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VIAJE A CHILE DEL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO
(5 – 15 ABRIL 2010)

DISCURSO DEL CARD. TARCISIO BERTONE
A LA FAMILIA SALESIANA EN CHILE

Universidad Católica «Silva Henríquez», Santiago
Martes 13 de abril de 2010

 

Señor Nuncio Apostólico,
Señor Rector de la Universidad Católica «Silva Henríquez», Doctor Francisco Javier Gil,
Estimados Hermanos Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores, Voluntarias de don Bosco, Damas Salesianas, miembros de la Asociación de María Auxiliadora,
Queridos exalumnos y exalumnas,
Amigos y amigas todos:

Ante todo, quiero hacerles llegar el saludo del Papa Benedicto XVI, quien no ha dejado de elevar fervientes súplicas al Señor por los numerosos fallecidos y heridos del terrible terremoto que, en semanas pasadas, golpeó esta Nación. El Sumo Pontífice me pidió expresamente que me hiciera intérprete de sus sentimientos de cercanía y afecto por todos los chilenos, que están muy presentes en su corazón de Padre y Pastor.

Me alegra encontrarme hoy con Ustedes, representantes de la Familia salesiana en Chile. Como hijo de don Bosco, aquí me siento bien; como en casa. Y más todavía estando en esta tierra chilena, soñada por San Juan Bosco, y a la cual llegaron los Salesianos en mil ochocientos ochenta y siete, fundando el seis de marzo de ese año la primera Obra en la ciudad de Concepción.

Quisiera recordar en este encuentro que, ya en mil ochocientos ochenta y cuatro, el carisma salesiano estaba creciendo en esta tierra, gracias a un grupo de laicos y sacerdotes que participaban en la Pía Unión de Cooperadores Salesianos[1], entre los cuales estaba el Presbítero Blas Cañas, que dio nombre en sus inicios a esta Casa de estudios superiores que hoy nos acoge.

Esa presencia primera del carisma salesiano en Chile, para algunos desconocida, era tan relevante que el mismo don Bosco nombraba el dieciséis de mayo de mil ochocientos ochenta y siete a Don Ramón Ángel Jara, más tarde Obispo de Ancud, como Presidente Nacional de los Cooperadores para Chile.[2] Varias de las primeras casas salesianas en este País encontraron en la generosidad y el apoyo de estos primeros Cooperadores una valiosa contribución.

Queridos amigos y amigas, ha pasado más de un siglo de aquellos acontecimientos, y ahora brota de nuestros corazones una emotiva acción de gracias a Dios, pues aquella semilla plantada con fe y generosidad es actualmente una realidad que crece, y no sólo en obras materiales. Pero para que germine más todavía, hay que imitar el celo apostólico de Don Bosco, que gastó su tiempo, sus fuerzas y la vida misma por la salvación de la juventud, en el espíritu del da mihi animas caetera tolle; y sentirse elegidos y enviados por el Señor Jesús al mundo de hoy, para continuar actuando en favor del crecimiento humano y cristiano de la juventud y de los sectores populares.

Me gustaría que este encuentro familiar sirviera de renovado estímulo para volver a mirar a Don Bosco, quien congregó en torno a sí un amplio movimiento de personas, atentas a las necesidades de los demás, en particular de los jóvenes pobres, abandonados y en peligro. Así como el amor a Cristo impulsó a San Juan Bosco a ir más allá de las paredes del Oratorio de Valdocco para afrontar la difícil situación de la juventud, este mismo ideal ha de moverles igualmente a Ustedes a buscar caminos para servir a la juventud chilena, con iniciativas también en el ámbito de los niños y jóvenes que viven en la calle, como por ejemplo con la “Fundación Don Bosco – Vida compartida”.

La Iglesia en este Continente, a partir de la V Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, reunida en Aparecida, está avivando su compromiso misionero, para que en Cristo todos tengan vida. Se resalta así que la vocación de todos los cristianos es ser discípulos, que acogen cordialmente la Palabra de Dios, y apóstoles que la transmiten gozosamente. La fidelidad a esta convicción coloca a los miembros de la Familia Salesiana al servicio de esta hermosa tarea evangelizadora, con el carisma que les es propio y el ejemplo iluminado de San Juan Bosco, que supo salir al encuentro diario de las necesidades y pobrezas de los muchachos de su época con un corazón de Padre, Maestro y Amigo de la juventud.

Facilitar el encuentro de cada joven con Jesucristo es un reto permanente, que ha de afrontarse con fidelidad a la Palabra de Dios, con docilidad al Magisterio de la Iglesia y en comunión con los Pastores y los planes diocesanos de evangelización, procurando identificarse plenamente con el mensaje de salvación que se proclama. Así se pone de manifiesto que evangelizar significa ser levadura en medio de la masa, o lo que es lo mismo, inyectar en lo más profundo del corazón del hombre, y en cualquier ámbito de la sociedad, la fuerza que procede del amor de Dios, que es la que puede realmente cambiar el mundo y la historia para llevarla a su plenitud.

Pero, antes de pensar en los medios y en los modos de evangelizar, es necesario tener claro que la raíz de esta labor fundamental en la Iglesia no depende de cálculos humanos. Para realizarla, hay que estar, ante todo, «enamorados» de Cristo, es decir, haber tenido la honda experiencia de su amistad y de su intimidad: «Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace el amo; sino que los he llamado amigos» (Jn 15, 15). Ésta es la clave que Su Santidad Benedicto XVI ha subrayado también en la encíclica Caritas in veritate, al haber señalado la caridad como el eje del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. Y la experiencia del amor de Dios es lo que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en la construcción del Reino.

Para la Familia Salesiana, la evangelización se concreta particularmente en la educación. San Juan Bosco sintetizó su misión con la expresión «evangelizar educando y educar evangelizando». La educación auténtica respeta todas las dimensiones del niño, del adolescente, del joven, y está claramente orientada a la formación integral de la persona, abriéndola a la transcendencia. Por su parte, la evangelización, que es anhelo por la salvación de los otros, tiene en sí misma un fuerte valor educativo, precisamente porque busca la transformación de la mente y del corazón a partir de Cristo.

En palabras del Santo Padre Benedicto XVI, «educar nunca ha sido fácil, y hoy parece cada vez más difícil; por eso, muchos padres de familia y profesores se sienten tentados de renunciar a la tarea que les corresponde, y ya ni siquiera logran comprender cuál es de verdad la misión que se les ha confiado»[3].

Ante el desaliento que invade a algunos educadores, padres de familia y profesores, Ustedes están invitados, a través de sus múltiples obras formativas, a ofrecer un testimonio de esperanza. Mirar a Don Bosco y continuar aprendiendo de su «humanismo pedagógico», les ayudará a educar poniendo en primer lugar la dignidad de la persona, teniendo en cuenta las necesidades de los jóvenes, para hacerlos corresponsables de su crecimiento, y despertando y movilizando en ellos todas sus potencialidades. Mirar a San Juan Bosco, les enseñará también a apreciar rectamente las realidades temporales, el carácter dignificador del trabajo cotidiano, y la alegría de vivir.

Chile vive en esta coyuntura actual una hora de dolor y de esperanza en la que todos están llamados a implicarse ofreciendo lo mejor de sí mismos. En noviembre del año pasado, los Obispos de Chile, con motivo del Bicentenario, invitaron a hacer de esta Patria «una mesa para todos». Invitación a trabajar juntos, sin que nadie quede excluido, y donde todos puedan aportar sus talentos para superar los grandes problemas existentes y las desigualdades sociales que aún persisten en este País[4]. En la construcción de esa mesa para todos, la Familia Salesiana puede ofrecer su contribución, recordando que al progreso material debe corresponder un progreso en la formación ética del hombre.

El desafío de la educación y la evangelización encuentra un punto clave en la familia. El Papa Benedicto XVI, en su mensaje a los salesianos reunidos para el último Capítulo general, ha subrayado el papel de la familia en la educación de los jóvenes[5]. A este respecto, me alegra saber que muchos de Ustedes trabajan en diversos proyectos e iniciativas de apoyo y promoción de la familia, entre ellos deseo resaltar el primer «Congreso Nacional de la familia», realizado en octubre del año pasado.

Todas las obras apostólicas necesitan de cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración. Sólo desde ahí será posible la fidelidad y la fecundidad; transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (Ez 36,26), y hacer la vida terrena más «divina» y, por tanto, más digna del hombre[6].

De esa íntima unión con Dios, que es, como digo, la clave de todo apostolado, fue un modelo preclaro un gran salesiano chileno. Me refiero al recordado Cardenal Raúl Silva Henríquez (1907-1999), cuyo nombre distingue la Universidad en la que nos encontramos. A través de un diálogo sosegado y personal con el Señor, este gran pastor supo adentrarse en lo más auténtico del alma de Chile y poner su voz y su ministerio al servicio de aquellos que lo necesitaban.

Ojalá que cada uno de Ustedes, en el ejercicio de su labor eclesial, pueda pronunciar desde su corazón las palabras de aquel insigne Purpurado: «Quiero para mi Patria lo más sagrado que yo pueda decir: que vuelva su mirada hacia el Señor. He dedicado mi vida a esta tarea, que los hombres y mujeres de mi tierra conozcan al Dios vivo y verdadero y que se dejen amar por Él y que lo amen con todo el corazón. Quiero que mi Patria escuche la Buena Noticia del Evangelio de Jesucristo, que tanto consuelo y esperanza trae para todos»[7].

Al concluir estas palabras, les invito a que supliquemos la amorosa protección de la Virgen María, Auxiliadora de los cristianos. «Es Ella quien lo ha hecho todo», repetía don Bosco al final de su vida, refiriéndose a Nuestra Señora. Ella será una vez más Maestra y Consuelo de la Familia salesiana en esta hermosa tierra, y les ayudará a proclamar con entusiasmo a las nuevas generaciones la Palabra de su Hijo, que salva y dignifica.

Muchas gracias.

 

Notas

[1] En los “Apuntes de Mons. Fagnano” aparece un listado de más de cuarenta cooperadores, entre los que destacan el gran político Don Abdón Cifuentes, Mons. Rafael Larraín Gandarillas, Vicario capitular de Santiago, el P. Rafael Eyzaguirre, Rector del Seminario de Santiago, y la madre del Presidente José M. Balmaceda, Doña Encarnación Fernández de Balmaceda. Cf. S. Kuzmanich, Presencia Salesiana, 100 Años en Chile. Los Inicios 1887, Editorial Salesiana, 1987, p. 105 y 106.

[2] Cf. Kuzmanich, Presencia Salesiana, p. 104.

[3] Benedicto XVI, Discurso en la entrega a la diócesis de Roma de la carta sobre la tarea urgente de la educación, 23 de febrero de 2008: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de febrero de 2008, p. 6.

[4] Cf. Conferencia Episcopal de Chile, Declaración Chile, una mesa para todos, 20 noviembre 2009.

[5] Cf. Benedicto XVI, Discurso a los participantes en el XXVI Capítulo general de la Sociedad de San Francisco de Sales, 31 marzo 2008.

[6] Cf. Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate, 79.

[7] Cardenal Raúl Silva Henríquez, sdb, Discurso Mi sueño de Chile, 19 noviembre 1991.

 

 

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