The Holy See
back up
Search
riga

AÑO INTERNACIONAL DE LA JUVENTUD

SALUDO DEL CARDENAL EDUARDO PIRONIO
 A SU SANTIDAD JUAN PABLO II
DURANTE EL ENCUENTRO INTERNACIONAL DE JÓVENES
CELEBRADO EN LA PLAZA DE SAN JUAN DE LETRÁN DE ROMA

Sábado 30 de marzo de 1985

 

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II

Santo Padre:

¡Cuán esperado este encuentro y cómo deseamos vivirlo en profundidad cristiana y eclesial! No perder una sola palabra, un solo gesto, un solo silencio. Cristo nos reúne en su nombre. El Espíritu Santo ora en nosotros al Padre, y nos habla en los cantos, en los testimonios, en la Palabra del Papa. María, Madre de Jesús y Madre nuestra, nos dará una gran capacidad de escucha y de oración, de comunión fraterna y de servicio, de fidelidad y de esperanza.

Estos jóvenes, chicos y chicas, han venido de todo el mundo para encontrar al Papa (encontrar a Pedro, encontrar a Cristo), para rezar con el Papa, escucharlo, continuar con Él un diálogo ya comentado con la reciente «Carta a los jóvenes y a las jóvenes del mundo». Gracias, Padre Santo, por este gran regalo pascual. La respuesta de los jóvenes será una respuesta total, alegre y comprometida. Ya han acogido el mensaje de la cruz, a ellos confiada en la clausura del Año Santo de la Redención; han acogido el mensaje del primero de año y están fuertemente convencidos que «la paz y los jóvenes caminan juntos». Acogen, ahora, con alegría y gratitud la responsabilidad de dar razón de su esperanza.

Estos jóvenes, que ya conocen el dolor de los hombres y sufren el drama de la historia contemporánea, buscan sinceramente la verdad que les hará libres; tienen hambre y sed de justicia, quieren trabajar positivamente por la paz.

Por esto han venido hasta usted, el padre, el maestro, el amigo. Quieren ser el testimonio claro y coherente de que la Iglesia tiene una propuesta concreta para ofrecer a los hombres de buena voluntad. Una propuesta de participación, de desarrollo, de paz en el Cristo muerto y resucitado. Ellos serán la carta del Papa a los jóvenes y a las jóvenes de todo el mundo, la «carta de Cristo», «escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente» (2 Cor 3, 3).

Nuestro encuentro, Santo Padre, sigue la huella del diálogo de Cristo con el joven rico, como usted nos ha indicado. Gracias por habernos abierto más concretamente la riqueza de este texto evangélico. Gracias por habernos manifestado claramente que sólo Dios es bueno. Gracias por habernos mirado con amor gratuito y exigente. Gracias por habernos hablado de la responsabilidad creativa del gran sacramento esponsal. Gracias por habernos invitado a venderlo todo, a darlo a los pobres, para seguir radicalmente a Cristo. Gracias por habernos presentado a Cristo, nuestra paz y nuestra feliz esperanza. Gracias por habernos confiado a María («haced cuanto Él, el Cristo, os dirá»).

Padre Santo: Hoy y mañana, los jóvenes presentes en Roma encuentran en usted al «dulce Cristo», al «Maestro bueno», que con su presencia y su palabra les enseña a dar «pleno valor y pleno sentido» a su vida. Encuentran en usted al Cristo amigo, cuyo amor gratuito y exigente sienten profundamente dentro de sí y lo perciben con alegría desde el comienzo de la Carta que los llama «queridos amigos», «jóvenes amigos». Encuentran en usted al Cristo «imagen del Padre» que les hace gustar que «Dios es amor», «que el Padre desde siempre nos ha amado en su Hijo, que el Cristo ama a cada uno y siempre».

Usted, Padre Santo, desea a los jóvenes, «a cada uno y a cada una», que puedan descubrir esta mirada llena del amor de Cristo y experimentarla hondamente. ¡Gracias! También nosotros se lo deseamos a usted, que lleva en el corazón el peso de los sufrimientos de todas las Iglesias y de todos los hombres.

Sea este encuentro un punto de partida: el comienzo de un diálogo sereno y profundo, continuo y concreto, personal y comunitario. Un diálogo entre Cristo y los jóvenes de hoy, vívido en el ámbito de cada Iglesia local. Regresando a casa, a la patria, en la parroquia, en la diócesis, en el colegio, en el trabajo de cada día estos jóvenes dirán que han encontrado más íntimamente a Cristo; que han descubierto más universalmente a la Iglesia, que han experimentado profundamente el amor del Padre; que quieren ser testigos del Resucitado, comunicar la alegría y la esperanza a todos los jóvenes, ofrecer generosamente la riqueza singular de su juventud a un mundo que espera la luz, la alegría y la esperanza, la libertad, la justicia y el amor. Porque en definitiva espera, desea, busca a «Cristo nuestra paz».

 

top