Index   Back Top Print

[ DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UN CONGRESO SOBRE LA FAMILIA


Sala Clementina
Viernes 16 de mayo de 2008

 

Queridos hermanos y hermanas:

Gracias por vuestra visita, que me permite conocer la actividad que desarrollan vuestras beneméritas asociaciones, integrantes del Foro de asociaciones familiares y de la Federación europea de asociaciones familiares católicas. Os saludo cordialmente a cada uno y, en primer lugar, al presidente del Foro, abogado Giovanni Giacobbe, a quien agradezco las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre.

Este encuentro tiene lugar con ocasión de la celebración anual de la Jornada internacional de la familia, que fue ayer, 15 de mayo. Para subrayar la importancia de esta Jornada, habéis organizado un congreso con un tema de gran actualidad: "La alianza por la familia en Europa: el asociacionismo protagonista", para confrontar las experiencias entre las diversas formas de asociaciones familiares y con el objetivo de sensibilizar a los gobernantes y a la opinión pública sobre el papel central e insustituible que desempeña la familia en nuestra sociedad. En efecto, como con razón observáis, una acción política que desee mirar con clarividencia el futuro no puede menos de situar a la familia en el centro de su atención y de su programación.

Este año, como bien sabéis, se celebra el 40° aniversario de la encíclica Humanae vitae y el 25° de la promulgación de la Carta de los derechos de la familia, presentada por la Santa Sede el 22 de octubre de 1983. Estos dos documentos están idealmente unidos entre sí, porque, si el primero subraya con fuerza, yendo con valentía contra corriente con respecto a la cultura dominante, la calidad del amor de los esposos, no manipulado por el egoísmo y abierto a la vida, el segundo pone de relieve los derechos inalienables que permiten a la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, ser la cuna natural de la vida humana.

En particular, la Carta de los derechos de la familia, dirigida principalmente a los gobiernos, ofrece, a quien está investido de responsabilidad en orden al bien común, un modelo y un punto de referencia para la elaboración de una adecuada legislación política de la familia. Al mismo tiempo, se dirige a todas las familias estimulándolas a que se unan en la defensa y promoción de sus derechos. Y vuestro asociacionismo, al respecto, puede constituir un instrumento muy oportuno para realizar mejor el espíritu de la citada Carta de los derechos de la familia.

El amado Pontífice Juan Pablo II, con razón llamado también el "Papa de la familia", repetía que "el futuro de la humanidad se fragua en la familia" (Familiaris consortio, 86). Subrayaba con frecuencia el valor insustituible de la institución familiar, según el plan de Dios, Creador y Padre. También yo, al inicio de mi pontificado, el 6 de junio de 2005, en la apertura de la asamblea de la diócesis de Roma, dedicada precisamente a la familia, reafirmé que la verdad del matrimonio y de la familia hunde sus raíces en la verdad del hombre y ha tenido su realización en la historia de la salvación, en cuyo centro están las palabras: "Dios ama a su pueblo".

En efecto, la revelación bíblica es ante todo expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres. He aquí por qué la historia del amor y de la unión entre un hombre y una mujer en la alianza del matrimonio fue asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación. Precisamente por esto, la unión de vida y de amor, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, que constituye la familia, representa un bien insustituible para toda la sociedad, que no se debe confundir ni equiparar a otros tipos de unión.

Sabemos bien cuántos desafíos afrontan hoy las familias, cuán difícil es realizar, en las condiciones sociales modernas, el ideal de fidelidad y de solidez del amor conyugal, tener hijos y educarlos, y conservar la armonía del núcleo familiar. Si, gracias a Dios, existen ejemplos luminosos de familias sólidas y abiertas a la cultura de la vida y del amor, no faltan lamentablemente, e incluso están aumentando, las crisis matrimoniales y familiares. Muchas familias, que se encuentran en condiciones de preocupante precariedad, elevan, a veces incluso de forma inconsciente, un grito, una petición de ayuda que interpela a los responsables de las administraciones públicas, de las comunidades eclesiales y de las distintas agencias educativas.

Por eso, es cada vez más urgente el compromiso de unir fuerzas para sostener, con todos los medios posibles, a las familias desde el punto de vista social y económico, jurídico y espiritual. En este contexto me complace subrayar y alentar algunas iniciativas y propuestas presentadas en vuestro congreso. Me refiero, por ejemplo, al plausible empeño de movilizar a los ciudadanos en apoyo de la iniciativa por "una fiscalización a medida de la familia", a fin de que los gobiernos promuevan una política familiar que ofrezca a los padres la posibilidad concreta de tener hijos y educarlos en la familia.

Para los creyentes, la familia, célula de comunión que constituye el fundamento de la sociedad, es como una "pequeña iglesia doméstica", llamada a revelar al mundo el amor de Dios. Queridos hermanos y hermanas, ayudad a las familias a ser signo visible de esta verdad, a defender los valores inscritos en la naturaleza humana y, por tanto, comunes a toda la humanidad, esto es, la vida, la familia y la educación. Esos principios no derivan de una confesión de fe, sino de la aplicación de la justicia que respeta los derechos de cada hombre.

Esta es vuestra misión, queridas familias cristianas. Que jamás desfallezca vuestra confianza en el Señor y la comunión con él en la oración y en la referencia constante a su Palabra. Así seréis testigos de su amor, no contando simplemente con recursos humanos, sino apoyándoos firmemente en la roca que es Dios, vivificados por el poder de su Espíritu.

Que María, Reina de la familia, Estrella luminosa de esperanza, guíe el camino de todas las familias de la humanidad. Con estos sentimientos, de buen grado os bendigo a vosotros, aquí presentes, y a cuantos forman parte de las diversas asociaciones que representáis.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana