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PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DEL ALMUERZO CON EL COLEGIO CARDENALICIO


Sala Ducal
Lunes 21 de mayo de 2012 

 

Eminencia,
queridos hermanos:

En este momento mi palabra sólo puede ser una palabra de agradecimiento. Agradecimiento ante todo al Señor por los muchos años que me ha concedido; años con muchos días de alegría, espléndidos tiempos, pero también con noches oscuras. Pero retrospectivamente se comprende que igualmente las noches eran necesarias y buenas, motivo de agradecimiento.

Hoy la palabra Ecclesia militans está algo pasada de moda; pero en realidad podemos entender cada vez mejor que es verdadera, contiene verdad. Vemos cómo el mal quiere dominar en el mundo y es necesario entrar en lucha contra el mal. Vemos cómo lo hace de tantos modos, cruentos, con las distintas formas de violencia, pero también disfrazado de bien y precisamente así destruyendo los fundamentos morales de la sociedad.

San Agustín dijo que toda la historia es una lucha entre dos amores: amor a uno mismo hasta el desprecio de Dios; amor a Dios hasta el desprecio de uno mismo, en el martirio. Nosotros estamos en esta lucha y es muy importante tener amigos. Y en mi caso estoy rodeado de los amigos del Colegio cardenalicio: son mis amigos y me siento en casa, me siento seguro en esta compañía de grandes amigos, que están conmigo, y todos juntos con el Señor.

Gracias por esta amistad. Gracias a usted, eminencia, por todo lo que ha hecho por este momento, hoy, y por todo lo que hace siempre. Gracias a vosotros por la comunión de las alegrías y de los dolores. Sigamos adelante; el Señor dijo: «¡Ánimo, yo he vencido al mundo!». Estamos en el equipo del Señor, por tanto, en el equipo victorioso. Gracias a todos vosotros. Que el Señor os bendiga a todos. Y brindemos.



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