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X ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

INTERVENCIÓN DEL CARDENAL ANGELO SODANO
SOBRE EL TEMA "UN COMÚN COMPROMISO APOSTÓLICO:
EL SÍNODO DE LA UNIDAD"

 

En el Cenáculo, los Apóstoles eran sólo doce y, sin embargo, a pesar de poseer temperamentos diversos, de proceder de ambientes diferentes y de tener cada uno su estilo a la hora de ejercer el único apostolado, estaban unidos en la oración y en la común solicitud para la difusión del reino de Dios.

En esta Aula Sinodal, nosotros, hoy, somos más de 200 y, en toda la Iglesia, el Colegio Episcopal está compuesto por más de 4.500 Prelados, entre Obispos residenciales, titulares y eméritos.

Todos, además, procedemos de experiencias diversas y es por tanto lógico que poseamos sensibilidades diferentes.

En tales circunstancias, es esencial que el Colegio de los Obispos mantenga una unidad vital y operativa, por medio de vínculos afectivos y efectivos de profunda colaboración con el Obispo de Roma y con todos los Hermanos.

Así que no estará fuera de lugar volver a reflexionar sobre el hecho de que, con la Ordenación episcopal, todos nosotros hemos sido incluidos en el único Coetus Episcopalis, el cual sucede al Colegio de los Apóstoles. El que luego cada uno esté destinado a un puesto o a otro tiene, sin duda, una importancia secundaria.

Poco tiempo atrás se observó justamente que antes que la Iglesia particular existe la Iglesia universal, y esto es así tanto ontológica como temporalmente.

Por analogía, podemos entonces decir que cada uno de nosotros, por medio de la Ordenación episcopal, ha sido ante todo integrado en el Colegio de los Obispos y por tanto tiene el deber de sentirse miembro de este cuerpo, allí donde él sea llamado a trabajar. De igual modo, se es Obispo hasta la muerte, sea cual sea el servicio eclesial que se nos ha pedido.

Este Sínodo es verdaderamente una bella imagen del gran "mosaico episcopal", cuya unidad está compuesta admirablemente por muchas teselas diversas.

Aquí, en efecto, están los Representantes de 11 Iglesias católicas orientales (6 Patriarcas, 2 Arzobispos Mayores y 3 Metropolitas). Aquí están presentes los delegados de las 112 Conferencias Episcopales existentes hoy en el mundo, además de los Obispos elegidos directamente por el Santo Padre. Aquí se hallan también reunidos 25 Prelados que, en sus respectivos Dicasterios de la Curia Romana, colaboran con el Sumo Pontífice en Su solicitud por la Iglesia universal.

Personalmente formo parte de este último grupo de Obispos y es un placer para mí resaltar el gran espíritu colegial que reina en esta aula.

A todos los Hermanos en el Episcopado querría decir que los 25 Obispos que son responsables de los respectivos Dicasterios de la Curia Romana se esfuerzan constantemente en fomentar este espíritu de fraterna colaboración con todos los Obispos del mundo entero, en el surco de las directivas que el Santo Padre nos ha donado en la conocida Constitución Apostólica sobre la Curia Romana, del 28 de junio de 1988 y de título tan significativo: Pastor Bonus.

Las distintas procedencias de los Jefes de los Dicasterios facilita, además, la comprensión de las realidades pastorales existentes en los diversos países de la tierra. En efecto, 6 vienen de Italia y 6 del área de lengua española; 3 son del área anglófona y 3 de la germánica. También hay un Jefe de Dicasterio para cada una de las siguientes áreas: francesa, portuguesa, polaca, árabe, africana, japonesa y vietnamita.

El Papa ha llamado además a un Patriarca para que guíe la Congregación para las Iglesias Orientales. Todos juntos nos esforzamos por dar nuestra aportación, por servir lo mejor posible al Sumo Pontífice y, por tanto, a la Iglesia universal.

A los hermanos que trabajan en las Diócesis quisiera pedirles que no nos exigieran cosas imposibles a los que trabajamos en la Curia. Todos somos limitados. Las contraposiciones no sirven para nada: "Alter alterius onera portate"! nos dice el Apóstol

Que éste sea el espíritu de nuestro común trabajo, animado por el mismo fuego de caridad que Cristo ha insuflado en nuestros corazones.

Por último querría aseguraros que éste es también el espíritu con el que trabajan los Obispos enviados por el Papa como Sus Nuncios y Delegados Apostólicos en los diversos países. Hoy son más de cien, y algunos de ellos sirven en situaciones muy difíciles.

Y aquí querría rendir un homenaje al llorado Nuncio Apostólico en Papúa - Nueva Guinea, el Arzobispo Hans Schwemmer, de la Diócesis de Regensburg, en Alemania, muerto en servicio en los días pasados, así como a todos aquellos que, con gran sacrificio, están trabajando en los más incómodos y remotos lugares.

Estoy seguro de que también por parte de los Prelados locales se facilitará el duro trabajo de los Representantes Pontificios, inspirado por el único fin que a todos nos une: el ideal de la difusión del Reino de Dios.

Al inicio del tercer milenio cristiano, el Colegio Episcopal se presentará de esta forma ante el mundo, como se presentaba el Colegio de los Apóstoles en el Cenáculo, y dará intenso testimonio de ser verdaderamente "cor unum et anima una".

Para terminar, que sea éste el Sínodo de la unidad.

 

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