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INTERVENCIÓN DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE
EN LA XXIII SESIÓN ESPECIAL DE LA ASAMBLEA GENERAL
DE NACIONES UNIDAS 

"Mujeres 2000: igualdad, desarrollo y paz para el siglo XXI"

Viernes  9 de junio de 2000


Sr. Presidente:

La delegación de la Santa Sede ha participado activamente en las negociaciones que precedieron a este plenario de la sesión especial de la Asamblea General que se ha ocupado de asuntos de crucial importancia para la vida de millones de mujeres de todo el mundo y ha evaluado los progresos hechos desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer.

El núcleo vital de las iniciativas que se recomiendan en la Plataforma de Acción de Pekín se relacionan con los múltiples servicios que la Iglesia Católica ha prestado a las mujeres a lo largo de la historia. De este modo, ha demostrado con la acción, además de sus palabras su convicción acerca de la importancia de educar a mujeres y niñas, del acceso de la mujer a la educación y a los servicios sociales que necesitan para alcanzar los cometidos de sus propias vidas y la de sus familias. Las secciones de la Plataforma referidas a las necesidades de las mujeres pobres, al término de la violencia contra la mujer, al acceso a la educación, al empleo, a la tierra, al capital y la tecnología coinciden con la misión que es propia de la Iglesia dado que hablan de la esperanza que Juan Pablo II ha sintetizado elocuentemente en su exhortación a “no tener miedo”.

Pero, Sr. Presidente, la verdad es que temo como temen muchas de mis hermanas alrededor del mundo. Como esposa y madre, yo y mi delegación tememos por la salud y el bienestar de los niños de África en donde enfermedades como la malaria, guinea worm disease, schistosmaiasis y la extensión de la pandemia de HIV/SIDA continúan afectando a muchos niños. Nos preocupa el número de personas, especialmente niños que sufren de malnutrición en un mundo que tiene tanta comida. La Santa Sede está sumamente preocupada por el creciente número de conflictos y de personas separadas de sus casas y de sus familias debido a las guerras y a las disputas carentes de sentido. Como madre, yo y mi delegación estamos preocupados porque no pueden leer y escribir y que continúan esclavizados por la ignorancia y por la falta de conocimientos en un mundo que parece fundarse en la tecnología y la información.

Por estas razones, Sr. Presidente, mi delegación apoya fuertemente las provisiones del documento que condenan la violencia contra la mujer, que apoyan el fortalecimiento de los derechos de la mujer orientados a su empoderamiento en los ámbitos económico y político, sus medidas para combatir la pobreza, y sus referencias –que aunque breves no dejan de estar– a las altas tasas de mortalidad de niñas y mujeres debido tanto a enfermedades crónicas como a la proliferación de infecciones incluyendo las enfermedades tropicales. Mi delegación está particularmente satisfecha de ver en el documento final una clara asunción de la necesidad de toda mujer de acceder a los servicios sociales básicos incluyendo la educación, agua limpia, alimentación adecuada y un sistema sanitario seguro.

Sin embargo, Sr. Presidente, en definitiva, el documento Women 2000 como la Plataforma de Acción de Pekín enfatiza casi al infinito un aspecto, la salud sexual y reproductiva en detrimento de una visión holística de la salud de las mujeres y sus familias sumamente necesaria para aliviar sus temores.

Sr. Presidente, la sesión especial nos a dado la oportunidad no sólo para evaluar el pasado sino para planear el futuro y tanto mi delegación como yo misma queremos preguntar si acaso hemos hecho todo lo que debíamos. Vivimos en un mundo cambiante en el que mucha gente tiene miedo y en el que muchos han perdido la esperanza. La comunidad internacional debe trabajar intensamente para disipar el miedo por medio de acciones efectivas de las Naciones Unidas.

Para que todos nosotros dejemos de tener miedo debemos promover un desarrollo pleno y humano no sólo social y económico, sino también espiritual. La Santa Sede renueva su compromiso en la búsqueda de medios para poner fin al hambre, para encontrar un camino que lleve a todos a acceder a la educación, para poner remedio y consuelo a todos aquellos que sufren enfermedades y por estos medios a buscar permanentemente la extinción del miedo que nos impide celebrar la vida como el don que realmente es.

“No tengáis miedo” no es una frase vacía; es un mensaje que requiere ser concretado haciendo todo lo que esté de nuestra parte para llevar a las mujeres y sus familias al umbral de la esperanza.

Para terminar, Sr. Presidente, la delegación de la Santa Sede quiere dejar sentado que nada de lo que ha hecho en el proceso de negociación de “Women 2000” debe ser entendido como una asunción de conceptos que no puede asumir por razones morales. Nada de lo hecho debe ser entendido en un sentido que implique de parte de la Santa Sede la aceptación del aborto o un cambio en su posición moral sobre el aborto o los métodos contraceptivos. La Santa Sede reafirma que la vida comienza en la concepción y que todo ser humano debe ser protegido desde el primer momento y hasta el final de su ciclo vital.

Gracias, Sr. Presidente.


 

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