Index   Back Top Print

[ EN  - ES  - PT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE COREA ANTE LA SANTA SEDE

Sábado 7 de Marzo de 1981

 

Señor Embajador:

Es un placer para mí recibirle hoy como Embajador de la República de Corea y aceptar las Cartas Credenciales de parte del Excmo. Sr. Don Chun Doo Hwan. Ruego a usted le transmita mis buenos deseos para su persona y su misión de Presidente recientemente inaugurada.

Corea es uno de los países que no pude visitar en mi viaje pastoral al Este de Asia el mes pasado. De modo que el viaje no me dio la oportunidad de mostrar mi estima y afecto profundos al pueblo coreano; por eso soy feliz ahora de tener ya tan pronto esta ocasión de manifestar mis sentimientos cordiales a este respecto.

En tiempos pasados, vuestro pueblo dio muestras de fuerza de carácter para mantener su identidad y cultura en circunstancias difíciles. A pesar de la oposición lógica de parte de muchos a aceptar toda idea que llegase de fuera, siempre hubo coreanos capaces de discernir lo que era bueno en este campo y aceptarlo. Hubo miembros de vuestro pueblo que introdujeron el cristianismo en el país, seguros de que el mensaje de Jesús no se oponía a vuestras nobles tradiciones, sino que por el contrario, las enaltecía y aprovechaba lo mejor de ellas.

Hoy también afronta el pueblo coreano serias dificultades en la tarea de ser de verdad él mismo y construir un futuro mejor. Me hace feliz oír el autorizado testimonio de Vuestra Excelencia sobre la lealtad y espíritu constructivo de los católicos de Corea en el trabajo para una sociedad caracterizada por la justicia y el progreso. Precisamente por la adhesión a las enseñanzas de Cristo, el católico es consciente del deber de aportar la propia colaboración al bien de la sociedad a que pertenece, y de emplear todos sus talentos para mejorarla. Esto mismo mueve el trabajo educativo y social de las instituciones católicas y de las congregaciones religiosas cuyos miembros se consagran a seguir lo más cerca posible las mismas huellas de Jesús, de quien se dijo: “pasó haciendo bien” (Act 10, 38).

Tengo firme esperanza de que la colaboración de todos los sectores del pueblo coreano llevará con la ayuda de Dios a un futuro feliz de libertad, justicia, cultura y armonía. Vuestro pueblo es muy querido para mí, y pido al Señor que lo guíe y guíe también a sus líderes, a procurar lo que es justo y bueno, y les asista constantemente en su prosecución. Oro también por ustedes para que su misión contribuya al bien de su pueblo y a la comprensión nacional.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana