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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Viernes 15 de agosto de 1980
Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

 

1. Hoy queremos colmar nuestra plegaria común del "Ángelus" con la expresión de una veneración y de un amor especiales hacia María. Es, en efecto, la fiesta de su Asunción al cielo. La que concibió en su seno virginal y trajo al mundo al Hijo de Dios, Verbo Eterno, experimenta hoy la perfecta glorificación del alma y del cuerpo en el tabernáculo de la Santísima Trinidad. Y nuestros corazones, como siempre, también hoy, pero hoy más que nunca, se dirigen a Ella con toda la sencillez y la confianza de los niños. ¡Alegrémonos por la eterna gloria de la Madre de Cristo y Madre nuestra!

2. En el Evangelio de la festividad de hoy vemos a María cuando, después de la Anunciación, llena del Espíritu Santo y llena del misterio que se había realizado en su seno por obra de ese mismo Espíritu, entra en casa de Zacarías. Traspasa el umbral de la casa de una familia que le es muy cercana por espíritu y por parentesco. Y ya en el umbral, recibe el saludo de Isabel la cual exalta su fe: "Bienaventurada tu que has creído" (cf. Lc 1, 45). Y saluda a María con las mismas palabras con que ahora la saludamos todos constantemente cuando rezamos el "Ave María".

3. María traspasa el umbral de una casa, entra en el círculo de una familia... ¡Cómo nos enlaza ese acontecimiento con el asunto para el que se prepara el Episcopado del mundo entero en relación con el Sínodo de los Obispos de este año! El tema del Sínodo "Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo" dirige nuestra atención hacia todas las familias que viven en el mundo contemporáneo, hacia las familias a las que es enviada la Iglesia y a través de las cuales desea cumplir su misión. Pensemos en las grandes tareas de la familia, ligadas a la transmisión de la vida y a la gran obra de la educación del nuevo hombre. Pensemos en las alegrías, pero también en las fatigas de ese amor, sobre el cual se construye la vida de los cónyuges y de las familias. Pensemos también en los sufrimientos, en las crisis, en los dramas que a veces acompañan la vida familiar. A través de los trabajos del Sínodo de los Obispos, deseamos entrar en el ámbito de todo esto con absoluto respeto, pero también con la fe y el amor con que la Iglesia rodea a la familia cristiana, construida sobre el fundamento del sacramento del matrimonio.

Y por eso invitamos a María a traspasar el umbral de todas las familias, igual que, en un tiempo, traspasó el de la casa de Zacarías. Le rogamos que lleve a todos el mismo mensaje de fe materna y de amor. Le pedimos también que visite los trabajos del Sínodo que se prepara, cuyos miembros, con los ojos puestos en Ella, desean repetir lo que Isabel dijo entonces: "Bienaventurada eres tú que has creído". El Sínodo, por su parte, siguiendo el ejemplo de esta Madre, desea dejarse guiar de la fe y del amor hacia todas las familias, a las que dirigirá próximamente su especial servicio.


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