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INTERVENCIÓN DE LA SANTA SEDE
EN LA III CONFERENCIA DE MINISTROS EUROPEOS
RESPONSABLES DEL DEPORTE


Palma de Mallorca (España)
Miércoles 8 de abril de 1981

 

Señor presidente:

Me adhiero de todo corazón a cuanto han dicho los oradores que me han precedido, con referencia a su elección y a la magnífica organización de esta Conferencia.

Agradezco en nombre de la Santa Sede la cordial acogida que se nos ha dispensado y la posibilidad de aportar ahora algunas ideas en torno al tema segundo, al que la Santa Sede quiere prestar una especial atención.

Sin entrar en cuestiones técnicas, ya largamente tratadas, me referiré en general a la persona humana —sobre todo a la mujer— y a la familia.

1. La persona humana no sólo podemos decir que "tiene" un cuerpo, sino también que "es" un cuerpo. Por esto es necesario que el deporte se contemple —sobre todo en la edad del desarrollo— como expresión de toda la persona, formando parte constitutiva de esta importante etapa de su evolución como ser total. De aquí se deduce que, al promover el deporte en la mujer, conviene no perder nunca de vista lo que la caracteriza como tal. Es indispensable, por supuesto, superar toda discriminación de tipo sexual. Pero esto nunca debe significar la negación, sino más bien la afirmación de "lo femenino" también y por medio del deporte.

2. Por esto, el deporte en grupos mixtos nunca debe conducir a una pérdida de la feminidad, en búsqueda de un deporte "no sexuado". Debe más bien propiciar la autoafirmación de "lo femenino", en cuanto reciprocidad con lo "masculino". Particularmente en la pubertad, un deporte no proyectado con esta perspectiva correría el riesgo de nuevas discriminaciones de hecho, dada la situación particular en que se encuentran las muchachas en comparación con los chicos, en cuanto se refiere a la correlación entre "rendimiento" y "resultados".

3. La referencia a la pubertad, como época de particular atención por sus peculiares exigencias es, por tanto, muy oportuna. Ello debe significar un particular cuidado y empeño en que el deporte se oriente —precisamente en este período decisivo— al desarrollo armónico de toda la persona. Toda manipulación que tienda a forzar el ritmo o a influir indebidamente en el tiempo del desarrollo con el fin de obtener determinados resultados, no puede considerarse auténticamente deportiva.

4. En este contexto, limitarse a decir que hay que ayudar a las jóvenes a superar el conflicto que pueda surgir entre su "identidad femenina" y su "identidad deportiva", parece inadecuado y se resiente de una visión del deporte que no respeta la realidad de la adolescencia, para la cual el deporte ha de ser, ante todo, un juego. Conviene que la "identidad deportiva" se considere en función de la "identidad personal" integral, esto es, de la identidad femenina concreta de la joven.

5. La referencia que se hace a la familia, merecería un desarrollo más amplio, no sólo en el sentido de la adecuada información sobre la pubertad, sino en todo lo que se refiere a la misma actividad deportiva de las adolescentes. Aunque la familia no pueda ser la que construya y organice las estructuras deportivas, es indispensable que intervenga en ellas de distintas formas que correspondan lo mejor posible a las diversas situaciones, si se quiere que los adolescentes practiquen de manera verdaderamente personal el deporte.

6. Es urgente, cuando se habla del deporte de los adolescentes, una referencia a los valores de comunicación, encuentro y aspecto festivo, que le son propios. Cuando estos valores están realmente presentes es más fácil evitar el error de un deporte en el cual el aspecto competitivo y de resultados se lleven la parte del león, haciendo pasar a un segundo plano la misma realidad personal de quienes lo practican.

Señoras y señores: Como ustedes han podido comprobar, he limitado mi intervención a la mujer, a los adolescentes, a las familias. Quiero referirme a todas las familias, a las del campo y a las de las grandes ciudades; pero especialmente a aquellas de los emigrantes o que puedan contar con miembros marginados o minusválidos. Porque todos los hombres tienen igualdad de derechos, también en este campo del deporte tan decisivo en la etapa de su crecimiento y del desarrollo de su personalidad.

Nada más. Gracias, señor presidente. Gracias, señoras y señores.

 

 

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