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Oración para obtener el conocimiento de Dios

"Grande sois, Señor, y muy digno de toda alabanza, grande es vuestro poder, e infinita vuestra sabiduría (Sal 144,3; 146,5): y no obstante eso, os quiere alabar el hombre, que es una pequeña parte de vuestras criaturas: el hombre que lleva en sí no solamente su mortalidad y la marca de su pecado, sino también la prueba y testimonio de que Vos resistís a los soberbios. Pero Vos mismo lo excitáis a ello de tal modo, que hacéis que se complazca en alabaros; porque nos criasteis para Vos, y está inquieto nuestro corazón hasta que descanse en Vos. Pues concededme, Señor, que os busque yo invocándoos, y que os invoque creyendo en Vos, pues ya me habéis anunciado y predicado

¡Oh!, ¡quién pudiera descansar en Vos! ¿Cuándo tendré yo la dicha de que vengáis a mi corazón y le poseáis enteramente, y le embriaguéis de vuestro espíritu, para que olvide yo todos mis males, y me abrace y una estrechamente con Vos, que sois mi único y verdadero bien? Decidme Vos, Dios mío, ¿qué es lo que sois para mí? Usad conmigo esta misericordia, para que yo lo pueda decir con vuestra gracia.

Pero ¿qué soy yo para Vos, que me mandáis que os ame, y si yo no lo ejecuto, os enojáis conmigo y me amenazáis con el castigo de la mayor infelicidad? ¿Y es por ventura pequeña infelicidad el mismo dejar de amaros? ¡Ay de mí, si tal hiciera!

Pues decidme, Dios mío y Señor, por vuestra infinita misericordia, lo que Vos sois para mí. Responded diciendo a mi alma: Yo soy tu salud eterna. Mas decídselo de tal modo que lo oiga bien y lo entienda. He aquí, Señor, delante de Vos, los oídos de mi corazón abridlos Vos y decid a mi alma: Yo soy tu salud. Que al oír esta voz, yo correré siguiéndola, y me abrazaré con Vos. No me ocultéis la hermosura de vuestro rostro. Muera yo para verle, y no moriré dejándole de ver."

San Agustín, Las Confesiones, 1, 1.5

 

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