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DECLARACIÓN DEL CARDENAL TARCISIO BERTONE S. D. B.,
SECRETARIO DE ESTADO


Sábado 16 de septiembre

 

Ante las reacciones de musulmanes por algunos párrafos del discurso que el Santo Padre Benedicto XVI pronunció en la Universidad de Ratisbona, además de las aclaraciones y puntualizaciones hechas ya a través del director de la Sala de prensa de la Santa Sede, deseo añadir lo siguiente: 

La posición del Papa sobre el islam es la que se expresa, de forma inequívoca, en el documento Nostra aetate del concilio Vaticano II:  "La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios vivo y subsistente, misericordioso y omnipotente, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse por entero, como se sometió a Dios Abrahán, a quien la fe islámica se refiere de buen grado. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su madre virginal, y a veces incluso la invocan devotamente. Además, esperan el día del juicio, cuando Dios recompensará a todos los hombres una vez que hayan resucitado. Aprecian, por tanto, la  vida moral y veneran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno" (n. 3).

La opción del Papa en favor del diálogo interreligioso e intercultural también es inequívoca. En el encuentro con los representantes de algunas comunidades musulmanas en Colonia, el 20 de agosto de 2005, dijo que ese diálogo entre cristianos y musulmanes "no puede reducirse a una opción temporal", y añadió:  "Las lecciones del pasado han de servirnos para evitar caer en los mismos errores. Nosotros queremos buscar las vías de la reconciliación y aprender a vivir respetando cada uno la identidad del otro" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 26 de agosto de 2005, p. 9).

Por lo que atañe al juicio del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, citado por él en el discurso de Ratisbona, el Santo Padre no pretendía ni pretende de ningún modo asumirlo como propio; sólo lo utilizó como una referencia para desarrollar, en un ámbito académico y como se deduce de una completa y atenta lectura del texto, algunas reflexiones sobre el tema de la relación entre religión y violencia en general y concluir con un claro y radical rechazo de la motivación religiosa de la violencia, independientemente de donde proceda. Vale la pena recordar lo que el mismo Benedicto XVI afirmó recientemente en el mensaje conmemorativo del vigésimo aniversario del Encuentro interreligioso de oración por la paz convocado por su amado predecesor Juan Pablo II y realizado en Asís en octubre de 1986:  "Las manifestaciones de violencia no pueden atribuirse a la religión en cuanto tal, sino a los límites culturales con que se vive y se desarrolla en el tiempo. (...) De hecho, en todas las grandes tradiciones religiosas se registran testimonios del íntimo vínculo que existe entre la relación con Dios y la ética del amor" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de septiembre de 2006, p. 3).

Por tanto, el Santo Padre está profundamente afligido por el hecho de que algunos pasajes de su discurso hayan podido parecer ofensivos para la sensibilidad de los creyentes musulmanes y hayan sido interpretados de una manera que no corresponde en absoluto a sus intenciones. Por otra parte, ante la ferviente religiosidad de los creyentes musulmanes, ha exhortado a la cultura occidental secularizada a evitar "el desprecio de Dios y el cinismo que considera la mofa de lo sagrado como un derecho de la libertad" (Homilía en la misa en la explanada de la Nueva Feria de Munich, Alemania, 10 de septiembre de 2006:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de septiembre de 2006, p. 12).

Al reafirmar su respeto y su estima por quienes profesan el islam, el Papa desea que se les ayude a comprender en su correcto sentido sus palabras, para que, superado pronto este momento difícil, se refuerce el testimonio del "único Dios, vivo y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres", y la colaboración para "defender y promover juntos la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad para todos los hombres" (Nostra aetate, 3).

 

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