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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL CLERO Y A LOS FIELES TOGOLESES
CON OCASIÓN DE LA INDEPENDENCIA DE LA REPÚBLICA DE TOGO
*

 

A nuestros queridos hijos de la República de Togo.

En vísperas de la proclamación solemne de la independencia de la República de Togo, hemos acogido amablemente la petición que nos han enviado el clero y los fieles togoleses por mediación de nuestro venerable y querido Hermano Mons. José Strebler, Arzobispo de Lomé, y con mucho gusto os dirigimos este mensaje de felicitación y estímulo.

En esta hora histórica del acceso de vuestro país a la independencia política, nos sentimos dichosos de repetiros, queridos hijos del noble Togo, al que abrazamos con una común solicitud paternal, las palabras que pronunciábamos con ocasión de la reciente creación del primer Cardenal del África Negra: «Nuestro corazón se dirige con alegría confiada y serena hacia el Continente Africano». Os saludamos, saludamos así mismo al jefe del Gobierno y a las más altas Autoridades religiosas y civiles, os felicitamos con toda nuestra alma.

Habéis querido que las fiestas, con que se celebra la independencia, se inicien con una misa solemne de acción de gracias, cantada por Mons. Juan María Maury, que ostenta nuestra representación cerca de vosotros y os expresará nuestro profundo afecto. Esta ceremonia se completará, a la mañana siguiente, con la consagración del nuevo Estado a la Santísima Virgen María. Estimamos vivamente que hayáis tenido interés en inaugurar con una oración común y pública un acto tan importante de vuestra vida nacional y ofrecer sus primicias, por decirlo así, al Todopoderoso que rige a los pueblos con prudencia. Tal decisión manifiesta cuán profundamente ha penetrado la fe cristiana en las almas y al mismo tiempo da un excelente ejemplo a los otros Estados.

Considerando que apenas nos separa un siglo del día en que los primeros operarios del Evangelio se entregaron al trabajo apostólico en vuestro país, nuestro corazón se llena de gratitud ante el dulce espectáculo de la comunidad católica de Togo. Animados por la caridad de Cristo Jesús, valerosos misioneros abandonaron su país de origen y familias —no lo olvidéis— para fundar entre vosotros, a través de mil dificultades, con frecuencia a costa de lágrimas y a veces hasta con la sangre, una cristiandad togolesa todavía modesta, pero llena de fervor, de promesas y de fuerzas nuevas. Ahora vuestros obispos se ocupan con razón en establecer escuelas tan indispensables para el futuro religioso, cultural, cívico y económico de la nación; vuestros sacerdotes, los nacidos en vuestra tierra, así como aquellos que el amor a las almas condujo hasta vosotros, reciben cada año en sus filas a un nuevo hermano en el sacerdocio; en fin, los numerosos alumnos de los seminarios son para todos vosotros un justo motivo de esperanza y de confianza.

¡Que vuestra hermosa comunidad esté orgullosa, por tanto, de sus cualidades y vitalidad! ¡Que los cristianos sean para sus compatriotas ejemplos atrayentes de fidelidad a los deberes de la vida familiar, profesional y cívica! Que cada uno tenga la preocupación de colaborar con todas sus fuerzas en la prosperidad de su Patria, descartando las ilusiones de las cuales la más grave sería creer que la independencia política resuelve todas las dificultades. Sea cual fuere vuestra religión, vuestro origen étnico, es necesario más que nunca que viváis como buenos ciudadanos, conscientes de vuestras responsabilidades políticas y sociales, establecer sólidamente vuestra comunidad nacional. Pedimos a Dios con fervor para que realicéis pronto ese hermoso programa. Ante las halagüeñas perspectivas que abre ante vosotros la independencia, tenemos interés también en daros a entender de nuevo el deseo, lleno de un realismo político tan acertado, que nuestro inmediato Predecesor formuló poco antes de morir como un conjuro solemne y clarividente: «Formulamos el deseo de que se realice en África una obra de colaboración constructiva, libre de prejuicios, de mutuas susceptibilidades, exenta de las seducciones y estrecheces del falso nacionalismo y capaz de hacer llegar a esos pueblos, ricos de recursos y de porvenir, los verdaderos valores de la civilización cristiana que han dado ya tantos buenos resultados en otros continentes» (Enc. Fidei donum).

Confiamos en que los Dirigentes y ciudadanos de la nueva República de Togo procurarán inspirarse en estas directrices, dictadas por un profundo amor a África, para mayor bien de su población, y procurarán seguir en todos los campos el camino de una auténtica justicia y de la concordia interna y externa sin las que no sería posible para un pueblo la prosperidad ni grandeza verdaderas. Con esta confianza invocamos de todo corazón sobre la tierra togolesa y sus queridos habitantes una copiosa efusión de los favores divinos, en prenda de los cuales os impartimos en este gran día a todos los hijos de Togo una abundante Bendición Apostólica.

Del Vaticano, 13 de abril de 1960.

JOANNES PP. XXIII


* AAS 52 (1960) 403-404. Discorsi, messaggi, colloqui, vol. II págs. 868-870.



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