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CARTA DEL CARDENAL TARDINI,
EN NOMBRE DEL PAPA JUAN XXIII,
AL SUPERIOR GENERAL LOS SACERDOTES DEL PRADO
EN EL I CENTENARIO DE FUNDACIÓN DE SU INSTITUTO

10 diciembre de 1960

 

Monseñor:

EL Instituto del Prado, cuya dirección asume vuestra Excelencia con tanto celo y abnegación, celebrará el 10 de diciembre próximo el centenario de su fundación. Su Santidad se ha dignado encargarme con tal motivo os diga que hace suya la alegría tan legítima de los miembros de vuestra familia espiritual en esta feliz coyuntura.

¡Qué excelente trabajo se ha llevado a cabo al servicio de la Iglesia desde aquel 10 de diciembre de 1860, cuando el sacerdote Antonio Chrévrier —a quien pronto se le llamaría el Padre Chévrier— tomaba posesión de un local, el Prado, cuyo nombre, desconocido hasta entonces, iba a ser para tantas almas el símbolo del amor de predilección que la Iglesia de Jesucristo, a ejemplo de su Divino Fundador, siempre manifestó a los más pobres y más desamparados de los hijos de Dios!

Benedictio pauperibus, decía el Papa Pío IX, de venerable memoria, al recibir a los cuatro primeros diáconos del Prado en noviembre de 1876. Esta bendición del Pontífice ha producido abundantes frutos. Vuestro Instituto cuenta actualmente numerosos sacerdotes, hermanos, hermanas y auxiliares de los que se benefician muchas diócesis en Francia y fuera de ella. El Papa Pío XII, de feliz memoria, proclamó la heroicidad de las virtudes del Padre Chévrier el 16 de enero de 1953. Y Su Santidad Juan XXIII tuvo la dicha, el 28 de octubre de 1959, de erigir al Prado en Instituto secular de derecho pontificio y de constituir hace muy poco en los suburbios de la diócesis de Roma, tan queridos para su corazón de Pastor, una parroquia dedicada al santo Cura de Ars y confiada a una celosa comunidad del Prado.

El Padre Santo se congratula muy íntimamente de este feliz desarrollo. Y ha querido confiarme el encaro de ser el intérprete cerca de Vos de sus sentimientos de benevolencia, de sus paternales votos y de su deseo de que esta celebración del centenario sea para todos los hijos espirituales del Padre Chévrier ocasión de una fidelidad renovada conforme al ejemplo y enseñanzas de su fundador. En efecto, como el santo Cura de Ars, que fue su director espiritual —y al cual la reciente Carta Encíclica del Padre Santo Sacerdotii Nostri Primordia (AAS., vol. LII, 1959, pág. 454-579), propuso a la imitación de todos los sacerdotes católicos— el Venerable Antonio Chévrier sigue siendo un modelo de ascética sacerdotal, de piedad eucarística y de celo pastoral.

Y las fervorosas páginas del Verdadero Discípulo sobre la imitación de Nuestro Señor Jesucristo encierran para cada uno de los miembros del Prado apremiantes invitaciones a practicar las virtudes que exigen la dignidad y los deberes de su estado.

Como escribió el santo Papa Pío X en su exhortación al clero católico: "Para lograr que Jesucristo reine en el mundo nada es más necesario que un clero santo, el cual con su ejemplo, palabras y ciencia sea el guía de los fieles" (Acta Pii X, vol. I, pág. 257). Los discípulos del Padre Chévrier —Su Santidad se complace en creerlo— no olvidarán esta exigencia. También recordarán que, si la gracia del sacerdocio es fuente permanente de santidad, el ejercicio del ministerio es una constante ocasión de santificación. Tendrán presente, a ejemplo de su fundador, que la caridad fraterna que anima al apóstol suele ser para muchos el único testimonio visible del amor a Cristo, nuestro Salvador. Y no hay duda de que esta caridad les ayudará a descubrir las iniciativas prudentes que les permitan emplear con prudencia los métodos aptos de apostolado, como ya han hecho otras veces, a los ambientes que se han de evangelizar, con una sumisión filial a la Iglesia nuestra Madre.

Una fe viva, la fidelidad a la oración, una vida interior en aumento, en la que la Eucaristía ocupe un lugar preferente, serán, además, para esos celos apóstoles los medios privilegiados e insustituibles para alentar su fervor apostólico y hacerle contagioso mediante una renovación constante de sus almas jóvenes y de la fuerza conquistadora de sus convicciones religiosas. Que la docilidad a las directrices de la jerarquía, la estrecha colaboración, con espíritu de obediencia, con el episcopado y la adhesión filial al Sumo Pontífice, que fueron, junto con la imperiosa preocupación por evangelizar a los pobres, los rasgos distintivos de la hermosa figura sacerdotal del Padre Chévrier, sean para todos sus hijos los principios moderadores de su apostolado.

Por último, Su Santidad formula votos porque 1os miembros del Prado sean fieles más que nunca a la práctica de los consejos evangélicos siguiendo las consignas admirables del Padre Chévrier. Sean pobres en el alojamiento, vestido, comida, en los bienes, el trabajo y el servicio; sean humildes de espíritu y de corazón ante Dios, ante los hombres y ante ellos mismos; mortificados en el silencio, la oración, el trabajo y la penitencia y el sufrimiento; sean desprendidos hasta la muerte y crucificados a ejemplo de Jesucristo. Asimismo serán por su fe, sus enseñanzas y ejemplos el cauce que lleve a muchas almas, con frecuencia tan alejadas de la Iglesia, la doctrina de vida que esperan y que ellos tienen misión de darles.

Pidiendo a Dios porque este centenario sea el punto de partida de un nuevo y fecundo desarrollo de vuestra familia espiritual y como prenda de su especial benevolencia hacia vuestra Excelencia y a todos los hijos e hijas del Padre Chévrier, el Padre Santo os imparte de todo corazón a Vos, a los sacerdotes, a los hermanos, a las religiosas y a los auxiliares del Prado una copiosa Bendición Apostólica.

Dichoso de transmitiros este augusto mensaje, formulo mis mejores votos en esta feliz coyuntura y reitero a vuestra Excelencia el testimonio de mi consideración más distinguida en Nuestro Señor.

D. Cardenal TARDINI
Secretario de Estado

 

 

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