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INTERVENCIÓN DEL CARDENAL ANGELO SODANO
SECRETARIO DE ESTADO DE SU SANTIDAD
LEGADO PONTIFICIO
EN EL ACTO DE ACOGIDA
EN LA PLAZA DEL OBRADOIRO

(Santiago de Compostela, 6 de agosto de 1999)

Señor Arzobispo,
queridos jóvenes de España y Europa,
hermanos y hermanas en Cristo
:

1. ¡Os saludo a todos cordialmente al llegar ante esta Catedral de Santiago de Compostela! También yo guiado por la estrella del Señor Santiago he llegado a este lugar de encuentro con Cristo de la mano del Apóstol. En esta circunstancia quiero, en primer lugar, dar gracias a Dios por haberme conducido hasta aquí.

Vengo como Legado del Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y traigo su saludo junto y su bendición a todos los congregados en torno al Sepulcro del primer Apóstol que selló con la sangre su adhesión a Cristo. Cumplo con agrado el encargo especial de ser portador de su afecto y estima y cercanía espiritual, de su esperanza en vuestra generosidad para vivir el compromiso cristiano. Agradezco muy cordialmente las palabras de bienvenida de Mons. Julián Barrio Barrio, venerado Pastor de esta Iglesia archidiocesana de Compostela, así como la calurosa acogida que me ha dispensado, testimonio elocuente de la comunión profunda de esta Comunidad eclesial con el Sucesor de San Pedro. El Papa recuerda bien sus dos visitas a Santiago, una en 1982 y la otra en 1989, con ocasión de la IV Jornada Mundial de la Juventud y estoy seguro de que le agradará conocer la excelente y cordial hospitalidad brindada a quien viene en su nombre para este Encuentro Europeo de Jóvenes.

2. Me complace que coincida el momento de mi llegada a este Santuario con la de tantos jóvenes que, viniendo a pie desde Ribadeo, se han congregado en este lugar sagrado, donde los peregrinos que se han sucedido a lo largo de los siglos han experimentado el gozo de haber alcanzado la meta hacia la que dirigían sus pasos.

La flor y nata de Europa, sus príncipes y poetas, sus santos y sus caballeros, sus hombres y mujeres sabían lo que significaba Santiago y se pusieron en camino hacia este sitio; aquí peregrinaron grandes de todos los tiempos, como por ejemplo, y por citar sólo algunos, San Francisco de Asís y Dante, Santa Brígida y San Vicente Ferrer, el obispo Godescalco, etc.. Al lado de ellos -porque el Camino no fue nunca sólo para las élites-, la gente sencilla y trabajadora, el pueblo piadoso que año tras año ha cincelado esta ruta de fe y unión en Europa.

En continuidad con esa herencia, vosotros, queridos jóvenes de España y de Europa habéis venido aquí para repetir al Señor, con el entusiasmo y la generosidad propios de vuestra condición y de vuestra fe, las palabras comprometedoras que son el lema del Encuentro: "En tu palabra... podemos". Habéis llegado de lugares distintos, con diferentes medios, por caminos no siempre coincidentes, pero todos animados por la misma fe, para escuchar la misma palabra, para celebrar a Jesucristo, salvador de los hombres ayer, hoy y siempre. Lo que nos une a todos es superior a lo que nos separa: formamos y nos sentimos un sólo cuerpo, la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo y Templo vivo de su Espíritu.

3. Hemos venido como peregrinos. El peregrino no es el mero viajero o el turista. El peregrino de hoy, como el de todos los tiempos, recorre su camino para adherirse más profundamente al Dios que le llama y le ofrece su liberación; como hizo Abrahán, que salió de su tierra para ir al lugar dónde el Señor le mostró; como hizo el pueblo de la antigua alianza al salir de Egipto en busca de la Tierra Prometida. También la existencia terrena de Jesús, en perfecta obediencia a la misión confiada por el Padre, es como una peregrinación ideal hacia Jerusalén, donde con su muerte y resurrección abrió las puertas del Reino de Dios a toda la humanidad.

La peregrinación a Santiago de Compostela se ha distinguido, a lo largo de los siglos, por muchas gracias espirituales, y en especial, por un crecimiento en la fe y en el compromiso cristiano de quienes vienen hasta este santo lugar. Por eso, al gozo de la convivencia de estos días, del encuentro y del diálogo fraterno, de la oración personal y comunitaria, de la celebración de los Sacramentos, unamos todos la ferviente plegaria al Señor, dador de todo bien, para que estas jornadas sean auténticos momentos de gracia para todos, y sean como dice el Salmo "nuestra alegría y nuestro gozo" (Sal 117).

Para todos mi saludo más cordial, mis mejores deseos de una buena y provechosa estancia en Santiago y mi agradecimiento por vuestra atención. Que Dios os bendiga, que Santiago os guíe en el camino de la vida alimentada por la fe, que su ejemplo fortalezca vuestro compromiso de discípulos de Cristo, que su paz os acompañe siempre.

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