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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
CON OCASIÓN DEL CAMPEONATO EUROPEO DE FÚTBOL 2012

 

A su excelencia
Monseñor Józef Michalik
Presidente de la Conferencia episcopal polaca
Varsovia

Dentro de poco iniciará el Campeonato europeo de fútbol, que tendrá lugar en Polonia y Ucrania. Este evento deportivo implica no sólo a los organizadores, a los atletas y a los aficionados, sino también, de diversas formas y en los distintos ámbitos de la vida, a toda la sociedad. Incluso la Iglesia no es indiferente a este evento, en particular a las necesidades espirituales de aquellos que participan en él. Acojo con gratitud las informaciones que llegan de encuentros catequéticos, litúrgicos y de oración programados.

Mi amado predecesor, el beato Juan Pablo II, dijo: «Las potencialidades del fenómeno deportivo lo convierten en instrumento significativo para el desarrollo global de la persona y en factor utilísimo para la construcción de una sociedad más a la medida del hombre. El sentido de fraternidad, la magnanimidad, la honradez y el respeto del cuerpo —virtudes indudablemente indispensables para todo buen atleta—, contribuyen a la construcción de una sociedad civil donde el antagonismo cede su lugar al agonismo, el enfrentamiento al encuentro, y la contraposición rencorosa a la confrontación leal. Entendido de este modo, el deporte no es un fin, sino un medio; puede transformarse en vehículo de civilización y de genuina diversión, estimulando a la persona a dar lo mejor de sí y a evitar lo que puede ser peligroso o gravemente perjudicial para sí misma o para los demás» (Discurso a los participantes en el Congreso internacional sobre el deporte, 28 de octubre de 2000: L'Osservatore Romano, edición en lengua española 3 de noviembre de 2000, p. 6).

Por lo demás, el deporte de equipo, como el fútbol, es una escuela importante para educar en el sentido del respeto del otro, incluso del adversario deportivo, en el espíritu de sacrificio personal con vistas al bien de todo el grupo, en la valorización de las dotes de cada miembro del equipo; en una palabra, a superar la lógica del individualismo y del egoísmo, que con frecuencia caracteriza las relaciones humanas, para dejar espacio a la lógica de la fraternidad y del amor, la única que puede permitir —en todos los niveles— promover el auténtico bien común.

Con estos breves pensamientos aliento a todos aquellos que están implicados en el evento a obrar con solicitud, a fin de que se viva como expresión de las más nobles virtudes y acciones humanas, con espíritu de paz y de sincera alegría.

En la oración encomiendo a Dios a los pastores, a los voluntarios, a los jugadores, a los aficionados y a todos aquellos que trabajan en la preparación y en el desarrollo del Campeonato. A todos imparto mi bendición.

Vaticano, 6 de junio de 2012

BENEDICTO PP. XVI



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