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Debemos practicar la caridad fraterna según el ejemplo de Cristo 

"Nada nos anima tanto al amor de los enemigos, en el que consiste la perfección de la caridad fraterna, como la grata consideración de aquella admirable paciencia con la que aquel que era «el más bello de los hombres», entregó su atractivo rostro a las afrentas de los impíos, y sometió aquellos ojos, cuyo parpadear rige todas las cosas, a ser velados por los inicuos; aquella paciencia con la que presentó su espalda a la flagelación, y su cabeza, temible para los principados y potestades, a la aspereza de las espinas; aquella paciencia con la que se sometió a los oprobios y malos tratos; con la que, en fin, admitió pacientemente la cruz, los clavos, la lanza, la hiel y el vinagre, sin dejar de mantenerse en todo momento suave, manso y tranquilo. En resumen, como cordero fue llevado al matadero, como una oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.

¿Habrá alguien que al escuchar aquella frase admirable, llena de dulzura, de caridad, de inmutable serenidad: «Padre, perdónalos», no se apresure a abrazar con toda su alma a sus enemigos? «Padre», dijo, «perdónalos». ¿Quedaba algo más de mansedumbre o de caridad que pudiera añadirse a esta petición?

Sin embargo, se lo añadió. Era poco interceder; quiso también excusarlos. «Padre», dijo, «perdónalos, porque no saben lo que hacen». Son desde luego grandes pecadores, pero muy poco perspicaces; por tanto, Padre, perdónalos. Crucifican; pero no saben a quién crucifican, porque «si lo hubieran sabido, nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria»; por eso, «Padre, perdónalos». Piensan que se trata de un prevaricador de la ley, de alguien que se cree presuntuosamente Dios, de un seductor del pueblo. Pero yo les había cescondido mi rostro, y no pudieron concocer mi majestad; por ello, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

En consecuencia, para que el hombre se ame rectamente a sí mismo, procure no dejarse corromper por ningún atractivo mundano. Pero para no sucumbir ante semejantes inclinaciones, trate de orientar todos sus afectos hacia la suavidad de la naturaleza humana del Señor. Luego, para sentirse serenado más perfecta y suavemente con los atractivos de la caridad fraterna, trate de abrazar también a sus enemigos con un verdadero amor.

Pero para que este fuego divino no se debilite ante las injurias, considere siempre con los ojos de la mente la serena paciencia de su amado Señor y Salvador."

De la obra Espejo de caridad, del beato Aelredo, abad (Libr. 3, 5: PL 195, 582)

 

Oración

Que tu pueblo, Señor, se prepare a las fiestas de Pascua mediante las penitencias cuaresmales, y que nuestra austeridad comunitaria sirva para la renovación espiritual de tus fieles. Por nuestro Señor.

 

Preparado por el Instituto de Espiritualidad: 
Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino

 

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