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CARTA DE LA SECRETARÍA DE ESTADO DE SU SANTIDAD
A LAS ORGANIZACIONES CATÓLICAS INTERNACIONALES

 

Sra. Doña Elizabeth Lovatt-Dolan
Presidente de la Conferencia de las Organizaciones Católicas Internacionales

Estimada Señora Lovatt-Dolan:

El vivo interés y la diligente atención pastoral con que los últimos Papas han seguido la fundación, crecimiento, desarrollo y amplia difusión de las Organizaciones Católicas Internacionales y de sus Conferencias, son bien conocidos de todos. Se ha visto, sobre todo, con el Papa Pablo VI.

El mensaje autógrafo que dirigió a la Conferencia hace dos años, con ocasión de la asamblea general conmemorativa del 50 aniversario de fundación, será siempre recapitulación magistral de las orientaciones fundamentales dadas por él mismo y por sus predecesores, acerca de la identidad de las Organizaciones Católicas a nivel internacional.

Su Santidad el Papa Juan Pablo II se une de todo corazón a sus predecesores y comparte sus puntos de vista respecto de las Organizaciones Católicas Internacionales y sus Conferencias. La asamblea general que se celebra en Pallanza del 22 al 26 de junio, le ofrece oportunidad propicia para manifestar los siguientes puntos de vista.

A la luz de su primera Encíclica en la que el Papa presenta proféticamente a los ojos del mundo la figura del Redemptor hominis, una pregunta se plantea a vuestra asamblea sobre la base de la comunión eclesial y dimensión evangelizadora que caracterizan a las Organizaciones Católicas Internacionales y sus Conferencias. La pregunta es ésta: ¿Cómo se debe dar testimonio de este Redentor de los hombres y mujeres de la actual generación y cómo aportar la propia contribución a la acción de la Iglesia, la cual es el sacramento de Redención para una humanidad llena de esperanza y buenas intenciones, y que, a la vez, está asediada por retos y problemas de una gravedad jamás imaginada ni experimentada anteriormente?

A fin de que este testimonio sea más activo y su aportación más eficiente, se necesitan «cristianos con vocación de santidad, sólidos en la fe, seguros en la doctrina propuesta por el Magisterio auténtico, firmes y activos en la Iglesia, cimentados en una densa vida espiritual, alimentada con el acercamiento frecuente a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, perseverantes en el testimonio y acción evangélica, coherentes y valientes en sus compromisos temporales, constantes promotores de paz y justicia contra toda violencia u opresión, agudos en el discernimiento crítico de las situaciones e ideologías a la luz de las enseñanzas sociales de la Iglesia, con-fiados en la esperanza en el Señor» (Discurso de Juan Pablo II a los representantes de las Organizaciones Católicas nacionales de México: L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 11 de febrero de 1979, pág. 16).

La puesta en práctica de un programa intrépido y exigente debe contar necesariamente con la colaboración de las Organizaciones Católicas, que a nivel internacional disponen de las personas necesarias para llevar a cabo tal empresa; personas convencidas de la importancia del aspecto internacional que tienen preparación para trabajar a ese nivel y han sido formadas para dicha tarea. Esta es la razón por la que el Santo Padre tiene deseo especial de enviar a la Conferencia y a cada una de las Organizaciones Católicas Internacionales ahí presentes, un mensaje de augurio, esperanza y certeza. Le ofrece su buen augurio de trabajo cada vez más intenso y efectivo en orden a «llevar la Buena Nueva a todos los estratos de la humanidad y transformar con su influjo» (Evangelii nuntiandi, 18) la dimensión internacional de la realidad humana. Expresa la esperanza de que las Organizaciones Católicas Internacionales encuentren en una Conferencia bien unida, apoyo recio y dinámico, y estímulo para hacer cada vez más amplio el radio de acción, con religiosa fidelidad a su propia identidad de asociaciones internacionales y católicas. Manifiesta la convicción de que el compromiso exigente al que cada Organización Católica Internacional debe responder, le ayudará a superar las dificultades no sólo en el desempeño de su misión, sino también en la vinculación a las otras con vistas a unir lo más posible las actividades en favor del bien.

El Santo Padre sigue vuestro trabajo con interés profundo y envía un saludo cordial a usted, a sus colaboradores inmediatos en la Presidencia y en el Comité de Continuidad, y a cuantos toman parte en esa importante asamblea.

Con estos sentimientos envía su bendición apostólica y pide al Señor que ilumine vuestras deliberaciones y las haga provechosas para gloria de su Nombre.

Me complazco en aprovechar esta ocasión para expresarle mis sentimientos de estima personal. Le saluda atentamente.

Vaticano, 20 de junio de 1979

Agostino CASAROLI
Secretario de Estado

 

 

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