo lo que procede del exterior de la familia y que ya se conoce muy bien – también gracias a la Erga emigrantes caritas Christi, nuestra Instrucción de hace cuatro años – un problema serio que desafía a las familias de hoy procede precisamente del corazón del hombre y de la mujer que quieren formar una familia. En nuestra sociedad del “usar y tirar” muy a menudo se cree que el matrimonio es un “contrato” que se puede rescindir en cuanto los términos ya no satisfagan a las partes contrayentes. Ya no se piensa que la familia no es la suma de sus componentes, sino una única realidad y por lo tanto debe mantenerse unida, con todos los gozos y las satisfacciones, pero también con todos los dolores, los sacrificios y las penas que la misma conlleva. En conclusión habría que recordar que la familia es aquella realidad en la tierra que más se parece a la vida de la Trinidad. Por ello no se puede abandonar en cuanto se presente una dificultad. Pero el discurso ya sería muy largo…

Teniendo en cuenta todo esto, hay que decir que las familias de las personas en movilidad tienen dificultades específicas causadas precisamente por su condición de desplazamiento. Ante todo, normalmente, separación de los miembros, en los casos en que sólo una parte de la familia deja el país de origen, y, de todas formas, incomodidades y disgusto para todo el núcleo familiar, también cuando los miembros se desplazan todos juntos. En este último caso son precisamente las dificultades que experimentan en el país de llegada que determinan a menudo la disgregación de la familia misma.

También los que trabajan en el turismo, o en los barcos, sufren la separación de sus familias, aunque de manera ocasional y no permanente. Los trabajadores de los aeropuertos, en cambio, tienen jornadas laborales largas y no habituales que repercuten también en la vida familiar.

Las largas separaciones, desafortunadamente, – es el caso de los refugiados y de los desplazados – pueden causar también la infidelidad de los cónyuges. Además, el padre o la madre ausente pierde cierta autoridad sobre los hijos (y quizás incluso el cariño de los mismos). Quien se queda está obligado(a) a desempeñar el papel de ambos padres, y los hijos sufren por la ausencia de la figura del padre o de la madre emigrados. En el extranjero experimentan la distancia entre la cultura de los padres y la del país en que viven, con un sentido de doble y muy diferente pertenencia… pero parémonos aquí.

P: ¿Cuáles propuestas puede ofrecer la Iglesia?

R. Señalaría sólo dos. En primer lugar, la formación cristiana continua de los jóvenes, que serán los que luego se casarán, y de las familias, para que puedan ser aquel vivero de cristianos que es su vocación. Si saben que son cristianos dondequiera que se encuentren, y en todas las situaciones que vivan, bien podrán afrontar todos los problemas que afectan a las familias, aunque no siempre puedan solucionarlos.

La segunda propuesta posible es especificadamente relativa a la movilidad, y me refiero al acompañamiento pastoral de las familias en movilidad, como en realidad se hace en la Iglesia (véase EMCC 21, 24, 32, 38, 49, 57, 77 y 100). Se trata ahora de difundir cada vez más esa práctica. Me refiero a los capellanes y a los agentes pastorales que trabajan en los diferentes sectores de la movilidad humana: entre los emigrantes, en los campos de refugiados, en los puertos y aeropuertos, en los lugares turísticos, entre los gitanos, circenses y feriantes, en las universidades. Se trata de estar allí donde se encuentran estas familias para poder permanecer a su lado en los momentos felices y sobre todo en las situaciones de dolor, para ayudarlas a descubrir por fin el amor de Dios en todas las circunstancias de la vida. Si cada miembro de la familia se siente realizado es más fácil que la familia se mantenga protegida y firme. 

P: ¿El mundo hoy sigue acogiendo el mensaje, la enseñanza de la Iglesia?

R. Cristiano es quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica. Por lo tanto escucha también al Papa y la enseñanza de la Iglesia, viviendo así la Palabra de Jesús que dijo: “Quien a vosotros os escucha a mí me escucha”. No es siempre fácil seguir lo que la Iglesia enseña porque no sigue la moda de la sociedad del “usar y tirar”. La Iglesia intenta guiar a las personas para que puedan acoger el proyecto de amor de Dios sin hacerse un dios según sus deseos. Por consiguiente Ella no puede hacer concesiones para trazar un camino fácil, que no sea según lo que Dios ha pensado para Sus criaturas, para Sus hijos. De hecho, si hiciera así, llevaría a las personas a la infelicidad. Prefiere entonces no engañar a nadie, sino anunciar una vez más las Bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres, bienaventurados los puros, bienaventurados los misericordiosos… “Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo” (Lc 6, 22-23).

 

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