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MENSAJE DEL CARDENAL SODANO,
EN NOMBRE DEL PAPA JUAN PABLO II,
A LA IV SEMANA SOCIAL CATÓLICA DE CUBA

 

A mons. Pedro Claro MEURICE ESTÍU
Arzobispo de Santiago de Cuba
Presidente de la Comisión episcopal cubana «Justicia y paz»

Señor arzobispo:

Al celebrarse la IV Semana social católica de Cuba en la diócesis de Matanzas, Su Santidad Juan Pablo II, que mantiene muy vivo el recuerdo de su visita a esa bella nación, me ha encargado hacer llegar su cordial saludo a los organizadores y participantes en esas jornadas, cuyo origen se remonta al lejano 1938, volviendo a celebrarse de nuevo en el año 1991 en la diócesis de Pinar del Río.

Es grato saber que en esta ocasión asiste una representación cualificada del laicado cubano, así como de los sacerdotes y religiosos que trabajan en la pastoral social en esa isla, y que se reúnen para estudiar y aplicar la doctrina social de la Iglesia y el magisterio pontificio, especialmente el que el Santo Padre expuso durante su viaje apostólico a Cuba.

Las Semanas sociales, verdaderos «laboratorios culturales» donde se analiza la situación de la persona y el contexto social, económico y político en que vive, con objeto de promover su dignidad y sus derechos inalienables, no sólo son una riqueza espiritual para la misma Iglesia, sino que constituyen una importante aportación ética y cívica para toda la sociedad en cuyo seno se realizan.

Actualmente, estos encuentros de estudio sobre la doctrina social de la Iglesia han sido asumidos y convocados por la comisión episcopal «Justicia y paz» desde su creación en el año 1994. A este respecto, el Papa alienta vivamente a esa comisión a seguir prestando tan importante servicio eclesial, según el espíritu y la letra del evangelio social que él mismo proclamó durante su visita a Cuba, y a ampliar sus servicios a otros proyectos encaminados a salvaguardar el carácter trascendente de la persona, a promover la calidad de su vida y a defender la totalidad de sus derechos, en un clima de tolerancia, libertad, justicia social y solidaridad, tal como lo propuso en su tiempo el padre Félix Varela.

El Santo Padre, después de venerar la memoria de este siervo de Dios en el aula magna de la universidad de La Habana, les recordaba en su discurso que él «también habló de democracia, considerándola el proyecto político más armónico con la naturaleza humana, resaltando a la vez las exigencias que de ella se derivan (...): que haya personas educadas para la libertad y la responsabilidad (...) y que las relaciones humanas, así como el estilo de convivencia social, favorezcan los debidos espacios donde cada persona pueda (...) desempeñar el papel histórico que le corresponde para dinamizar el Estado de derecho, garantía esencial de toda convivencia humana que quiera considerarse democrática» (n. 4).

Asimismo, en su mensaje a los obispos cubanos, el Papa les decía también: «Animen a los fieles laicos a vivir su vocación con valentía y perseverancia, estando presentes en todos los sectores de la vida social, dando testimonio de la verdad sobre Cristo y sobre el hombre; buscando, en unión con las demás personas de buena voluntad, soluciones a los diversos problemas morales, sociales, políticos, económicos, culturales y espirituales que debe afrontar la sociedad; participando con eficacia y humildad en los esfuerzos para superar las situaciones a veces críticas que conciernen a todos, a fin de que la nación alcance condiciones de vida cada vez más humanas. Los fieles católicos, al igual que los demás ciudadanos, tienen el deber y el derecho de contribuir al progreso del país. El diálogo cívico y la participación responsable pueden abrir nuevos cauces a la acción del laicado y es de desear que los laicos comprometidos continúen preparándose con el estudio y la aplicación de la doctrina social de la Iglesia para iluminar con ella todos los ambientes» (n. 5).

Éstos son, a la vez, la finalidad y el propósito de las Semanas sociales católicas. Por ello, es de desear que estas jornadas de reflexión, que se celebran a más de un año de la visita pontificia y en los umbrales del gran jubileo del 2000, ayuden a todos a cumplir la misión evangelizadora en medio de su pueblo. Sólo asumiendo la grave responsabilidad de ser los protagonistas de la propia historia personal y social se hará posible lo que a los ojos humanos parece inviable, porque «para Dios todo es posible» (Mt 19, 26).

En el mensaje del 22 de enero de este año al presidente de la Conferencia de los obispos católicos de Cuba, el Papa recordaba su encuentro con el pueblo cubano y decía que «asumir esta responsabilidad debe significar para la Iglesia en Cuba poder profesar la fe en ámbitos públicos reconocidos; ejercer la caridad de forma personal y social; educar las conciencias para la libertad y el servicio de todos los hombres, y estimular las iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad. En ella los derechos fundamentales de la persona humana y la justicia social encontrarán por igual (...) el necesario reconocimiento y una efectiva promoción institucional».

Finalmente, el Santo Padre espera que esta IV Semana social católica de Cuba sea un momento de intensa reflexión y puesta en práctica de esas iniciativas que tienden a configurar una nueva sociedad, la cual sólo será posible con la participación ciudadana de todos y un profundo proceso de reconciliación nacional.

El Santo Padre pide en su plegaria, por intercesión de la Virgen de la Caridad, Madre de todos los cubanos, que mantenga viva la esperanza de todos ustedes y que los impulse a dar frutos abundantes de buenas obras, perseverando en una fe comprometida y en la construcción del reino de Cristo en su patria. Con estos vivos deseos, les imparte con particular afecto la bendición apostólica.

En esta circunstancia me es grato manifestarle, señor arzobispo, los sentimientos de mi consideración y estima en Cristo.

Vaticano, 2 de junio de 1999

Cardenal Angelo SODANO
Secretario de Estado de Su Santidad

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