DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DEL INSTITUTO SECULAR
MISIONEROS DE LA REALEZA DE CRISTO EN SU 50° ANIVERSARIO
Martes 8 de julio de 2003
Amadísimos Misioneros de la Realeza de Cristo:
1. Me alegra acogeros, en esta audiencia especial, con ocasión del quincuagésimo aniversario de la fundación de vuestro instituto secular. Dirijo mi cordial saludo a vuestro presidente, y le agradezco las amables palabras con que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes. Mi saludo se extiende a los presentes y a todos los miembros del instituto esparcidos por varias naciones de Europa, África y América Latina, con un pensamiento afectuoso para los enfermos, para los ancianos y, en particular, para los jóvenes, que, en número creciente, se sienten atraídos por el carisma misionero de vuestra familia espiritual.
Vuestra fundación tuvo lugar el 4 de octubre de 1953 en la iglesia de San Damián, en Asís. Esta es una feliz ocasión para dar gracias al Señor por los numerosos frutos producidos hasta hoy, y para recomenzar con renovado impulso misionero, anunciando el Evangelio a los hombres y mujeres del tercer milenio.
2. Según la intuición original de vuestro fundador, el padre Agostino Gemelli, vuestro instituto secular se caracteriza por ser una fraternidad sacerdotal, en la que cada uno, fiel al designio de Dios, vive su consagración al servicio de la Iglesia, germen e inicio en la tierra del reino de Cristo (cf. Lumen gentium, 5). Inspirándoos en san Francisco de Asís, vivís "el ministerio presbiteral según el modelo de vida que Cristo señaló a sus primeros discípulos, invitándolos a dejarlo todo por él y por el Evangelio" (Constituciones, n. 3; cf. Perfectae caritatis, 3).
Proseguid en este arduo, pero liberador, itinerario ascético y apostólico, dando gracias al Señor cada día por el ministerio presbiteral, don y misterio de amor divino.
3. Conservad vivo el carisma de vuestro fundador, adaptándolo a las situaciones sociales y culturales de nuestra época. Vuestro servicio eclesial será fecundo si os mantenéis en contacto constante con Cristo en la oración, y si cultiváis cada vez más la comunión con el obispo y con el colegio de los presbíteros de las diócesis a las que pertenecéis.
Sed misioneros llenos de celo y entrega generosa a los hermanos. Que el anhelo de evangelizar os impulse a un apostolado que no conozca fronteras. Como escribí en la exhortación apostólica Pastores dabo vobis, el don espiritual que los presbíteros han recibido en la ordenación "no los prepara a una misión limitada y restringida, sino a la misión universal y amplísima de salvación "hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8). (...) Se sigue de esto que la vida espiritual de los sacerdotes debe estar profundamente marcada por el anhelo y el dinamismo misionero" (n. 32).
4. Queridos hermanos, a la vez que os agradezco esta visita, que tiene lugar en el marco festivo de las celebraciones jubilares de vuestro instituto, os exhorto ante todo a tender a la santidad como prioridad de vuestra existencia, de modo que también vosotros seáis testigos y maestros de perfección evangélica. La espiritualidad propia de los Misioneros de la Realeza de Cristo, que es secular y presbiteral, representa un patrimonio significativo que hay que aprovechar para el bien de la Iglesia.
Encomiendo vuestra Fraternidad sacerdotal a la Virgen Inmaculada. Ella, Reina y protectora especial de vuestro instituto, os ayude a cumplir la misión que se os ha confiado para vuestra santificación y para la salvación de las almas.
A la vez que os aseguro mi constante recuerdo en la oración, os bendigo con afecto a vosotros, a vuestros hermanos esparcidos por el mundo y a todas las personas con quienes entráis en contacto en vuestro trabajo pastoral diario.
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