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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL COMITÉ INTERNACIONAL DE COORDINACIÓN
DE LA SOCIEDAD DE SAN VICENTE DE PAÚL

 

Al señor José Ramón
DÍAZ-TORREMOCHA
Presidente de la Sociedad de San Vicente de Paúl

1. Me alegra saludarlo con ocasión de la reunión del Comité internacional de coordinación de la Sociedad de San Vicente de Paúl, y, por medio de usted, saludar a los miembros del Comité Internacional de coordinación y a los del Consejo general internacional. Representáis una forma eminente de caridad que se realiza en todos los continentes, el servicio a los pobres, que, como solía recordar san Vicente de Paúl, es una manera de servir a Cristo. Con su compromiso diario vuestra asociación constituye para la Iglesia un recuerdo permanente de  su  vocación a manifestar el amor  preferencial  de  Cristo a los pobres.

2. Durante el jubileo de la Encarnación, "la alegría de la Iglesia, que se ha dedicado a contemplar el rostro de su Esposo y Señor, ha sido grande" (Novo millennio ineunte, 1). Esta contemplación comprende la vida, la oración y la acción de la Iglesia, invitándola a hacer suya la mirada de ternura y compasión de Cristo mismo, que recuerda a cada persona el valor de su dignidad y el lugar único que ocupa en el corazón de Dios:  "Conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de que os enriquecierais con su pobreza" (2 Co 8, 9).

La vida espiritual y la acción apostólica de Federico Ozanam, vuestro predecesor, a quien tuve la alegría de beatificar en París en 1997, estuvieron profundamente marcadas por esta contemplación del rostro de Cristo en los pobres. Esta actitud espiritual es esencial para vuestros compromisos apostólicos y para el dinamismo de las Conferencias. Por ello, os animo a estar siempre en contacto personal con los pobres, según el ejemplo de vuestro fundador, y a ser testigos de la caridad así como de la justicia, que contribuyen al desarrollo integral de las personas.

3. "El amor es creativo hasta el infinito". Estas palabras de san Vicente de Paúl expresan muy bien esta realidad en la Iglesia:  el Espíritu suscita numerosos carismas, para que las comunidades cristianas sean el signo de la ternura infinita de nuestro Padre celestial. Al aportar vuestra piedra específica a la misión de las Iglesias particulares, "en plena sintonía eclesial y en obediencia a las directrices de los pastores" (Novo millennio ineunte, 46), participáis en la construcción de una sociedad fundada en el amor y en la solidaridad.

Mediante una colaboración activa con los diversos organismos locales de coordinación del apostolado de la caridad, realizáis el vivo deseo que ardía en el corazón del beato Ozanam:  abrazar todo el mundo con la red de la caridad. Con este espíritu de unidad, las asociaciones internacionales de fieles laicos están llamadas a insertarse de manera adecuada en el entramado eclesial; por eso la Iglesia propone diferentes formas de reconocimiento jurídico, respetando los carismas y las diversidades legítimas.

Es de desear que la Sociedad de San Vicente de Paúl, cuya historia es más que centenaria, prosiga su reflexión con las autoridades competentes, en las diócesis y en la Santa Sede, sobre todo con el Consejo pontificio para los laicos, con vistas a armonizar sus fundamentos institucionales y su actividad con su índole eclesial de asociación internacional de fieles laicos que buscan la santidad en el servicio a los pobres.

4. Como señalé en la reciente carta apostólica Novo millennio ineunte, ha llegado la hora de una "nueva "creatividad de la caridad", que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de mostrarse cercanos y solidarios con quien sufre" (n. 50). Ruego a la Virgen María que os ayude a encontrar siempre nuevos caminos para el amor a los pobres, a fin de que toda la Iglesia viva a diario esta caridad de cercanía, y os imparto de todo corazón la bendición apostólica, que extiendo a todos los miembros y amigos de la Sociedad de San Vicente de Paúl.

Vaticano, 14 de febrero de 2001

JUAN PABLO II



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