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PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
DURANTE LA ÚLTIMA CONGREGACIÓN GENERAL
DE LA XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS


Aula del Sínodo
Sábado 27 de octubre de 2012

 

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de daros las gracias por mi parte, desearía aún dar una comunicación.

En el contexto de las reflexiones del Sínodo de los obispos, «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana», y en la conclusión de un camino de reflexión sobre las temáticas de los seminarios y de la catequesis, me es grato anunciar que he decidido, después de oración y ulterior reflexión, traspasar la competencia respecto a los seminarios —de la Congregación para la educación católica a la Congregación para el clero—, y la competencia sobre la catequesis —de la Congregación para el clero al Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización—.

Llegarán los documentos relativos en forma de Carta apostólica Motu proprio para definir los ámbitos y las respectivas facultades. Oremos al Señor para que acompañe a los tres dicasterios de la Curia romana en su importante misión, con la colaboración de toda la Iglesia.

Ya que tengo la palabra, desearía expresar también mis cordialísimas felicitaciones a los nuevos cardenales. He querido, con este pequeño consistorio, completar el consistorio de febrero, precisamente en el contexto de la nueva evangelización, con un gesto de universalidad de la Iglesia, mostrando que la Iglesia es Iglesia de todos los pueblos, habla todas las lenguas, es siempre Iglesia de Pentecostés; no Iglesia de un continente, sino Iglesia universal. Justamente ésta era mi intención, expresar este contexto, esta universalidad de la Iglesia; es también la bella expresión de este Sínodo. Para mí ha sido verdaderamente edificante, consolador y alentador ver aquí el reflejo de la Iglesia universal con sus sufrimientos, amenazas, peligros y alegrías, experiencias de la presencia del Señor, también en situaciones difíciles.

Hemos oído cómo la Iglesia también hoy crece, vive. Pienso, por ejemplo, en cuanto se nos ha dicho sobre Camboya, donde de nuevo nace la Iglesia, la fe; o sobre Noruega y muchos más. Vemos cómo también hoy, donde no se esperaba, el Señor está presente y es poderoso, y el Señor actúa igualmente a través de nuestro trabajo y nuestras reflexiones.

Aunque la Iglesia siente vientos contrarios, sin embargo siente sobre todo el viento del Espíritu Santo que nos ayuda, nos muestra el camino justo; y así, con nuevo entusiasmo, me parece, estamos en camino y damos gracias al Señor porque nos ha dado este encuentro verdaderamente católico.

Doy las gracias a todos: a los padres del Sínodo; a los oyentes, con los testimonios verdadera y frecuentemente muy conmovedores; a los expertos; a los delegados fraternos que nos han ayudado; y sabemos que todos queremos anunciar a Cristo y su Evangelio, y combatir, en este tiempo difícil, por la presencia de la verdad de Cristo y por su anuncio.

Sobre todo desearía dar las gracias a nuestros presidentes, que nos han guiado dulce y decididamente; a los relatores, que han trabajado día y noche. Pienso siempre que va un poco contra el derecho natural trabajar también de noche, pero si lo hacen voluntariamente se les puede dar las gracias y debemos sentirnos agradecidos; y, naturalmente, a nuestro secretario general, infatigable y rico de ideas.

Ahora estas Propositiones son un testamento, un don, que se me ha dado para nosotros, para elaborar todo en un documento que viene de la vida y debería generar vida. Es lo que esperamos y por lo que oramos; en cualquier caso, seguimos adelante con la ayuda del Señor. Gracias a todos. Muchos nos veremos también en noviembre; pienso en el consistorio. Gracias.



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