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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Resistencia contra docilidad

Martes 9 de mayo de 2017

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 19, viernes 12 de mayo de 2017

 

Fueron los laicos, «dispersos por la persecución desencadenada después del martirio de Esteban», quienes llevaron «la palabra a los paganos de Antioquía», donde «por primera vez fueron llamados “cristianos”», obteniendo después la vía libre y el aliento de la comunidad de los apóstoles en Jerusalén a través de Bernabé. Y el secreto de esa primera y extraordinaria evangelización fue «la docilidad ante el Espíritu Santo para acoger y anunciar la Palabra», dijo el Papa en la misa del martes 9 de mayo, por la mañana, invitando a rezar también hoy precisamente «por Antioquía». Y ofreciendo la celebración «por las religiosas de Casa Santa Marta» —las hijas de la caridad de San Vicente de Paúl— que recuerdan «el día de su fundadora, santa Luisa de Marillac».

Francisco hizo notar enseguida que la primera lectura propuesta por la liturgia, extraída de los Hechos de los Apóstoles (11, 19-26), «comienza con estas palabras: “en aquellos años, los que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban». Efectivamente, «después del martirio de Esteban estalló un gran persecución en Jerusalén y los creyentes se dispersaron por todos lados». Permanecieron «solamente los apóstoles» mientras «los laicos se fueron, dispersos: fueron ellos los que llevaron la buena noticia de Jesús: dispersos».

Una persecución, entonces, después de «ese martirio de Esteban» que «reprochó muchas veces —¡muchas veces!— la dureza de corazón a los jefes, a los doctores de la ley». Y «la palabra más fuerte que» Esteban «continuamente repetía» era precisamente: «vosotros siempre habéis resistido al Espíritu Santo»: el pecado, en definitiva, de «resistir al Espíritu Santo, hacer resistencia al Espíritu Santo».

«Hoy —hizo presente— las lecturas nos hablan de otra actitud, la contraria: la docilidad ante el Espíritu Santo, que es la actitud de los cristianos». Y así, explicó refiriéndose al pasaje de los Hechos de los Apóstoles, «yo me pregunto: estos que fueron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, “¿no proclamaban la Palabra a nadie que no fuera judío” porque «tenían todavía esta mentalidad, que la salvación es para los judíos?». Sin embargo se lee en el texto: «Pero algunos de ellos, gente de Chipre y de Cirene, llegados a Antioquía, comenzaron a hablar también a los griegos, anunciando que Jesús es el Señor. Y la mano del Señor —el Espíritu del Señor— estaba con ellos». Y así «crecido número recibió la fe y se convirtió al Señor» como refieren los Hechos.

Entonces estos cristianos, explicó el Pontífice, «dieron el paso de anunciar a Jesucristo a los paganos con naturalidad, porque sentían dentro que el Espíritu le impulsaba a esto: fueron dóciles». Por ello «han sido los laicos a llevar la palabra, después de la persecución, porque tenían esta docilidad ante el Espíritu Santo».

Al respecto, aclaró Francisco, «hoy querría decir algo sobre esta docilidad». El apóstol Santiago, «en el primer capítulo de su carta, nos aconseja que acojamos la palabra con docilidad, recibirla como llega: la palabra que lleva el Espíritu». He aquí, añadió, es necesario «ser abiertos, no cerrados, no rígidos: abiertos». Y «el primer paso es acoger la palabra, el primer paso en el camino de la docilidad es acoger la palabra: abrir el corazón, recibirla, dejarla entrar como la semilla que luego germinará».

Una vez recibida la palabra, prosiguió el Papa, «después se profundiza un poco» y «el segundo paso es conocer la palabra: conocer la palabra y conocer a Jesús». En el Aleluya, hizo notar, «hemos cantado: “mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor, yo las conozco y ellas me siguen”». Entonces «me conocen y me siguen» dice el Señor, como se lee en el Evangelio de Juan (10, 22-30) propuesto por la liturgia. «El rebaño no sigue a los brigantes, no sigue a los que no entran por la puerta», precisó el Papa, insistiendo luego en la palabra «”conocer”: conocen, por la fuerza del Espíritu, porque son dóciles al Espíritu, cual es la palabra de Jesús».

«Y luego, un tercer paso, es la familiaridad con la palabra», volvió a insistir Francisco. Es importante «llevar siempre con nosotros la palabra, leerla, abrir el corazón a la palabra, abrir el corazón al Espíritu es lo que nos hace entender la palabra». Y «el fruto de este recibir la palabra, de conocer la palabra, de llevarla con nosotros, de esta familiaridad con la palabra, es un fruto grande: la actitud de una persona que hace esto, es» animado por «bondad, benevolencia, alegría, paz, dominio de sí, docilidad». En definitiva, «todo lo que el apóstol Pablo dice a los Gálatas en el quinto capítulo de su carta».

«El estilo que nos da la docilidad hacia el Espíritu es esto» explicó una vez más el Pontífice; pero «debo recibir el Espíritu que me lleva a la palabra docilidad, y esta docilidad, no hacer resistencia ante el Espíritu, me llevará a este modo de vivir, a este modo de actuar».

El camino adecuado, por ello, es «recibir con docilidad la palabra, conocer la palabra y pedir al Espíritu la gracia de hacerla conocer». Y «además dar lugar para que esta semilla germine y crezca en aquellas actitudes de bondad, docilidad, benevolencia, paz, caridad, dominio de sí : todo esto que hace el estilo cristiano».

Los Hechos de los Apóstoles, afirmó una vez más Francisco, nos dicen que «cuando la noticia de esta gente que, venida de Chipre y de Cirene anunciaba la palabra a los paganos, llegó a Jerusalén, también ellos se asustaron un poco y mandaron a Bernabé a Antioquía: “¿pero qué sucede? Estos están estropeando la fe, ¿cómo es que se predica la palabra a un pagano, a un no circunciso? ¿Cómo es que la predican no los apóstoles, sino esta gente que nosotros no conocemos?”».

Y «es bonito», comentó el Papa, lo que se lee en los Hechos: «enviaron a Bernabé a Antioquía. Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor». Bernabé, siguen narrando los Hechos, era «un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo». Una actitud que «es el contrario» respecto «a las resistencias que Esteban reprochaba a los jefes, a los doctores de la ley: “vosotros habéis resistido al Espíritu Santo”».

Francisco entonces sugirió que nos preguntemos «si resistimos al Espíritu», si «le oponemos resistencia o lo acogemos con docilidad, esta es la palabra de Santiago: “acoger con docilidad”». Se podría decir, en resumen, «resistencia contra docilidad» afirmó el Papa, invitándonos a pedir la gracia de ser dóciles. «Y un poco fuera de la homilía —concluyó el Pontífice— me gusta decir esto, que es como termina esta lectura: fue precisamente en Antioquía donde nos dieron el apellido, precisamente allí: en Antioquía por primera vez los discípulos fueron llamados “cristianos”. Es bonito, pero recemos por Antioquía».

 



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