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XX SESIÓN DEL CONSEJO DE DERECHOS HUMANOS
(18 DE JUNIO-6 DE JULIO)

INTERVENCIÓN DEL ARZOBISPO SILVANO M. TOMASI,
OBSERVADOR PERMANENTE DE LA SANTA SEDE
ANTE LA OFICINA DE LAS NACIONES UNIDAS
E INSTITUCIONES ESPECIALIZADAS EN GINEBRA

Ginebra
Martes 26 de junio de 2012

 

Señora presidenta:

La violencia contra las mujeres sigue siendo una realidad inevitable en muchos lugares. Estructuras y comportamientos de discriminación justifican la violencia contra las mujeres; y muy a menudo la impunidad de los abusos hacia ellas perpetúa el problema. El miedo diario de la violencia vinculada con el ir a la escuela, la violación de una joven con discapacidad y el matrimonio forzado de una chica violentada son ejemplos recientes que reflejan prácticas, leyes y condicionamientos culturales, y son manifestaciones institucionalizadas y toleradas de discriminación y de violencia hacia las mujeres.

La delegación de la Santa Sede agradece al relator especial sus esfuerzos por promover el progreso de los derechos de las mujeres. Es muy importante que los Estados establezcan mecanismos para la protección de las mujeres contra prácticas y representaciones discriminatorias en las leyes y en la praxis, con el fin de defender los derechos humanos.

La Santa Sede reconoce la triste realidad de la discriminación y de la violencia contra las mujeres y recuerda las palabras del Papa Benedicto XVI: «Hay lugares y culturas donde la mujer es discriminada y subestimada por el solo hecho de ser mujer (…), donde se perpetran actos de violencia contra la mujer (…). Ante fenómenos tan graves y persistentes, es más urgente aún el compromiso de los cristianos de hacerse por doquier promotores de una cultura que reconozca a la mujer, en el derecho y en la realidad de los hechos, la dignidad que le compete» (Discurso a los participantes en un congreso internacional para conmemorar el XX aniversario de la carta apostólica «Mulieris dignitatem», 9 de febrero de 2008: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de febrero de 2008, p. 3).

Señora presidenta, los tiempos de transición política son oportunidades óptimas para estudiar las condiciones de iure y de facto de las mujeres. Como hemos visto en el curso de toda la historia, y más recientemente en la primavera árabe en Oriente Medio y en África del norte, estos tiempos se caracterizan por la violencia y la inestabilidad.

Teniendo en cuenta la naturaleza desestabilizadora de los desórdenes políticos, la Santa Sede subraya la importancia del papel de la mujer en la familia. «La familia es la célula vital de la sociedad» y las mujeres, como participantes en igualdad del matrimonio como esposas y madres, son fundamentales para preservar la institución de la familia y, por tanto, la sociedad. «Todo modelo social que pretenda servir al bien del hombre no puede prescindir de la centralidad y de la responsabilidad social de la familia», que comprende a todas las sociedades comprometidas en la promoción y en la realización de los derechos humanos. No se puede prescindir de una consideración de la mujer en la familia, puesto que integra cualquier estudio atento a las mejoras de los derechos de las mujeres en la esfera política, pública, legal y social.

Es esencial eliminar la discriminación y la violencia a través de estructuras eficaces para la tutela de los derechos de las mujeres y su implicación en todo contexto de transición política, de crisis económica u otros. Estas estructuras deben responder a la naturaleza transversal de la discriminación sexual contra las mujeres, incluidas las que poseen una discapacidad y una religión particular.

Señora presidenta, las situaciones inestables caracterizadas por la violencia presentan el peligro de comportamientos particularmente agresivos contra los grupos más indefensos de la sociedad. La Santa Sede tiene la gran preocupación de que se ofrezca a las mujeres en tales contextos la protección contra la violencia, especialmente a las mujeres que se ocupan de la defensa de los derechos humanos. La impunidad judicial, las normas culturales y sociales que toleran la discriminación y no afrontan los actos violentos como el infanticidio de las niñas o el aborto selectivo basado en el sexo, deben afrontarse y rechazarse.

Es necesario construir una realidad en la que hombres y mujeres sean tratados del mismo modo, vistos de manera igual y liberados del trato indigno de las prácticas discriminatorias. La dignidad de todas las personas, mujeres y hombres, exige la existencia de instituciones justas y de sociedades correctas que las fomenten.

Señora presidenta, teniendo en cuenta «la enraizada y profunda diversidad entre lo masculino y lo femenino, y su vocación a la reciprocidad y a la complementariedad, a la colaboración y a la comunión», la delegación de la Santa Sede reafirma la verdad intrínseca de la igual dignidad entre hombres y mujeres y, por tanto, la necesidad de eliminar toda discriminación y violencia hacia las mujeres.

 

  

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