The Holy See
back up
Search
riga

VIAJE A CHILE DEL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO
(5 – 15 ABRIL 2010)

PALABRAS DE SALUDO DEL CARD. TARCISIO BERTONE
A LOS FORMADORES Y ALUMNOS
DEL PONTIFICIO SEMINARIO MAYOR

Santiago
Lunes 12 de abril de 2010

 

Señor Cardenal Arzobispo de Santiago,
Señor Nuncio Apostólico,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Señor Rector, formadores, profesores y seminaristas,
Amigos todos:

Es para mí un motivo de gran alegría poder reunirme con Ustedes en este Pontificio Seminario Mayor de Santiago, recordando además la visita que el Papa Juan Pablo II realizó en este mismo lugar hace veintitrés años, en su memorable viaje a Chile. Pero, sobre todo deseo transmitirles el saludo afectuoso del Papa Benedicto XVI, en cuyo corazón Ustedes ocupan un lugar muy especial, al mismo tiempo que les encomienda al Señor para que, con la guía y la ayuda de sus formadores, se preparen al sacerdocio con ilusión, alegría y seriedad.

En este insigne Seminario de Santiago, a lo largo de sus más de cuatrocientos veinticinco años de existencia, se han preparado numerosos alumnos, que luego se han entregado con celo ejemplar y dedicación al ministerio presbiteral, al servicio no sólo de los fieles de esta Arquidiócesis, sino de otras partes de Chile. Ustedes, que forman ya parte de la fecunda historia de esta Casa de formación, han sido llamados a tomar el relevo de aquellos jóvenes de entonces que, dejándolo todo, siguieron a Cristo hasta el final de su vida.

Nos dice el evangelio que Jesús «subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios» (Mc 3, 13-15). Antes de ser enviados a predicar, los Apóstoles estuvieron con Cristo. También a Ustedes, queridos seminaristas, el Señor les ha llamado ahora a estar con él. El seminario más que un lugar es un tiempo de búsqueda de una relación más profunda con Cristo (cf. Benedicto XVI, A los seminaristas del Seminario Romano, 4 febrero 2008). Es el esfuerzo por intentar responder con el don de la propia vida al amor con el que él les eligió —«llamó a los que él quiso»—. Entonces, el seminarista consciente de que por la sagrada ordenación se ha de configurar íntimamente y obrar in persona de Cristo Sacerdote (cf. Presbyterorum ordinis, 2), descubre la necesidad imperiosa de dedicar mucho tiempo a la oración, de cuidar la liturgia, la meditación de la Palabra de Dios y la adoración eucarística. Además, el estudio riguroso, constante y profundo de las disciplinas humanas y sagradas, les ayudará a ir asimilando los misterios y las verdades fundamentales de nuestra fe, al mismo tiempo que les dará una adecuada comprensión de las claves intelectuales de la cultura actual, para saber llevar a los hombres de hoy el mensaje de la salvación.

Sí, queridos amigos, ser sacerdote es un don inmenso y un compromiso extraordinario. Por eso, permítanme que les anime a responder con un gran sentido de responsabilidad a la gracia de la vocación, para llegar a ser, aún en medio de las limitaciones personales, el mejor instrumento en las manos de Dios. Luchen sin descanso para adquirir aquellas virtudes humanas que son necesarias para alcanzar la imprescindible madurez de carácter que, junto a la práctica de las demás virtudes cristianas y sacerdotales, les vaya asemejando cada vez más a aquél que, como Buen Pastor, no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por los demás (cf. Mt 20, 28). Para ello, acudan con frecuencia, y creciente sinceridad y espíritu de fe, a la dirección espiritual, donde encontrarán siempre la ayuda necesaria y una guía segura en medio de las dificultades del camino. En este sentido, es muy importante apreciar en todo su valor la vida comunitaria en el seminario. Ella es como una antesala y una preparación de esa acción pastoral que tendrán que realizar unidos al Obispo y a los demás sacerdotes. Amen y cuiden esta vida de familia como una anticipación de aquella fraternidad sacerdotal (cf. Presbyterorum ordinis, 8) que debe caracterizar todo presbiterio diocesano.

Queridos formadores y profesores, la Iglesia les ha confiado una grave y delicadísima responsabilidad de acompañar, forjar y discernir la vocación de estos jóvenes. A pesar de que la empresa es ardua y muy superior a las fuerzas humanas, confíen en la gracia de Dios, pidan la necesaria luz al Espíritu Santo y esfuércense, con humildad y rectitud, por dar un testimonio de vida sacerdotal íntegro y fiel. El Señor, que no se deja ganar en generosidad, les recompensará con creces tanta entrega y dedicación por su parte.

Queridos amigos, Cristo confía en Ustedes; la Iglesia los aguarda; el mundo los necesita. ¡No defrauden tantas esperanzas puestas en Ustedes! Sean prudentes, austeros, sinceros, valientes y abnegados, teniendo siempre en su corazón las palabras de Jesús a sus discípulos: «Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a Ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca» (Jn 15, 16).

A la Santísima Virgen del Carmen, Patrona de Chile, encomiendo estos deseos y propósitos, así como a todos Ustedes, sus familias y sus comunidades de origen.

Muchas gracias.

 

 

top