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PAPA FRANCISCO

REGINA CAELI

Plaza de San Pedro
VI Domingo de Pascua, 5 de mayo de 2013

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En este momento de profunda comunión en Cristo, sentimos viva también en medio de nosotros la presencia espiritual de la Virgen María. Una presencia maternal, familiar, especialmente para vosotros que formáis parte de las Hermandades. El amor a la Virgen es una de las características de la piedad popular, que pide ser valorada y bien orientada. Por ello, os invito a meditar el último capítulo de la constitución del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia, la Lumen gentium, que habla precisamente de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Allí se dice que María «avanzó en la peregrinación de la fe» (n. 58). Queridos amigos, en el Año de la fe os dejo este icono de María peregrina, que sigue al Hijo Jesús y nos precede a todos nosotros en el camino de la fe.

Hoy, las Iglesias de Oriente que siguen el calendario Juliano celebran la fiesta de Pascua. Deseo enviar a estos hermanos y hermanas un saludo especial, uniéndome de todo corazón a ellos al proclamar el gozoso anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Reunidos en oración en torno a María, invoquemos de Dios el don del Espíritu Santo, el Paráclito, para que consuele y conforte a todos los cristianos, especialmente a quienes celebran la Pascua en medio de pruebas y sufrimientos, y los guíe por el camino de la reconciliación y de la paz.

Ayer en Brasil fue proclamada beata Francisca de Paula De Jesus, llamada «Nhá Chica». Su vida sencilla la dedicó totalmente a Dios y a la caridad, de tal modo que fue llamada «madre de los pobres». Me uno a la alegría de la Iglesia en Brasil por esta luminosa discípula del Señor.

Saludo con afecto a todas las Hermandades presentes, llegadas de tantos países. ¡Gracias por vuestro testimonio de fe! Saludo también a los grupos parroquiales y a las familias, así como a las diversas bandas musicales y asociaciones de los Schützen procedentes de Alemania.

Un saludo especial dirijo hoy a la Asociación «Meter», en la Jornada de los niños víctimas de la violencia. Y esto me brinda la ocasión para dirigir mi pensamiento a cuantos han sufrido y sufren por causa de abusos. Quiero asegurarles que están presentes en mi oración, pero quisiera decir también con fuerza que todos debemos comprometernos con claridad y valentía a fin de que toda persona humana, especialmente los niños, que se cuentan entre las categorías más vulnerables, sea siempre defendida y tutelada.

Aliento también a los enfermos de hipertensión pulmonar y a sus familiares.



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