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ALOCUCIÓN DE L SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN DE LA ANTIGUA REPÚBLICA YUGOSLAVA
DE MACEDONIA CON OCASIÓN DE LA FIESTA
DE SAN CIRILO Y SAN METODIO*


Jueves 24 de mayo de 2007

 

Señor presidente del Parlamento;
ilustres miembros del Gobierno;
venerados hermanos representantes de la Iglesia ortodoxa y de la Iglesia católica:

Conservo aún vivo el recuerdo del reciente encuentro durante el cual su excelencia el señor primer ministro me transmitió el cordial saludo del primer magistrado de vuestro país. Recuerdo también con placer los intercambios epistolares que le siguieron como testimonio de las amistosas y buenas relaciones existentes entre la Sede apostólica y la República que vosotros representáis aquí dignamente. Esta colaboración comprende tanto aspectos civiles como religiosos, y es vivo el deseo de que se intensifique cada vez más.

También este encuentro, que tiene lugar con ocasión de la tradicional celebración de la memoria litúrgica de san Cirilo y san Metodio, se inserta en este contexto de estima y amistad mutuas. A estos dos grandes apóstoles del Evangelio, maestros en la fe de los pueblos eslavos, los invocan como intercesores y protectores todos los católicos de Europa, deseosos de conservar inalterado el patrimonio espiritual que nos han transmitido y de construir juntos un futuro de progreso y de paz para todos.

Al daros mi más cordial bienvenida, hago mío el deseo manifestado por vosotros de que no sólo se comparta el patrimonio espiritual del que sois herederos, sino que también se reserve a vuestra peculiar identidad la debida consideración, que esperáis de parte de los otros pueblos europeos cercanos a vosotros por tradición y por cultura.

Estos santos copatronos de Europa, a los que con pleno derecho os referís, trazaron un sendero humano y espiritual que hace de vuestra tierra un lugar de encuentro entre diversas exigencias culturales y religiosas. La armonización pacífica de las aspiraciones de los pueblos que viven en ella proyecta sobre el continente europeo un escenario de confrontación efectiva y fecunda, que la Santa Sede ve con agrado.

Deseo cordialmente que conservéis siempre con fidelidad la herencia de vuestros dos santos protectores, de modo que vuestra voz, tanto en el campo civil como en el religioso, pueda escucharse y tenerse en la debida consideración.

A la vez que imploro de Dios serenidad y paz para vuestra patria, en esta singular circunstancia me complace renovaros a cada uno la expresión de la benevolencia de la Sede apostólica. Acompaño estos cordiales sentimientos con la seguridad de mi estima personal y de mi amistad.

Una vez más os expreso mis mejores deseos y los confirmo con la oración que elevo a Dios por vosotros, por las autoridades y por el pueblo macedonio.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.22, p.4 (308).



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