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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A
LA COMUNIDAD DE LOS ESCRITORES
DE "LA CIVILTÀ CATTOLICA"

Sala de los Papas
Viernes 14 de junio de 2013

 

Queridos amigos en el Señor:

Estoy contento de encontraros, a vosotros, escritores, a vuestra comunidad al completo, a las religiosas y a los agregados de la administración de la casa. Los jesuitas de La Civiltà Cattolica, desde 1850, desarrollan un trabajo que tiene un vínculo particular con el Papa y la Sede Apostólica. Mis predecesores, recibiéndoos en audiencia, reconocieron varias veces cómo este vínculo es un rasgo esencial de vuestra revista. Hoy desearía sugeriros tres palabras que pueden ayudaros en vuestro empeño.

La primera es el diálogo. Vosotros lleváis a cabo un importante servicio cultural. Inicialmente la aproximación y el estilo de La Civiltà Cattolica fueron combativos y a menudo incluso ásperamente polémicos, en sintonía con el clima general de la época. Recorriendo los 163 años de la revista, se revela una rica variedad de posturas, debidas tanto al cambio de las circunstancias históricas como a la personalidad de cada escritor. Vuestra fidelidad a la Iglesia requiere todavía ser duros contra las hipocresías fruto de un corazón cerrado, enfermo. Duros contra esta enfermedad. Pero vuestra tarea principal no es construir muros, sino puentes; es la de establecer un diálogo con todos los hombres, también con quienes no comparten la fe cristiana, pero «cultivan los bienes esclarecidos del espíritu humano»; y hasta con «aquellos que se oponen a la Iglesia y la persiguen de varias maneras» (Gaudium et spes, 92). Son muchas las cuestiones humanas que hay que discutir y compartir, y en el diálogo siempre es posible acercarse a la verdad, que es don de Dios, y enriquecerse recíprocamente. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, dar espacio a su punto de vista, a su opinión, a sus propuestas, sin caer, obviamente, en el relativismo. Y para dialogar es necesario bajar las defensas y abrir las puertas. Continuad el diálogo con las instituciones culturales, sociales, políticas, también para ofrecer vuestra contribución a la formación de ciudadanos que tengan interés en el bien de todos y trabajen por el bien común. La «civilización católica» es la civilización del amor, de la misericordia, de la fe.

La segunda palabra es discernimiento. Vuestra tarea es recoger y expresar las expectativas, los deseos, las alegrías y los dramas de nuestro tiempo, y ofrecer los elementos para una lectura de la realidad a la luz del Evangelio. Los grandes interrogantes espirituales hoy están más vivos que nunca, pero se necesita de alguien que los interprete y los entienda. Con inteligencia humilde y abierta «buscad y encontrad a Dios en todas las cosas», como escribía san Ignacio. Dios actúa en la vida de cada hombre y en la cultura: el Espíritu sopla donde quiere. Buscad descubrir lo que Dios ha obrado y cómo proseguirá su obra. Un tesoro de los jesuitas es precisamente el discernimiento espiritual, que intenta reconocer la presencia del Espíritu de Dios en la realidad humana y cultural, la semilla ya plantada de su presencia en los acontecimientos, en las sensibilidades, en los deseos, en las tensiones profundas de los corazones y de los contextos sociales, culturales y espirituales. Recuerdo algo que decía Rahner: el jesuita es un especialista en el discernimiento en el campo de Dios y también en el campo del diablo. No hay que tener miedo de proseguir en el discernimiento para hallar la verdad. Cuando leí estas observaciones de Rahner, me impresionaron bastante.

Y para buscar a Dios en todas las cosas, en todos los campos del saber, del arte, de la ciencia, de la vida política, social y económica se necesita estudio, sensibilidad, experiencia. Algunas de las materias que tratáis pueden incluso no tener relación explícita con una perspectiva cristiana, pero son importantes para captar el modo en el que las personas se comprenden a sí mismas y el mundo que las rodea. Que vuestra observación informativa sea amplia, objetiva y oportuna. Es necesario también tener una atención particular respecto a la verdad, la bondad y la belleza de Dios, que deben considerarse siempre juntas, y son preciosos aliados en el compromiso en defensa de la dignidad del hombre, en la construcción de una convivencia pacífica y en custodiar con premura la creación. De esta atención nace el juicio sereno, sincero y fuerte acerca de los acontecimientos, iluminado por Cristo. Grandes figuras, como Matteo Ricci, son de ello modelo. Todo esto requiere mantener abiertos el corazón y la mente, evitando la enfermedad espiritual de la autorreferencialidad. También la Iglesia, cuando se vuelve autorreferencial, se enferma, envejece. Que nuestra mirada, bien fija en Cristo, sea profética y dinámica hacia el futuro: de este modo permaneceréis siempre jóvenes y audaces en la lectura de los acontecimientos.

La tercera palabra es frontera. La misión de una revista de cultura como La Civiltà Cattolica entra en el debate cultural contemporáneo y propone, de modo serio y a la vez accesible, la visión que viene de la fe cristiana. La fractura entre Evangelio y cultura es, sin duda, un drama (cf. Evangelii nuntiandi, 20). Vosotros estáis llamados a dar vuestra contribución para sanar esta fractura que pasa también a través del corazón de cada uno de vosotros y de vuestros lectores. Este ministerio es típico de la misión de la Compañía de Jesús. Acompañad, con vuestras reflexiones y vuestras profundizaciones, los procesos culturales y sociales y a cuantos están viviendo transiciones difíciles, haciéndoos cargo también de los conflictos. Vuestro lugar propio son las fronteras. Este es el sitio de los jesuitas. Lo que Pablo VI, retomado por Benedicto XVI, dijo de la Compañía de Jesús, vale de manera particular para vosotros también hoy: «En cualquier parte de la Iglesia, incluso en las áreas más difíciles y de punta, en las encrucijadas de las ideologías, en las trincheras sociales, donde haya existido o exista una confrontación entre las exigencias urgentes del hombre y el mensaje perenne del Evangelio, allí han estado y están los jesuitas». Por favor, sed hombres de frontera, con esa capacidad que viene de Dios (cf. 2 Co 3, 6). Pero no caigáis en la tentación de domesticar las fronteras: se debe ir hacia las fronteras y no llevar las fronteras a casa para barnizarlas un poco y domesticarlas. En el mundo de hoy, sujeto a rápidos cambios y agitado por cuestiones de gran relevancia para la vida de la fe, es urgente un valiente compromiso para educar en una fe convencida y madura, capaz de dar sentido a la vida y de ofrecer respuestas convincentes a cuantos están en busca de Dios. Se trata de sostener la acción de la Iglesia en todos los campos de su misión. La Civiltà Cattolica este año se ha renovado: ha adoptado una forma gráfica, se puede leer también en versión digital y llega a sus lectores en las redes sociales. Igualmente éstas son fronteras en las que estáis llamados a actuar. ¡Proseguid por este camino!

Queridos padres: veo entre vosotros a jóvenes, menos jóvenes y ancianos. Vuestra revista es única en su género, que nace de una comunidad de vida y estudio; como un coro bien avenido, cada uno debe tener su voz y situarla en armonía con la de los demás. ¡Ánimo, queridos hermanos! Estoy seguro de poder contar con vosotros. Mientras os encomiendo a Santa María del Camino, os imparto a vosotros, redactores, colaboradores y religiosas, así como a todos los lectores de la revista, mi bendición.

 

 


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