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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 107, August 2008

 

 

TURISTAS Y PEREGRINOS

DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA FAMILIA

CELEBRACIONES DEL MATRIMONIO ENTRE TURISTAS 

 

Arzobispo Ramón Benito DE LA ROSA Y CARPIO

Archidiócesis de Santiago de los Caballeros

República Dominicana

 

El presente trabajo tendrá la fuerza, al mismo tiempo, de mi testimonio y de datos, en su mayoría, contactados por mi mismo. Siempre será, como toda exposición de este tipo, una propuesta para ser completada y que abra las puertas a la reflexión. 

1.   Mi conversión a la pastoral del turismo

1.1 Pertenezco a una Isla del Caribe, en la que el turismo de playa representa la primera o segunda fuente de entrada de divisas. Vengo del presbiterio de una Diócesis, en la que el turismo crece día a día y cuyo territorio tiene el mayor número de habitaciones de la República Dominicana, con dos aeropuertos internacionales para recibir casi exclusivamente turistas.

Sin embargo, como la mayoría de mis hermanos presbíteros, a comienzos de la década de los ‘80, veía en el turismo una invasión peligrosa para la moral, la fe y la cultura misma de nuestra gente. Para mí, en ese entonces, era un mundo donde la droga, el sexo y el placer se paseaban a sus anchas. Por lo tanto, rechazaba de plano una pastoral del turismo, desoyendo incluso la voz de la Iglesia, que nos animaba a trabajar pastoralmente en esa parcela de la viña del Señor. 

Así era mi visión, cuando dejé la Diócesis en 1983 para ir a Bogotá como Secretario Ejecutivo del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), donde los prejuicios frente al turismo, en ese momento, no eran muy distintos de los míos. 

Al regresar a mi país en 1989, fui nombrado Rector del Seminario Mayor y, posteriormente, Obispo Auxiliar del Arzobispo de Santo Domingo. En 1995 fui, a su vez, nombrado por el Papa Juan Pablo II Obispo de mi propia Diócesis. Regresé, pues, a ella después de 12 años de ausencia. 

1.2  Debí, entonces, meterme de lleno en su realidad total, incluída la del turismo. No podía obviarlo: ya para ese momento había crecido enormemente el número de turistas y el fenómeno era el gran “boom” económico de la región, que lo había movilizado y transformado todo.

Me dediqué, pues, a visitar las instalaciones turísticas, a donde era invitado, y grande fue mi sorpresa, cuando constaté que los hoteles estaban repletos de familias, padres e hijos y se organizaban en ellos programas especiales para los niños y para las familias como tales.

Confieso que el dato del predominio de familias en los “resorts” fue el que me convirtió a la pastoral del turismo: desde ese momento acepté todas las invitaciones para bendecir hoteles y otras instalaciones, acepté la construcción de capillas dentro de los mismos resorts y las promoví, procuré que hubiera celebración dominical de la eucaristía en cada hotel, empezamos a crear parroquias que fueran territoriales y personales al mismo tiempo, que dieran cuidado pastoral a los turistas y a los que trabajaban para el turismo.

1.3 Todavía hoy, pasados trece años de este encuentro con una realidad distinta del turismo imaginado por mí y por tantos otros en la Iglesia, cuando camino a pie por las arenas de las playas del Este de mi país, las veo inundadas de niños y niñas, jugando y hablando su español, inglés, francés, italiano o alemán. Debo decir que, aunque estoy de Arzobispo, con otro tipo de turismo en una diócesis diferente, sigo siendo un hijo del mar, porque mi familia tiene una casa junto al mar y voy allí de vez en cuando. Las inmensas playas de fina arena blanca, que hace 30 años eran casi exclusivas para mi familia, hoy convocan miles de familias de todas partes. 

2.    Pastoral de la familia en el turismo

2.1 Aunque he constatado un predominio de familias en el turismo más conocido por mí, sin embargo no es el dato familiar lo que más se resalta en él.

Cualquier estudio sobre la industria turística destaca, normalmente, el crecimiento del número de turistas año tras año, su impacto favorable en la economía de los países pobres, su relación con la ecología, los valores de descanso, recreación, lugar de encuentro entre los pueblos, sus aspectos positivos o negativos. No así el número de familias que llegan o el impacto que tienen en el negocio.

2.2 Incluso he de confesar que, yo mismo golpeado por la gran presencia de niños y niñas, no me ocupé de que se diera una atención especial ni a ellos ni a las familias como tales. Atendimos más bien la pastoral de la Palabra, la de los sacramentos o la de los tiempos fuertes de la liturgia, Adviento-Navidad, Cuaresma-Pascua.

El tema “turistas desde el punto de vista familiar”, propuesto por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, me cuestionó y, si debiera volver, a la pastoral del turismo de playas, trataría de implementar acciones pastorales específicas para las familias como tales y sus niños y niñas.

2.3 Considero que las comunidades eclesiales “a quo” y “ad quem” deben tener muy en cuenta la realidad “turismo, familia y pastoral específica para ésta”.

A este propósito cobra toda su fuerza, da luces y abre pistas, el n. 23 de las “Orientaciones para la Pastoral del Turismo” del citado Pontificio Consejo: “Las más de las veces el viaje se emprende en compañía de la familia. Es bien sabido que en la sociedad contemporánea numerosas circunstancias dificultan la vida familiar, la comunicación y la convivencia de sus miembros entre sí. Incluso la disposición del tiempo libre, orientada las más de las veces por las preferencias individuales, no consigue corregir esta situación. Desde esta perspectiva, el turismo familiar puede ser propuesto como un medio muy eficaz para intensificar e incluso recomponer los lazos familiares. La propuesta de un viaje común, cuyo buen éxito requiere la participación responsable de todos, multiplica las posibilidades de diálogo, intensifica la comprensión y el aprecio, refuerza la propia estima en el seno de la familia y estimula la generosidad en la ayuda mutua”.  

3.  Las sombras

3.1 El siguiente dato lo tomo de uno de los dueños de las cadenas de hoteles importantes de España. Me dijo:

 Â“La opción de las grandes empresas de turismo es el turismo familiar. Nuestros hoteles reciben el impacto negativo de las pequeñas empresas hoteleras, que se crean a nuestro alrededor.  Ellas fomentan mas bien un turismo sexual de drogas y placeres para solteros. Ese hecho, primero, nos da mala fama, ya que nos incluyen a todos dentro de ese tipo de turismo. Pero además, luego, esos mismos clientes, cuando se casan, ya no quieren volver a ese país ni a las zonas donde practicaron ese tipo de turismo. Es decir, el turismo de sexo y placer, a lo largo, es negativo para todos”.

3.2 Por otra parte, también existen grandes compañías hoteleras de lujo, que fomentan un turismo sólo para parejas y es muy costoso. Levantan hoteles y discotecas para ese tipo de clientes. Este tipo de empresa deja muy buenos dividendos a los Gobiernos, los cuales se ven tentados a favorecerlos. Son ellos también una amenaza para las empresas de turismo familiar, sobre todo cuando algún ministro de turismo se siente inclinado a apoyar “hoteles más caros”, porque dejan más divisas al Estado.

3.3 Digamos, finalmente, que el turismo de homosexuales o de parejas de ellos no es aceptado ni fomentado por las empresas de turismo familiar, de las que hablamos. Conozco el caso de una de estas empresas, que por razones de compromisos internos de su negocio, acepta “grupos de homosexuales”. Pero cuida de que el evento no coincida con familias y, más aún, procura que el hecho no llegue a los medios de comunicación social. 

4. Celebraciones de matrimonios entre los turistas

4.1 Son muchos, más de lo que se piensa normalmente (no tengo estadísticas a mano), los  que utilizan los “resorts” turísticos para celebrar su unión matrimonial. Puedo enumerar estos tipos:

-Los que simplemente van a pasar la luna de miel allí.

-Los que celebran bodas, fiesta nupcial y permanecen en el hotel para la luna de miel; unos lo hacen civilmente, otros, canónicamente por la Iglesia, otros con un ministro religioso no católico.

4.2 Los tours-operadores promueven, a veces, grupos de novios o de recién casados para que pasen su luna de miel en algún sitio turístico. Acepté recibir, a petición de la gerencia de un hotel, alrededor de 30 jóvenes parejas belgas para darles una bendición en la Catedral. En ocasiones estas bendiciones las da el sacerdote que asiste pastoralmente a determinado hotel.

4.3 Para ser más concreto y dar con ello, tal vez, pistas para una reflexión más completa, diré qué hacíamos y se hace en la Diócesis de la Altagracia, República Dominicana, para las parejas, sean extranjeras o nativas, que solicitan contraer matrimonio canónico en territorio diocesano, específicamente en un resort turístico:

1º    Exigimos al pie de la letra cuanto pide la Iglesia en el Derecho Canónico para estos casos específicos.

2º    Al comenzar esta pastoral, el Obispado se encargaba de hacer todos los trámites y delegaba un sacerdote para que oficiara el matrimonio, según el idioma de los novios.

3º    Al crecer el número de hoteles y las solicitudes de este tipo de matrimonios, creamos, para facilitar la labor pastoral, varias “parroquias turísticas”, territoriales y personales, cuyos párrocos, entonces, debieron tramitar todos los casos matrimoniales, que correspondieran a los hoteles de su territorio. Oficiaban, entonces, no necesariamente en la lengua de los contrayentes, aunque se intentaba que lo fuera.

4º   La gran mayoría de los novios quieren, como lugar de sus bodas, el hotel mismo, no la Iglesia parroquial, que está fuera del “resort”. Cuando hay Iglesia dentro del “resort” se celebra la boda en ella; no en otro lugar caprichoso que desearían los novios, como por ejemplo, “junto al mar”. Si no hay Iglesia, se celebra, entonces, en el lugar donde se tiene ordinariamente la misa dominical en el recinto hotelero. En los demás casos se aplica la normativa del I Concilio Plenario Dominicano §619 (del año 2000), que reza así: “Queda expresamente prohibida la celebración del matrimonio en lugares no destinados al culto, tales como casas de familia, jardines residenciales, salones de fiesta o recepciones, hoteles, restaurantes y otros lugares de naturaleza similar”.

5º   Los hoteles para las celebraciones matrimoniales incluyen en sus tarifas un “plus” y, dentro de ellas, el estipendio del sacerdote, que siempre es mayor que el percibido en parroquias de otro tipo.

5.  Peregrinaciones y familias

5.1 Me atrevería a afirmar que en América Latina, para esta etapa de su historia, la realidad familiar está unida a las Peregrinaciones de una u otra manera: o bien porque toda la familia peregrina al Santuario o bien porque unen a la peregrinación, casi siempre, intenciones familiares de acción de gracias o de peticiones. Diría que la familia en nuestros santuarios latinoamericanos es parte integrante de ellos. No oso decir lo mismo para esta etapa histórica de Europa ni para los otros continentes. Sin embargo, invito a los agentes de pastoral que prestan servicios a Santuarios y Peregrinaciones de dichos continentes a que abran los ojos y se podrán llevar agradables sorpresas en cuanto a la incidencia de la realidad familiar en la vivencia de los peregrinos.

5.2  De nuevo permítaseme unir a datos mi experiencia personal, ya que fui Rector del Santuario Nacional de Nuestra  Señora de la Altagracia en República Dominicana por doce años, como presbítero, y luego Obispo diocesano del mismo por otros ocho años más. Ahora, en la Arquidiócesis que pastoreo, tenemos un Santuario Nacional dedicado al Corazón de Jesús, dos regionales, dedicados a la Virgen y, al menos otros dos, más bien locales, también marianos. En todos ellos el dato es el mismo: mucha presencia familiar.

5.3  Notemos al respecto, en primer lugar, la presencia numerosa de niños de todas las edades: desde los cargados aún por sus padres hasta casi la adolescencia. Son traídos, en el caso específico de un Santuario Mariano, para “presentárselos” a la Virgen, para encomendarlos a ella, para dar gracias por algún beneficio, para pedir un embarazo, para dar gracias una vez obtenido el embarazo y dado a luz un bebé. Entre los exvotos dejados en muchos Santuarios hay miles de niños de plata u otro material, memoria de alguna acción vista como venida directamente de Dios.

Para visualizar este dato puedo citar la bendición especial que, al final de cada Eucaristía, damos a los niños y niñas en el citado Santuario-Basílica de Nuestra Señora de la  Altagracia. Se les llamaba para que se colocaran alrededor de la barandilla del presbiterio. Puedo decir que en cada misa dominical o día festivo el 75% o más de la Asamblea estaba constituída por padres y madres, abuelos y abuelas, niños y niñas, que se acercaban para ser bendecidos. Un resto permanecería siempre en los bancos.

5.4 Normalmente, en la Pastoral de Santuarios se privilegia la acogida, la predicación de la Palabra de Dios, el Sacramento de la Reconciliación, la Eucaristía, la oración, las bendiciones de objetos y otros sacramentales y prácticas de religiosidad popular. Pero no conozco lugares de peregrinaciones, donde haya una atención pastoral a las familias como tales. Tampoco sé de Diócesis donde se tenga en cuenta el hecho extendido de la peregrinación de familias a Santuarios ni en la pastoral familiar diocesana ni en las parroquias. Me gustaría conocer algunas experiencias.

Confieso que yo mismo, cuando fui Rector del Santuario Nacional Altagraciano por doce años, no cuidé de ese ángulo específico de la pastoral de Santuarios. Luego, ya como Obispo, tomé mayor consciencia de esa realidad y empecé a fomentar ciertas actividades propias para la familia, como la bendición de los niños y niñas, la inclusión sistemática de algún tema familiar en la homilía y la colocación de algunas peticiones por la familia en las preces de los fieles. Pero sé que todavía se pueden tener otras iniciativas pastorales más.

5.5 A parte de algunas atenciones pastorales especiales que se puedan implementar para la familia en los Santuarios, considero importante el enriquecimiento teológico-espiritual mutuo que se puede dar entre las realidades “familia-Santuario-peregrinación”, temática tratada por este Pontificio Consejo y en algunos Congresos y eventos nacionales, regionales e internacionales. Señalemos, brevemente, temas como éstos: 

  • “La familia es Santuario de la Vida”. Los contenidos de la categoría “Santuario” puede enriquecer muchísimo esta definición y concepción de la familia.
  • “El Santuario es lugar donde se congrega la familia de Dios”.  Aquí, en contrapartida, todo el contenido de la categoría familiar ha de iluminar esta afirmación teológica sobre el Santuario.
  • La Iglesia es peregrina, por definición; camina hacia el encuentro total con el Dios vivo, hacia el “Santuario Celestial”.  El Santuario temporal, a su vez, es “memoria, presencia y profecía del Dios vivo”, hacia él se peregrina continuamente. “Peregrinación” y “Santuario”, pues, no se pueden separar y se enriquecen mutuamente, como categorías escatológicas e históricas claves en la teología y pastoral de la Iglesia.
  • Inserta en esas realidades o temáticas está, de manera viva y actuante, la familia como Iglesia Doméstica. Sí, ciertamente, de modo general, es la Iglesia en su totalidad la que peregrina a los Santuarios, pero ella se concretiza de manera muy especial en cientos y miles de Iglesias Domésticas, que peregrinan a los Santuarios. Así, la temática “peregrinación”, en general, ha de explicitar la familia y aplicar a ella todo su rico contenido histórico y escatológico. 

Conclusión

Me parece conveniente terminar repitiendo esta afirmación, citada más arriba, del Pontificio Consejo para la pastoral de los Migrantes e Itinerantes: “Las más de las veces el viaje (que puede ser turismo o peregrinación, agrego yo) se emprende en compañía de la familia”.

Esta afirmación es tan cierta como dos más dos son cuatro, incluso para aquellos países ricos donde ha disminuido la natalidad, ya que la gran mayoría de los turistas que vienen a nuestros países pobres, de hecho, son “familias”.

Toca, pues, a nosotros pastores y a nuestros agentes de pastoral abrir los ojos a esa realidad, medirla, valorarla con espíritu eclesial y darle respuestas pastorales adecuadas.     

 

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