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Siervo de Dios P. Giuseppe Ambrosoli, misionero: Rostro misericordioso de Cristo hasta la muerte por los que sufren

“El padre Giuseppe Ambrosoli, en aquel tiempo joven estudiante de medicina, fue llevado a Alemania a un campo de adiestramiento en el mes de abril de 1944. Tenía 21 años. En una situación difícil e incierta como aquella, sorprende su madurez humana y espiritual. Desde entonces tuvo la costumbre de esconder los actos más heroicos con el manto de la sencillez. En un pequeño cuaderno de notas espirituales de 1947, escribirá las razones de su modo de actuar con los compañeros de campo. ‘No importa -escribió Giuseppe- si no consigo convertir aquellos que están lejos de Jesús. Quedará de todos modos en ellos una huella, una brecha hecha por el amor, no el mio que es humano, sino aquel de Jesús que ha inflamado mi corazón. Tengo que vivir la caridad de Cristo en cada momento, en cada ambiente en que me encuentro’. 

 El doctor Luciano Giornazzi, compañero de desventura de Giuseppe, guarda un recuerdo imborrable. ‘He conocido padre Ambrosoli - escribe el doctor - en el lejano 1944, al Krieggefangenlager de Heuberg-Stetten donde habíamos llegado: yo deportado por negarme al reclutamiento, y el voluntariamente porque se había presentado al distrito por respeto a la ley vigente. Hemos pasado allí un poco más de un año, al lado el uno del otro, sufriendo un tipo de vida no de los mejores: trabajo manual y adiestramiento paramilitar (eramos todos estudiantes inscritos a la Facultad de Medicina de las diferentes regiones de proveniencia), mucho hambre y una discreta dosis de malos tratos, más morales que materiales. Yo he vivido todo aquel triste periodo en el mismo barracón de padre Ambrosoli, y al final de la guerra, después de muchas peripecias, cuando hemos regresado a la vida normal la figura de aquel muchacho me ha quedado en la mente y en el corazón. Le recuerdo cuando en la noche, cansados y siempre hambrientos, nos acostábamos. El constantemente preguntaba a cada uno de nosotros si necesitábamos algo: siempre estaba disponible a cualquier cosa a pesar de que estaba tan cansado y hambriento como nosotros. Y ahí va Ambrosoli corriendo a buscar agua limpia, fuera, lejos del barracón, en verano y en invierno. Ahí lo tienes mientras ayuda a alguno a lavarse para pasar la inspección (un retraso o una falta significaba de hecho un castigo para todo el barracón). Me parece verle todavía mientras consuela fraternalmente a aquel de nosotros (y era bastante frecuente!) que se le escapaba alguna lágrima por el recuerdo y la lejanía de nuestros seres queridos, o al final de nuestra escasa comida, retirarse a la propia cama y en voz alta recitar alguna oración ante la indiferencia general. Ahí está mientras llama la atención a alguno de nosotros que maldice nuestra mala suerte que nos ha traido, queriendo o sin querer, a aquel maldito lugar: tiene una buena palabra para todos y al final consigue calmar la rabia, el dolor, la angustia. Le recuerdo durante una marcha de adiestramiento (15 Km!) cuando se carga mi mochila porque un dolor en la rodilla me impedía mantener el ritmo del grupo. Llegados al barracón, lo recuerdo inclinado lavando los pies de los compañeros más cansados. Más tarde, en otra ocasión, yo estaba en la enfermería con fiebre alta, incapaz de moverme, durante un mes me ha llevado la comida dos veces al día: siempre con una sonrisa en los labios, siempre con una palabra de ánimo. En definitiva y para decirlo en pocas palabras: Ambrosoli durante aquel periodo ha estado siempre a disposición de todos. Era diverso de nosotros. Tenía una velocidad más, moral y material, que ciertamente venía de su permanente serenidad. Su comportameinto con el prójimo me ha confirmado que los santos existen todavía en nuestros dias”. (De un testimonio de los tiempos de su forzada permanencia en Alemania 1944)."  

Oración:  

Oh Padre, tu miras con compasión el hombre herido en el cuerpo y en el espíritu y muestras tu benevolencia en la obra de quien se dedica a aliviar el sufrimiento de los otros. Te agradecemos por haber suscitado la vocación misionera y sacerdotal en el corazón del joven médico Giuseppe Ambrosoli. El reconoció la verdadera riqueza del hombre en la amistad con Cristo y ha hecho don de su profesión a los hermanos más pobres. Nos unimos a todos aquellos que en tierras de Africa le invocan y reconocen en él un siervo humilde y acogedor del Señor, para que en la Iglesia brille su ejemplo de fidelidad a Jesucristo y su vida de trabajo en la entrega a la caridad apararezca como fue, amor supremo a los hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amen.  

Biografía  

Caridad heroica hasta la muerte en favor de los más necesitados, disponibilidad y humilde servicio cotidiano fueron las características mayores que distinguieron la vida del sacerdote y médico misionero comboniano, padre, doctor Giuseppe Ambrosoli. Nacido en Ronago, (Como, Italia) el 25 de julio de 1923 murió en Lira (Uganda) el 27 de marzo de 1987 después de un obligado y doloroso éxodo para evacuar un hospital y una escuela de enfermeras mientras se endurecía la guerra civil en aquella región del Norte de Uganda. El proceso de canonización se ha iniciado el 22 de agosto de 1999 en la misón-parroquia de Kalongo (Norte de Uganda) donde tiene la sede el hospital misionero fundado por él.  

Preparado por la Pontificia Universidad Urbaniana, 
con la colaboración de los Institutos Misioneros

           

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