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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS LECTORES DEL SEMANARIO "FAMIGLIA CRISTIANA"

Aula Pablo VI
Sábado, 21 de mayo de 2022

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¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos! 

Doy las gracias al director, Don Stefano, por su presentación.

Vosotros hoy representáis la gran familia de Famiglia Cristiana. ¡No es un juego de palabras! La revista católica más difundida de Italia cumple 90 años: es una abuela, como una buena abuela, que ha visto mucho y ha adquirido sabiduría.

Todo nace del espíritu apostólico del beato Santiago Alberione que imagina una revista que lleve a las familias una visión cristiana de la realidad, de la actualidad, de los grandes temas del mundo y de la Iglesia. Y en este proyecto involucra a toda la Familia Paulina: los sacerdotes en la dirección y redacción, los hermanos religiosos sobre todo en la fase técnica de la impresión, las monjas para la difusión en las casas, todos para sensibilizar en las parroquias. Pero la colaboración se extiende enseguida a periodistas y expertos en todos los campos.

Don Alberione decía ya en 1915 a los jóvenes sacerdotes: «Sembrar buenas ideas para que den buenas obras: este es el trabajo que importa. Ideas religiosas, ideas sociales, ideas económicas, ideas de virtud, ideas de higiene, etc. […]. Cuando sabemos que una idea puede hacer bien, que un hecho puede hacer interesante un periódico, será útil comunicarlos: es un talento que Dios da: hagámoslo fructificar» (Apuntes de Teología Pastoral, n. 340).

Queridos amigos, los lectores y las lectoras —es decir vosotros— sois el verdadero patrimonio de una revista como Famiglia Cristiana. Y de hecho la dirección, la redacción y los periodistas siempre han alimentado el contacto con la gente; una relación que debe ser renovada también en la transformación digital que estamos atravesando. Decía Don Alberione: «Introducir el cine a las parroquias y hacer suscripciones a las publicaciones periódicas católicas. El periódico católico es como una visita de Dios en las casas (Predicaciones a las Pastorcitas , libro VII, 1981, 318).

Esta ha sido siempre la línea editorial de los Paulinos: estar atentos a las relaciones como clave de la práctica comunicativa, y a las “redes” como lugares de creación colaborativa de significados y contenidos; buscando nuevas formas de presencia y de acción, unidas no tanto a los medios sino más bien a la cultura y a la nueva gramática de la comunicación; y a servicio de todo el pueblo de Dios, especialmente de los hombres y mujeres que viven en las periferias de hoy. Esta línea es siempre válida, y por supuesto debe ser actualizada según las grandes orientaciones de la evangelización; hoy se abren ante nosotros especialmente dos caminos: el camino de la fraternidad y el camino de la ecología integral. Debemos seguir estos caminos, pero el método sigue siendo el mismo: el diálogo y la escucha, que nos permiten cultivar las relaciones.

A propósito de diálogo, es importante entender que no puede reducirse a un intercambio de datos o información, y que la relación con el otro no puede limitarse a una conexión. ¡Esto vosotros lo sabéis bien! No se puede confundir un mero contacto con una señal de diálogo e interacción, o un simple intercambio de mensajes con una verdadera comunicación. Alguien me decía que la guía telefónica es la que más datos tiene y más personajes tiene, pero sin comunicación, ¡qué curioso! La comunicación es un ejercicio más profundo, que nos hace salir de nuestra propia autorreferencialidad. Superar la autorreferencialidad para mirar hacia un horizonte más amplio es indispensable en este momento de cambio de época. Para conocer a los interlocutores de su misión y acercarse a ellos, el comunicador debe hacer un camino de “salida”, cambiando de actitud y de mentalidad si es necesario. Este es el camino que nos mostró el Concilio Vaticano II,  y luego san Pablo VI, san Juan Pablo II; pero antes de eso está el ejemplo del apóstol Pablo, que comunicando el Evangelio creaba relaciones y hacía comunidad.

El tema del próximo Capítulo general de los sacerdotes y de los hermanos discípulos de la Sociedad de San Pablo va claramente en esta dirección: «Transformaos mediante la renovación de vuestra mente (Rm  12,2). Llamados a ser artesanos de comunión para anunciar proféticamente la alegría del Evangelio en la cultura de la comunicación». Lo iniciaréis precisamente en la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, jornada deseada por san Pablo VI cuya memoria litúrgica se celebra el mismo día. Encontrándonos aquí juntos hoy, oremos por este importante momento de vosotros los Paulinos; y oremos para que Famiglia Cristiana y vuestras otras publicaciones, libros, actividades televisivas, multimedia y formativas en Italia y en el mundo se renueven siempre según el Evangelio con el celo del apóstol Pablo.

Ir siempre al Evangelio, ir siempre a las raíces. Y de ahí tomar fuerzas para la novedad, las raíces te darán el jugo para crecer, el Evangelio te dará la misión y te dará el mensaje que te constituye. Pero estad atentos con un peligro de hoy: lamentablemente profundizar se confunde con retroceder. Y una cultura que, en lugar de profundizar, retrocede para anunciar, acaba conservándose, no creciendo, no teniendo el carisma de una comunicación. Estad atentos, en vuestras revistas: mostrar siempre las raíces, pero para crecer. Y estad atentos cuando hay algún movimiento de “retroceso” para denunciarlo y decir: esto no es cristiano. El autor de la Carta a los Hebreos decía: “No somos personas que van atrás” (cf. 10, 39). Vamos adelante con la fuerza del Evangelio, con la fuerza comunicativa que crea comunidad; no ir atrás para crear pequeños grupos de autoconservación, que acabarán transformando nuestra alma en una pieza de museo. Estad atentos con esto.

Y concluimos con una palabra de Don Alberione que resume su recorrido carismático: «No se puede dar mayor riqueza a este mundo pobre y orgulloso que Jesucristo —es la riqueza más grande—. María dio al mundo la gracia en Jesucristo; continúa ofreciéndola a lo largo de los siglos. […] El mundo necesita a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. María lo da a través de los apóstoles y los apostolados, que Ella suscita, forma, asiste y corona de frutos y gloria en el cielo» (Abundantes divitiae gratiae suae, 1953, p. 108).

¡Gracias a todos por haber venido! Os bendigo de corazón, y bendigo a todos los lectores y las lectoras de Famiglia Cristiana, y a todos los que trabajan para escribirla, imprimirla y difundirla. Y vosotros no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!



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