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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE ALBA QUE ASISTIERON
A LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE MONS. GIOVANNI COPPA


Lunes 7 de enero de 1980

 

Queridísimos hermanos y hermanas de la diócesis de Alba:

Me da alegría dirigiros a vosotros y a vuestro celoso obispo, mons. Fausto Vallainc, mi saludo cordial en la circunstancia jubilosa de vuestra peregrinación a Roma para la ordenación episcopal de mons. Giovanni Coppa. El es fiel colaborador mío, como lo ha sido largos años de mis inmediatos predecesores. Pero también es, y antes que nada, hijo de vuestra tierra y miembro ilustre de vuestra comunidad diocesana, de cuya vitalidad es digno fruto.

En efecto, me han informado del dinamismo de la vida católica en Alba, rica en aportaciones fecundas y responsables al crecimiento y testimonio de la Iglesia de nuestro tiempo en Italia. Sé que la Acción Católica en particular ha estado floreciente siempre, hasta el punto de dar figuras eximias y luminosas de laicos modelo de unión armoniosa entre fidelidad al Evangelio y compromiso con el mundo; por otra parte, de esta Asociación precisamente procede mons. Coppa. También el seminario diocesano goza de prestigio justificado por su larga tradición de estudio, sobre todo en las ramas varias de la teología como punto de referencia no secundario cuando se trata de ahondar y poner al día la fe cristiana. Pero sé que en la base de todo está una vida parroquial sólida y dinámica que constituye le verdadera estructura basilar de la diócesis; por todo ello, quiero rendir homenaje a todos los sacerdotes que tienen cura de almas, tanto a los que estáis aquí presentes, como a quienes quedaron en la diócesis por causa del ministerio dominical y a todos los estupendos colaboradores, por su entrega inteligente y generosa. No quiero tampoco olvidar que sacerdotes celosos de Alba están dando testimonio significativo de amor eclesial tejido de sacrificios, tanto en Kenia como en Brasil.

Así, pues, no puedo menos de expresar el deseo profundo de que esta riqueza de vida eclesial no sólo no disminuya, sino que crezca incesantemente en plenitud y eficacia evangélica, con la seguridad de que también esta ordenación episcopal contribuirá a vivificar vuestra realidad diocesana.

De estos votos quiere ser prenda la paterna bendición apostólica que concedo de corazón a vuestro Pastor, al nuevo obispo y a todos los aquí presentes, con la invitación de llevarla a vuestros seres queridos en señal de afecto.

 



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