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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Lunes 8 de diciembre de 1980
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María

 

1. La Constitución Conciliar Lumen gentium dedica su último capítulo, el octavo a la Virgen María, Madre de Dios.

Se puede decir que en este capítulo la Iglesia fija su mirada, de modo particular, en Aquella, a la que ya San Ambrosio llamo la "figura de la Iglesia..., esto es, en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo" (Cf. Lumen gentium, 63).

"Efectivamente, en el misterio de la Iglesia que, con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de modo eminente y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre" (Lumen gentium, ib.).

Ese fijar la mirada sobre María encuentra su expresión en la liturgia y en toda la vida de la Iglesia. La solemnidad de la Inmaculada Concepción, que celebramos hoy, parece ser ese momento, en el que ese fijar la mirada de la Iglesia en María llega más lejos, no solo al "comienzo" mismo de su existencia en la tierra, sino también al "comienzo" de la historia del hombre y de la historia de la salvación. E incluso, todavía más lejos: al eterno pensamiento y amor divinos, en el que María fue concebida antes, infinitamente antes, de su concepción en la tierra.

2. Siguiendo la idea de la Iglesia, podemos acomodar hoy a María las palabras del libro de la Sirácida: "Él la creó con su Santo Espíritu... y la difundió en todas sus obras" (Sir 1, 9 s., Vulg).

Está bien que hoy la ciudad de Roma, Sede de San Pedro, rinda una veneración particular y demuestre un singular amor a Aquella que ―como afirma San Agustín― "es ciertamente una excepción, y cuando se habla de pecado, no debe siquiera ser nombrada, por respeto al Señor. ¿Cómo podremos conocer jamás la inmensa donación de gracia con que fue penetrada para salvaguardarla de toda huella de pecado, Ella que mereció concebir y engendrar al que no tuvo absolutamente pecado alguno?" (De natura et gratia, c. 36, 42: PL 44, 267).

Con espíritu de ferviente devoción, esta tarde iré a la plaza de España, para realizar mi acto de homenaje a la Inmaculada, y luego a la basílica de Santa María la Mayor, para venerar juntamente con los fieles, a la Virgen "Salus Populi Romani": le pediré su protección materna sobre esta ciudad, sobre Italia, sobre Polonia, mi patria, sobre Europa, sobre el mundo.

 



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