The Holy See
back up
Search
riga

CARTA DEL CARDENAL ANGELO SODANO,
SECRETARIO DE ESTADO,
CON MOTIVO DEL 50 ANIVERSARIO DE LA ERECCIÓN CANÓNICA
Y DEL 75 DE LA FUNDACIÓN
DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PERÚ

 

Señor Arzobispo:

Su Santidad Juan Pablo II ha sido informado de que la Universidad Católica del Perú se dispone a celebrar el 50° aniversario de la erección canónica como ateneo pontificio y también el 75° de su fundación. Efectivamente, fue el Papa Pío XII quien, sabedor de que vuestra Universidad celebraba los primeros 25 años de su próspero camino, quiso benignamente otorgarle el título de pontificia, pues la Sede Apostólica vio que ese centro de estudios superiores destacaba por la calidad de su investigación y enseñanza, así como por su gran prestigio en la nación peruana.

En esta doble y jubilosa circunstancia el Santo Padre desea hacerse espiritualmente presente, para expresar su aprecio por la meritoria labor realizada a lo largo de estos años de actividad académica, por lo cual me ha confiado el encargo de transmitir sus mejores augurios, juntamente con su mensaje de aliento. Al mismo tiempo, quiere manifestar su vivo reconocimiento a todos aquellos que, con feliz intuición, apoyaron y colaboraron en la fundación de la Universidad. En primer término, es justo recordar al Rev. Padre Jorge Dintilhac, SS. CC., virtuoso sacerdote y alma de la naciente institución, quien, imbuido de profunda fe en la Providencia y convencido de la necesidad de un centro de estudios superiores fundamentado en los principios de la Iglesia, con gran constancia y tenacidad admirable se dedicó a alentar unα empresa educativa que habría de redundar en beneficio de la juventud peruana.

Como muchas otras obras grandes de la Iglesia, la Universidad Católica no se vio libre de incomprensiones y dificultades. Mas la firme confianza del P. Dintilhac pudo superar los obstáculos iniciales. Y así, a su fallecimiento en 1947, la Universidad se hallaba en pleno florecimiento y, poco después, recibió el reconocimiento gubernativo por el que le fue concedido el título de Universidad Nacional.

Es grato comprobar como, a lo largo de estos años, la Universidad ha ido progresando en diversos aspectos, no solamente por el número creciente de profesores, alumnos y nuevas instalaciones, sino sobre todo por la excelente calidad académica de la formación científica y profesional, así como por la profundidad de los estudios e investigaciones y también por la seriedad y buena preparación de los graduados, junto con el reconocimiento de que goza este centro en el extranjero. La Universidad Católica del Perú, gracias al esfuerzo conjunto de todos sus miembros, es una institución que ha alcanzado la general estima de la sociedad, en virtud de los frutos obtenidos en las ya innumerables promociones de profesionales que sirven con dedicación y competencia al desarrollo del país y de la comunidad peruana.

Son bien conocidas las graves circunstancias por las que atraviesa vuestro país, y que no pueden menos de reflejarse de algún modo en el funcionamiento de los centros universitarios. Es de desear que las autoridades académicas, profesores y alumnos de vuestra Universidad sigan poniendo el máximo empeño por mantener el alto nivel científico, condición esencial de toda universidad. A ello hay que añadir la reflexión acerca de los graves problemas contemporáneos, especialmente los peculiares del Perú, como son la promoción de la justicia y del desarrollo, la dignidad de la vida humana y la búsqueda de la paz, prestando especial atención a sus dimensiones éticas y religiosas.

Como decía el Santo Padre en el encuentro con el mundo de la cultura en Lima, durante su visita Pastoral, «la Iglesia hace unα opción radical por el hombre al plantearse la evangelización de la cultura. Su opción, en consecuencia, es la de un verdadero humanismo integral que eleva la dignidad del hombre a su verdadera e irrenunciable dimensión de hijo de Dios» (Juan Pablo II, Encuentro con el mundo de la cultura en la ciudad de Lima, n. 3, 15 de mayo de 1988

Por ser una institución que desde su fundación se ha confesado explícitamente católica vuestra Universidad debe esforzarse por mantener las características esenciales que describe la Constitución Apostólica «Ex Corde Ecclesiae», esto es: una inspiración cristiana, por parte no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal; una reflexión continua a la luz de la fe católica; la fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia; y el esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios y de la familia humana (Ex Corde Ecclesiae, 13)

Mirando al futuro desde esta conmemoración cincuentenaria, la Universidad Pontificia tiene hoy ante sí nuevos retos y nuevas perspectivas en su servicio a la misión de la Iglesia, sobre todo en este año en que América Latina conmemora también el V Centenario de la llegada del Evangelio. En efecto, en el mundo se están produciendo cambios no sólo políticos, sino incluso culturales, de una gran trascendencia, que suponen para la Iglesia nuevos horizontes de evangelización, y que han de ser asumidos con fidelidad a Jesucristo y al hombre, con generosidad y decisión. Toda la Iglesia debe tener una renovada conciencia misionera, de modo que «ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia pueda eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos» (Redemptoris missio, 3) .En el contexto de esta urgente llamada a la misión, a la Universidad le corresponde, como tarea propia, ese «vastísimo areópago de la cultura» (cf. ib., 37) sin cuya evangelización a la misión de la Iglesia le faltará una de sus dimensiones esenciales, ya que es la cultura la que configura la vida de los hombres, la orientación de su pensamiento y de su obrar, su comprensión entera de la realidad.

La mencionada Constitución Apostólica sobre las Universidades Católicas ilumina y orienta su delicada misión en este momento de la historia, y ha de ser el instrumento que las guíe en el cumplimiento de su tarea en el futuro. Una tarea que se debe realizar con fidelidad al sentir de la Iglesia y a su inspiración fundacional, y con la competencia y el rigor que exigen los nuevos tiempos. La Pontificia Universidad Católica del Perú tiene en esta celebración una ocasión excelente de asumir lúcida y vigorosamente su identidad y su rica historia, y de afrontar desde ella las actuales necesidades de la Iglesia y de la sociedad peruana.

Al mismo tiempo, esta Universidad debe acometer cada vez con más entusiasmo y energía la difícil pero imprescindible labor de impregnar de sentido cristiano el derecho, la educación, la economía y los demás saberes y técnicas, fiel a esa «tarea privilegiada» de las Universidades Católicas, que consiste en «unificar existencialmente en el trabajo intelectual dos órdenes de realidades que muy a menudo se tiende a oponer como si fuesen antitéticas: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad» (Ex Corde Ecclesiae, 1). Esta tarea es de una importancia esencial, porque, «el diálogo de la Iglesia con la cultura de nuestro tiemρο es el sector vital en el que se juega el destino de la Iglesia y del mundo en este final del siglo XX» (ib. 3). Por lo que se refiere particularmente a los laicos, éstos, «inspirados en los principios cristianos y motivados a vivir su vocación cristiana con madurez y coherencia, serán también capaces de asumir puestos de responsabilidad en la Iglesia» (ib. 31)

De este modo, podréis satisfacer cabalmente las urgentes demandas que las actuales condiciones plantean a una institución como la vuestra, de tan esclarecida trayectoria, y de la que tanto esperan la Iglesia y la sociedad. Así también podréis corresponder al ideal sublime que os pone delante de los ojos vuestro emblema fundacional: «Et lux in tenebris lucet» (Jn 1, 5)

Para que estos fervientes deseos sean una prometedora realidad, y como prueba de la solicitud con que la Sede Apostólica ha seguido y sigue siempre a esa Pontificia Universidad Católica, el Santo Padre invoca sobre ella el permanente auxilio divino, que sea fuente de gracia y luz para todos en el fiel cumplimiento de la propia misión encomendada, a la vez que imparte con especial afecto a esa comunidad universitaria —autoridades académicas, profesores, personal auxiliar y alumnos— la implorada Bendición Apostólica.

Unido también a esta gozosa y solemne conmemoración me complace renovarle, Señor Arzobispo, los sentimientos de mí consideración y sincera estima en Cristo.

ANGELO Card. SODANO
Secretario de Estado de Su Santidad


top